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Miedo a las palabras

Tengo amigos homosexuales (ellas y ellos) que viven con libertad su relación de pareja o su soltería. Son personas valientes que combatieron la censura estúpida de antes y son personas independientes que ahora ignoran la censura estúpida de la corrección política.

Conozco a un ciego que corrige a los que le llaman “discapacitado visual”, a una señora sorda que no necesita que le digan que tiene “necesidades auditivas especiales”, tengo una madre que rechaza el término “adulto mayor” porque se sabe anciana y una amiga gorda que se opone a que le digan que ahora es curvy...

Conozco todo tipo de personas cansadas del amigos y amigas, ciudadanos y ciudadanas, alumnos y alumnas porque saben que es un cliché y que las lenguas evolucionan espontáneamente hacia la economía y no hacia la complicación forzada.

Hay gente, en fin, que distingue perfectamente entre el significante y el significado y por ello no siente la necesidad de estar disfrazando todo el tiempo las palabras o buscando términos supuestamente descafeinados. Y que lamenta que el mundo sea un lugar cada vez más restrictivo, homogéneo y encorsetado. Y que saben que manipulando así el lenguaje estamos construyendo una sociedad cada vez más infantil, timorata y sumisa.

¿A que viene esto? Leo que en un concurso de talento musical en España una concursante quería censurar la letra de una canción del grupo Mecano porque consideraba que “mariconez” era un término homofóbico.

Pregunto a un amigo gay. Él cree que censurar la palabra mariconez (que además es una licencia del autor y no está en el diccionario) es una mariconada (que sí está en el diccionario). Pues eso, que los prejuicios los pone el hablante, no van implícitos en las palabras.

IAizpun@diariolibre.com

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