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Mito, historia y nacionalidad

Decía alguien, y lo dijo como si pensara en el caso dominicano, que ya no se podía predecir ni siquiera el pasado.

Es cierto que nos contaron la historia muy mal, que exageraron las gestas y que hemos convertido en héroes a personajes que merecen ser vistos más de cerca, pero lo que se quiere hacer ahora con nuestro pasado es un atentado grave contra todos los valores que representa el concepto dominicano.

Todas las historias nacionales están llenas de falacias porque el propósito de esos primeros historiadores era levantar el ego colectivo para fortalecer la nación.

La historia siempre está sujeta a cambio, ya sea por la metodología empleada como por la aparición de nuevos documentos o investigaciones que saquen a la luz evidencias nuevas. Ese es el camino correcto, pero cuando la verdad histórica se relativiza al extremo de que nada es cierto porque todo está sujeto a revisión y a enmienda, por capricho, mala fe o malsanas intenciones, hay que estudiar las razones de esa posición.

Los países viven de mitos y de héroes. No hay nada de malo en eso. Nadie le puede quitar a Israel o a Grecia, o a los incas, sus mitos y leyendas. Los griegos y los judíos de hoy no cuestionan esos mitos y por el contrario, reconocen que ellos ayudaron a forjar su nación. Por eso, es que no se puede permitir que se debilite la cohesión nacional cuestionando todos los hechos y a todos los participantes, en una especie de tabula rasa en la que no quedan santos en los altares y ni siquiera templos.

Hay que romper con la falacia de que aquí nada sirve, que nuestros héroes tienen pies de barro y que este país no merece el nombre de país. Somos mucho mejor que eso y nuestra historia lo prueba.

atejada@diariolibre.com

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