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Una idea para Haití

La construcción de la paz en el marco de relaciones internacionales bilaterales tensas, es una tarea que ha eludido la humanidad consistentemente a lo largo de la historia. La Unión Europea es quizás el más próximo referente de éxito en esta materia.

Plagada de tropiezos, la semilla de este raro ejemplo de convivencia entre naciones que estuvieron a punto de aniquilarse, tuvo su primer brote en 1951 con el Tratado del Carbón y el Acero. Sesenta y siete años después, Alemania, Francia y Reino Unido han vivido el período de paz más duradero en cientos de años.

No es nuestro caso. No es posible una unión territorial y aduanera entre dos países pobres, relativamente aislados, culturalmente distintos, que cohabitan en un territorio insular con recursos muy escasos. No obstante, las lecciones están ahí. Para desalojar el fantasma de la guerra, Alemania y Francia, los grandes rivales en la Gran Guerra, aunaron sus esfuerzos en pro de la colaboración y la confianza mutua y en contra de la competencia económica, el armamentismo y el aislacionismo.

¿Cómo podemos nosotros construir la paz? Creemos una agencia dominicana de cooperación para el desarrollo y la convivencia binacional. Dotémosla de los recursos humanos más talentosos disponibles en nuestro país. Economistas, agrónomos, urbanistas, antropólogos, médicos, sociólogos, diplomáticos, entre muchos otros. Apoyemos la formación de estos recursos humanos conforme los estándares internacionales más exigentes, desarrollemos programas de becas para jóvenes haitianos con el compromiso de trabajar en esta agencia unos años y luego regresar a su país, sirviendo de enlace con nuestra agencia de desarrollo.

Señor Presidente, construyamos el tanque de pensamiento de mayor competencia y reputación respecto al desarrollo humano de Haití. Estimulemos la autoridad moral y los vínculos de este grupo de cara a otros actores relevantes en este proceso, de forma tal que podamos con absoluta solvencia ética e intelectual, exigir la participación de otras naciones, que aun teniendo menos que perder en esta crisis, son responsables directos de su creación y permanencia.

Mediante una estructura como la que proponemos, o cualquier otra, impulsemos un programa de desarrollo que comprometa a nuestro gobierno, a nuestros empresarios y a los aliados de buena fe que podamos arengar en el mundo, con programas de desarrollo reales que arrojen resultados medibles.

Aunque parezca imposible, hagamos nosotros un Bávaro en Haití, reproduzcamos en la frontera el éxito del modelo de zonas francas industriales, reconstruyamos la infraestructura de Puerto Príncipe con nuestros ingenieros y arquitectos, con nuestro cemento y nuestro acero. Iniciemos el largo y difícil camino de equilibrar los gradientes que en esta isla ponen toda la presión sobre nuestros hombros.

El otro camino, señor Presidente, es un salto al precipicio.

Guillermo E. Sterling

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cartaalpresidente@diariolibre.com

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