Reflexión a los 70

Ayer cumplí setenta años de edad y en verdad nunca le di importancia a la fecha.

Cuando niño y en mi juventud la preocupación era cumplir los 50 que, además, estaban asociados a un año mítico: el año 2000, pues los futurólogos nos hablaban de carros voladores, robots que harían de todo y otras bellezas del progreso humano.

Además, muchos soñábamos que a los cincuenta ya podríamos estar pensando en retirarnos, ignorando entonces que en estos tiempos la vida verdaderamente productiva comienza a los 50.

Pero nacer entre dos siglos tiene una gran ventaja: nos ha permitido disfrutar de los valores de antaño y los logros de la modernidad. Nuestra generación sufrió la “era de Trujillo” y luego de su ajusticiamiento se convirtió en la generación de la libertad. Elegimos el primer gobierno democrático y luego peleamos en la revolución. Vivimos cambios trascendentales en el país y asistimos a la promesa de desarrollo que trae el nuevo siglo.

Nuestra generación es quizás la última que disfrutó de los libros, de las serenatas y del romanticismo. Las de ahora no saben lo que se han perdido.

Pasamos de un mundo en blanco y negro a uno a todo color y de las largas conversaciones de amigos a los grandes silencios que impone la tecnología de las comunicaciones. En fin, hemos vivido tiempos excitantes, desde ver llegar el hombre a la luna hasta los avances que anticipamos aunque todavía no haya carros voladores.

Por mi parte, trataré de seguir viviendo con los ojos abiertos y “ligero de equipaje/ casi desnudo como los hijos de la mar”.

Adriano Miguel Tejada