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Corrupción
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Periodismo, rutina e independencia

Gabriel García Márquez definió al periodista como “alguien que puede cambiar algo todos los días”.

No encuentro una definición mejor del periodista y de la prensa que la que nos da el Nobel colombiano.

De acuerdo con esa definición, el periodista tiene dos enemigos a muerte: la rutina y la falta de independencia.

Cuando el periodista se vuelve rutinario, es decir cuando pierde la ilusión de ser agente de cambio y se deja llevar por “cumplir con su trabajo”, entendido éste como la aburrida misión de acudir a las fuentes, entrevistar a los “sospechosos usuales”, retornar a la redacción, escribir un par de cuartillas e irse a casa o al bar más cercano, sin curar sus textos, sin tratar de darle una forma bella, comprensible y serena a lo que escribe, ese señor o señora dejó de ser periodista para convertirse en empleado de la redacción de un periódico.

El otro elemento, la falta de independencia, se refiere a la conformidad con el statu quo o, peor aun, a la aceptación de regalos o dádivas de sus fuentes y personas interesadas.

Desde que un periodista acepta trabajar para otro que no es su jefe en la redacción, deja de querer “cambiar algo todos los días”. Por el contrario, se convierte en agente del no-cambio, en cómplice de una situación que beneficia a unos y perjudica a todos y que es tan deseable de mantener para los pocos que no paran mientes en comprar a quienes pueden cuestionarla.

Por eso es tan perniciosa la decisión política (sí, política) de aceptar formar parte de la nómina pública o de la del ente privado, porque es una traición a sí mismo y a los ideales éticos de una profesión que, por definición, debe ser el crítico residente del Gobierno y la sociedad.

atejada@diariolibre.com

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