Volver a empezar

Es necesario, sano, divertido, revelador. Hacer la lista de propósitos de Año Nuevo es como un examen de conciencia, de esos que hay que hacer antes de pasar por el confesionario: desanima (pero no derrota) ver que en la mitad de ellos estamos exactamente en el mismo punto que el 31 de diciembre del año pasado.

Kilo arriba, libra abajo. Dos cigarrillos de diferencia al día, más o menos. Dos tragos más a la semana, quizá. Un poco más/menos sedentarios, un poco más/menos bienllevados con la familia, un poco más/menos leídos, un poco más/menos entusiasmados con el trabajo... es el resumen de la mayoría. Al contrario, los que se portaron bien terminaron sus estudios, subieron al Pico Duarte, conocieron París o se mudaron a Nueva York, terminaron de pagar sus deudas, tienen casa propia, emprendieron un negocio, se casaron (para alegría de unos) o se divorciaron (para alegría de otros), nacieron hijos y nietos...

Es decir, los que se portaron bien hicieron los cambios que se habían propuesto, que es de lo que se trata esta lista que nos revela cómo somos, qué queremos, qué no hacemos, qué logramos.

2018 ha sido un año raro, en el que parecía que todo iba a cámara lenta y creíamos que aún así pasaba de todo cuando en realidad no pasaba gran cosa. Como el día de la marmota. Ha sido el año en el que la venta de ansiolíticos y pastillas para dormir se ha disparado (palabra de farmacéutico), los bares y restaurantes han estado repletos (aunque sus dueños no lo confiesen), el dólar camina lento pero sostenido, la gasolina regular arrancó el año a 209 pesos y lo termina a 192.70 y hemos hablado de reelección como si las elecciones fueran el próximo mayo. Toca volver a empezar.

Inés Aizpún