Tolerancia cero

A nadie le duelen más los abusos sexuales cometidos por sacerdotes que a los propios católicos. Nadie se siente más estafado por el silencio que por décadas la jerarquía católica aplicaba las víctimas. Y fueron los católicos los más radicales en criticar los hechos cuando supieron que muchos casos se resolvían trasladando al culpable de diócesis.

Es más, hasta las palabras del papa Francisco pidiendo tolerancia cero para los que cometan estos delitos han resultado insuficientes para parte de su feligresía. Y para parte del clero que quiere tanto como toda la sociedad que esos delincuentes cumplan la condena correspondiente.

Hay sacerdotes que abusan de niños. Y artistas, médicos, plomeros, profesores, turistas, políticos, periodistas, informáticos, banqueros... Son hombres despreciables que utilizan su posición de autoridad y su poder para destrozar el cuerpo y el alma de menores. Y sí, la Iglesia Católica reaccionó muy tarde y muy mal. Y como sabe tanto de culpa, pecado y penitencia, debe enmendar y actuar sin compasión en los casos que siguen apareciendo.

Pero no generalicemos. En la Iglesia Católica son abrumadora mayoría los sacerdotes entregados infatigables a educar, a asistir, formar, servir en su comunidad. Desde la frontera al barrio más pobre de la capital. En países donde el mero hecho de revelarse católico es una llamada a ser decapitado y en sociedades europeas donde cada vez se les hace menos caso. Y no desmayan.

Hay depredadores sexuales (homosexuales y heterosexuales) que son sacerdotes. Esos deben ser juzgados y condenados, con o sin Concordato.

No generalicemos, porque son legión los que cuidan cuerpos, almas y mentes en todo el mundo desde hace más de 2,000 años.

IAizpun@diariolibre.com

Inés Aizpún