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Cuestión de formato

Del papel al formato digital

Si los Reyes Magos o la Vieja Belén les han puesto libros considérense afortunados. No solo tienen materia para los sueños y las realidades de los próximos meses, sino que pueden presumir de hay gente que los quiere bien y que tiene un buen concepto de ustedes. En mi casa podemos considerarnos afortunados. Las árganas reales llegaron cargadas de lectura, en papel y en formato digital.

En las casas en las que se lee mucho suele hablarse mucho sobre libros. Así sucede en la mía. Hablamos de lo que nos hemos leído, de lo que nos vamos a leer; nos recomendamos lecturas y autores que hemos descubierto como tesoros insospechados. También discutimos sobre lo que nos gusta y lo que nos disgusta. La sobremesa del Día de los Reyes mi hijo, de casi treinta 30, y mi sobrina, de 11, sostuvieron una interesante charla sobre las bondades, o la ausencia de ellas, de un libro dependiendo de su formato. Curiosamente la pipiola de 11 abogaba por el formato tradicional y el ya no tan pipiolo defendía el formato digital. Para ella el tacto y el olor del papel, el tamaño y la forma del libro formaban parte de la lectura. Para él, la lectura era una conexión personal entre autor y lector.

La lectura de él es interior, intelectual y sentimental. La lectura de ella se carga, además, de sensorialidad; olfato, tacto y vista se suman a la experiencia de leer. Ambas lecturas son posibles y válidas. Pueden, además, ser complementarias. Cada formato es compatible con un momento, una necesidad, una obra o una finalidad. No nos dejemos marear con los formatos. Lo importante de leer es desentrañar lo escrito, hacerlo nuestro, gozarlo o sufrirlo. La lectura, como la vida, no siempre es cuestión de formato.

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María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.