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La ex feria

La Feria del Libro pasó a ser ambiciosamente una feria de la Cultura cuando ya era evidente que los lectores eran superados por los visitantes a los espectáculos y los libreros por instituciones del gobierno con dinero para montarse una caseta.

Desvirtuando su finalidad, estas casetas cuestan a menudo una millonada y sirven normalmente para engrandecer la figura del titular de la institución. Han sido por años un verdadero dispendio del dinero de todos nosotros.

La Feria del Libro, defienden los escritores -buena o mala, pequeña o grande- es un punto de encuentro para intelectuales, foros y conferencias, puestas en circulación... y pocos o muchos, se venden libros que es de lo que se trata. Además atrae a figuras internacionales que rara vez veríamos pasearse por aquí.

Hasta que el evento se tropezó con Mario Vargas Llosa, unas elecciones en mitad del camino y un gobierno al que Don Mario disgustó con un artículo que más tenía de “escribo esto para ayudar a mi hijo que trabaja en ACNUR” que de declaración de ideología.

¿Solución?: “Ministro de Cultura, me quita usted de en medio la Feria, que me molesta”. Podían haber pensado otro formato, buscar otra ubicación, mover el Soberano a otro teatro... (Y hasta podían haber hablado con escritores y libreros.)

Nadie protestará mucho aunque suspender la Feria del Libro demuestre improvisación, prioridades obtusas y una manipulación electoralista muy cuestionable de las instituciones.

IAizpun@diariolibre.com

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