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¿Capitalismo humano?

Desde que en Europa el sistema feudal fue abriendo paso al capitalismo, en siglo XVIII, el ser humano viene buscando un paradigma económico, político y social que pueda satisfacer sus necesidades básicas, y que, al propio tiempo, le genere una mejor calidad de vida, en libertad y con plenas garantías de los derechos humanos.

Casi al final de la Primera Guerra Mundial (1917), se produjo un acontecimiento que estaba destinado a dividir el mundo en dos polos antagónicos. Ese año, la Revolución Bolchevique, fue decisiva para que Rusia dejara a un lado el conflicto bélico. Veintidós años, después estalla la segunda conflagración (1939-1945), de donde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a pesar de formar parte del bando de los Aliados, junto a Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, se afianzó como el enemigo político-ideológico del sistema capitalista.

El socialismo soviético se fortaleció como referente contrapuesto al capitalismo, robustecido este último en la Segunda Guerra Mundial con Estados Unidos como potencia emergente a la cabeza.

En 1989, cuando la Perestroika de Mijaíl Gorbachov trajo una serie de cambios en la URSS, hasta dar al traste con el sistema socialista de 72 años, pasamos de un mundo bipolar a la consolidación del capitalismo como opción única.

Han transcurrido 24 años desde el derrumbe de la cortina de hierro. El capitalismo, sin embargo, sigue agónico, más complicado y sumido en un limbo del que políticos, líderes espirituales, filósofos y economistas del planeta no alcanzan a otear un rumbo en el que la mayoría sienta la más leve esperanza de mejoría.

Al día de hoy, la mano invisible de Adam Smith para que el libre mercado sin control sea el motor que impulse la economía capitalista, no ha sido suficiente para que la mitad de los pobladores del planeta vea mejorar sus condiciones de vida. La pobreza, más que disminuir en las últimas décadas, se ha erigido en un cáncer que amenaza la estabilidad mundial. De ahí, las legítimas preocupaciones de activistas de derechos humanos, figuras mundiales y la Organización de las Naciones Unidas con sus Objetivos del Milenio, que proponen reformas y políticas, a los fines de que nos acerquemos a un mundo donde haya más equidad, sin que la violencia sea la única salida como forma de realizar los cambios.

El doctor Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz 2006, es un economista de Bangladesh que desde la década de los setenta viene desarrollando prácticas de micro créditos a los pobres, cuyos éxitos no están en discusión, quien ha creado uno de los bancos más sólidos del Asia: El Banco Grameen.

No sólo es que haya sido exitoso otorgando créditos a quienes los bancos tradicionales consideran insolventes, que de por sí es una hazaña, sino que a esa gente, el doctor Yunus, al tiempo de convertirlos en socios, los ha hecho personas libres y parte de un capital humano con visión emprendedora.

Independientemente de la interesantísima práctica de micro crédito a los pobres, desarrollada por el doctor Yunus en un país con unos 162 millones de habitantes, quienes ocupan una superficie de 147,570 kilómetros cuadrados, buena parte de los bengalíes ha sido tocada con la metodología desarrollada por este hombre, un eminente economista, que entiende que "la pobreza no es creada por los pobres. La pobreza es creada por el sistema que hemos hecho alrededor de ellos".

La buena práctica consiste en crear todo un sistema, bajo ley, organización, supervisión, no crear ahorro para el consumo, y donde el ser humano pobre sea el único prestatario. Si no se organiza y se educa a la gente, los préstamos no tendrán retorno, según se desprende de la experiencia del doctor Yunus.

Luego de llevar su novedosa propuesta a más de 100 países, Yunus quiere dar un salto en su afán de que el mundo rebase el desafío de la pobreza, creando "empresas sociales", que puedan directamente combatir problemas de salud, educación, empleo y vivienda entre los mismos destinatarios de los programas de microcréditos.

Para hacer el capitalismo más humano, Yunus propone que la filantropía, las políticas sociales y los programas de responsabilidad social corporativa deben ser rebasados para crear "empresas sociales" que, por encima de la obtención de ganancias financieras, generen excedentes para reinvertir en función de las necesidades de la comunicad.

Son entidades sin fines de lucro que utilizan los recursos dedicados a políticas sociales, filantropía y programas de responsabilidad social corporativa hacia un tipo de programa, dirigidos a combatir males propios de la pobreza. El propósito es que en este "capitalismo humano" que gestiona Yunus, los recursos de la filantropía y de responsabilidad social corporativa estén dedicados a combatir problemas reales mediante la creación de "empresas sociales".

De acuerdo con el concepto elaborado por el economista bengalí, "la empresa social será una nueva clase de negocio introducido en el mercado, con el objetivo de hacer una diferencia en el mundo. Los inversionistas en el negocio social podrían recuperar su inversión, pero no tomarán ningún dividendo de la empresa. El beneficio sería reinvertido en la empresa para ampliar su alcance, y mejoraría la calidad de su producto o servicio. Un negocio social será una empresa de no-pérdida, no-beneficio".

¿Podrá nuestro país invertir esos recursos en modelos de "empresas sociales", dirigidos a jóvenes y madres solteras, alrededor del Plan de Seguridad Democrática? Ése es el reto.