Por qué trabajan las mujeres fuera de casa

Por las mismas razones que los hombres. Por dinero, principalmente. Para vivir. Para sacar adelante a su familia. Porque el dinero no lo regalan. Porque no todas son afortunadas herederas.

Porque les gusta su oficio, a muchos hombres también les pasa. Porque son buenas en lo que hacen y entonces hacerlo es algo muy parecido a la felicidad. Porque su vida laboral y su vida privada no son excluyentes. Porque aunque no necesiten el dinero, necesitan trabajar. Porque solo hay algo peor que tener que trabajar: no tener trabajo.

Porque sus hijos se fueron ya de casa y se aburren (una razón tan buena como cualquier otra). Porque las sociedades avanzan más con ellas en el mercado laboral. Porque su compañero perdió el empleo: los hombres también están desempleados y/o subpagados, no sólo los ninis, los jóvenes o las mujeres. Porque se divorció, enviudó o simplemente vive sola. Porque la independencia económica es muy buena. Porque trabajar es enriquecedor.

Porque hacen falta dos sueldos en la casa; uno no llega. Porque ella creció entendiendo que trabajaría para vivir. Porque eligió una profesión (o pasión) y no ve razones (mucho menos ideológicas y ajenas) para no ejercerla.

Porque quiere.

O trabaja ahora porque tuvo la suerte -muchas lo querrían- de dejar de trabajar y disfrutar la infancia de sus hijos y ahora ha decidido volver al mercado laboral. Y porque hay mujeres que creen que transmitir “los valores” a los hijos también es cosa de hombres. (¿Creer que la mujer educa mejor y transmite mejores valores es feminismo, machismo, ninguna o todas las anteriores?)

Decir hoy día en voz alta, en público, que las mujeres deberían quedarse en casa es casi un manifiesto punk.

IAizpun@diariolibre.com

Inés Aizpún