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La era del extremismo

He tomado esta definición del internet: “Extremismo y extremista son términos usados para describir acciones, ideologías, individuos, grupos, instituciones, agentes, partidos o movimientos políticos que se sitúan, bien a sí mismos o bien por quien los describe, muy alejados del centro político o del espacio social del consenso. En las sociedades y regímenes políticos democráticos el extremismo se asocia a la sustitución de la democracia por el autoritarismo en un extremo u otro del espectro político (extrema izquierda y extrema derecha)... En términos religiosos se habla de fundamentalismo o fanatismo, términos que también se aplican en contextos políticos. Uno de los principales rasgos del extremismo es su relación (más o menos asumida, negada o debatida) con la utilización o justificación de la violencia, con diferentes formas de terrorismo o de represión política (según se aplique desde el poder o desde la oposición)”.

Las religiones predican amor y matan en nombre de su dios; la economía crea diferencias insalvables entre pobres y ricos, los grupos sociales son intolerantes y los “ismos” se han multiplicado como conejos, creando una sociedad tan descafeinada que morirá de aburrimiento.

Cuando se pensaba que los avances democráticos, la “era de la razón”, el mundo de los derechos, sería la base para la creación de una sociedad plural, tolerante, respetuosa y democrática, nos encontramos que florecen por todas partes los extremismos. ¡Ya ni se puede contar chistes de nadie!

El triunfo de los extremismos es la victoria de sus manifestaciones más palpables: la intolerancia y la violencia. La utopía de hoy debe ser un mundo sin extremismos.

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