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Teoría de los debates

Los debates presidenciales se popularizaron en los Estados Unidos a partir del debate Nixon-Kennedy el 26 de septiembre de 1960 y el mundo democrático imitó el ejemplo.

Del primer debate salió la gran lección del “maquillaje”. Nixon se vio derrotado por los lenguajes y códigos de la televisión en una pantalla a blanco y negro.

Pero luego los políticos se dieron cuenta de que no solo los factores estéticos influyen en el resultado de un debate, sino también otros aspectos de no menos importancia.

1. Quien está arriba en las encuestas es el que tiene más que perder en un debate. Los que están abajo no arriesgan nada y enfilarán todos sus cañones contra el que lidera. Su propósito es bajar al otro del palo para subir ellos. Por eso, Luis Abinader está dubitativo pues Gonzalo y, sobre todo, Leonel solo podrían ganar si lo hacen bien y posiblemente él tendría que pasarse el debate a la defensiva. Por eso, Peña Gómez no quiso debatir con Leonel y éste con nadie mientras fue presidente.

2. El candidato del Gobierno siempre pelea a la defensiva, y mucho más si el candidato pretende continuar la “obra” de su antecesor. En ese caso, quedaría entre dos fuegos: del que esté arriba, para eliminarlo, y del que esté abajo, para quitarle el segundo lugar.

3. La preparación es esencial. Los candidatos tienen que prepararse para los ataques obvios y, sobre todo, tener un plan, una estrategia, que deben cumplir para no cometer errores graves.

4. El candidato con peor imagen o menos conocido es el que más tiene que ganar de un debate.

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