Privado
En Estados Unidos los políticos y las estrellas de cine piden perdón muy bien. La especialidad es hacerlo después de haber sido infiel cuando el que se excusa es un político y por el uso de drogas si es artista. (De más está decir que no son excluyentes...)
Pedir excusas en privado tiene su valor; en público, no tanto porque no sirve para nada. Zuckerberg fue al Congreso y pidió perdón públicamente por el daño que puede hacer a la libertad de los individuos y a la democracia el uso inadecuado de los datos personales que su compañía, Facebook vende. Subieron las acciones por el gesto y Facebook sigue vendiendo y no va a dejar de vender los datos de sus usuarios porque ese es su negocio.
Lo hará con controles más estrictos, dice. Esto es una guerra con Rusia, avisa. Y traslada al mundo virtual el viejo demonio de la Guerra Fría. Los malos (Rusia) contra los buenos (él). Y puede ser verdad y quizá sin esas filtraciones de datos y esas noticias falsas no hubiera ganado Trump o Gran Bretaña no habría aprobado el Brexit. Eso no se sabrá nunca. Pero sí ha quedado claro que la intimidad y la privacidad no existen en el mundo interconectado creado por Zuckerberg.
La exposición pública y continua de la vida personal tiene unos efectos determinados. Facebook ha pedido perdón por los efectos sociales y colectivos. Pero los individuales son igual de importantes. Crecer con la presión del like. Relacionarse más a través de la pantalla que en persona. No hablar ni siquiera por teléfono. Pasarse el día eligiendo emojis. Tener síndrome de abstinencia si se olvida el teléfono.
Facebook es una vía para influir en las elecciones. Y ha borrado la privacidad y la discreción del diccionario vital de varias generaciones.
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Inés Aizpún