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San Cristóbal, memorias provincianas

Las provincias son el corazón, nervios y pulmones de la República

Las provincias son el corazón, nervios y pulmones de la República. El amor provinciano crea el decir y el pensar del país. La cadena de afectos, de empatía telúrica, que produce la mujer y el hombre de provincia en sus sueños, en sus esperanzas, en su caudal de recuerdos, es la que va forjando la memoria con la que se construye luego la historia toda de la Nación.

La capital es un ente geográfico-político. Los que puedan decir que son de pura cepa capitalina –busquen así aún las procedencias de sus mayores- poseen el nutriente básico de su cultura de apego, del carácter que define  sus avatares cotidianos, de su identidad particular, en la vivencia del barrio donde se surtió su humano quehacer vital.  El barrio es a la capital lo que la provincia es para todo el territorio. Hay una unidad de aliento existencial, de energía espiritual, de vitalidad que reanima, entre el provinciano y el habitante del barrio. Ser santiaguero, puertoplateño, maeño, banilejo, mocano o romanense, equivale a ser sancarleño, villajuanero, nativo de Villa Francisca, Villa Consuelo o Los Mina. Quiero decir: la provincia otorga un decir, una forma de ser, un estilo de vida, y sobre todo, una querencia pueblerina que solo cesa con la muerte. La patria comienza en las provincias y en esos entornos de la geografía que habitamos se han escrito las páginas más resaltantes de nuestra historia y han surgido los prohombres más emblemáticos de nuestra nacionalidad. En el barrio circula el anecdotario fértil, la vida entre pares, el sentido de pertenencia en la tribulación y en el descontento, en la diversión y en las querencias. Hay un río de fraternidad común, en medio de las diferencias particulares, que  corre por la sangre y el sentimiento, la razón y el pellejo de un provinciano y de un habitante del barrio. La patria nace ahí y ahí se queda, en sentimientos y en pasiones, aunque marche el provinciano hacia la metrópolis o tome vuelo hacia otras geografías. Y el barrio está prendido en la solapa de quien bebió de sus fuentes, desde cualquier formato social y humano, aunque se nombre capitalino, que es solo una residencia de la vida y sus avatares.

Desde hace décadas, por ser provinciano desde luego, me atraen las memorias de provincias, y no solo de la mía nativa, sino de todas las que forman el país. Sencillamente, porque estoy convencido que la historia de la nación dominicana nace en esos pedazos del terruño, y ella no puede escribirse con sustancialidad y con sapiencia plena sino se conocen las historias provincianas, fértiles en héroes y heroínas de estirpe, llenas de contribuciones sensibles y gloriosas al estamento general del país, frondosas en su vitalidad ensoñadora, genuinas en su lealtad a la tierra de donde proviene. Somos dominicanos y defendemos la dominicanidad, porque la provincia y el barrio nos sustentan, nos atraen, nos identifican; y desde esos entornos de vida nos llegan los efluvios de la dignidad nacional, de los atributos que nos señalizan como dominicanos.

Conocí a José Pimentel Muñoz cuando ambos trabajamos juntos en la radio hace ya unas buenas décadas. Fue mi primer trabajo en Santo Domingo y este sancristobalense, sancristobero o sancristobalero (que de las tres formas he escuchado por años pronunciar su debatido gentilicio), venía de la redacción del diario El Caribe y era, por tanto, alguien que yo veía como un veterano, a pesar de ser los dos de la misma edad. Laborioso, periodista inteligente, a veces distante hasta la circunspección, en otras cercano cuando soltaba una buena anécdota o hacía que se reía al referir algún chiste que en él eran escasos. Apegado a su lar nativo sin renegar de la etapa de su compueblano a quien todavía nombra Generalísimo, pero sin dejar de exaltar a las personalidades de gran relevancia y aportes al país que ha dado su ciudad nativa, y que son tantos. Ayer y hoy.

Acabo de leerme con placer sus Memorias de San Cristóbal, que me confirma a Pimentel Muñoz –por sus dos apellidos se ha distinguido siempre en el ejercicio periodístico- como un hombre asido a las entrañas de su pueblo, a su historia y a los hechos memorables en que han participado sus coterráneos. Con voz propia o transcribiendo las voces de otros sancristoberos -en la acepción que acepta y pregona la RAE- el periodista y escritor reconstruye la memoria de su comunidad, desde la historia, la heroicidad, la política, las letras, la labor educativa, el ejercicio profesional, la música, las curiosidades, las añoranzas, los personajes pintorescos, sus hombres y mujeres descollantes, su intelectualidad, y, por supuesto, porque no estaría completa ninguna memoria sancristobera que ignore ese pasado: con Rafael L. Trujillo a cuestas. Memorias de San Cristóbal –que muchos ignorábamos que honra con su nombre al Almirante de la Mar Océana-  una de tres que igual se nombran en predios latinos (Venezuela y la isla de Nieves tienen las otras dos), es un compendio vital de contribuciones de su gente a la vida dominicana, incluyendo a uno de nuestros grandes hombres, José Francisco Peña Gómez (fallecido en Cambita Uribe), a los recuerdos de un país que se ha servido del pasado y del hoy de grandes nativos de esa provincia, donde hace 75 años se produjo una migración de cibaeños, que muchos no han de conocer, entre los cuales, debo decir, estuvieron algunos mocanos, sin descontar el aprecio que tienen los sancristoberos -Puello Báez prefiere sancristobalenses- al presidente Ramón Cáceres, que realizó allí obras muy apreciadas en su época y sin que olvidemos que los Cáceres mocanos tuvieron su estirpe fundadora en Azua.

Población mayoritariamente negra, se habló entonces de que el dictador quiso “blanquear” a su población nativa, cuestión que niegan representativos de esa sociedad, sobre todo los que vivieron el proceso de esa migración de cibaeños blancos. Trujillo era impredecible, como señala Fernando Infante en anotación que reproduce Pimentel Muñoz, y no queda claro cuál fue el propósito suyo al generar, con ofrecimientos varios, esta migración, no con gente del Sur y del Este, sino con blanquitos del Cibao. Yo no quiero descartar esa blancura que el dictador intentaba crear en una ciudad que fue fundada por haitianos, por Boyer específicamente, porque lo mismo se dijo de los exiliados españoles y los israelíes de Sosúa a quienes facilitó su establecimiento en el país, dizque con esos mismos fines. No tengo ninguna base para afirmar o negar este supuesto plan, pero cualquiera puede creerlo, sobre todo cuando Infante resalta como los biógrafos de Trujillo le crearon un pasado “blanqueado”.

Un libro que me produjo mucha emoción leer hace ya muchos años y que considero casi una reliquia histórica y literaria, es Medina del mar Caribe de Eduardo Capó Bonnafous, que narra la vida de uno de los integrantes del exilio español, entre 1939 y 1940, que fue enviado a residir a una colonia agrícola de San Cristóbal, cuando Trujillo tenía una década en el poder.  Si se quiere conocer al San Cristóbal rural de entonces, este libro, que su autor llamó semi-novela, y doña María Ugarte clasificó como crónica, debe leerse porque estimo que aporta al conocimiento de un capítulo de alguna manera desconocido de la historia de la ciudad donde nace el sur dominicano. (La obra, editada originalmente en México en 1965, fue conocida aquí en 1986, veintiún años después, gracias a la Sociedad Dominicana de Bibliófilos).

Otros escritores de este pueblo han producido libros en torno a episodios históricos de su comunidad, como ese gran referente intelectual que fue don Sócrates Barinas Coiscou, Guarina Renville Santos, Juan B. Nina, Odalís Pérez y Ramón Puello Báez, entre los que recuerdo. Si el barrio es dueño de primacías con las que se construye nuestra identidad, la provincia es madre y maestra de la historia toda del país que habitamos. José Pimentel Muñoz continúa la tradición de los escritores de provincias que construyen la memoria de sus comunidades nativas para que podamos reescribir, conocer y entender mejor la historia nacional.

Libros
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    José Pimentel Muñoz, Editora Búho, 2021, 300 págs. La historia trascendente y la historia chiquita. Ese es el registro que produce Pimentel Muñoz en este libro.
    MEMORIAS DE SAN CRISTÓBAL

    José Pimentel Muñoz, Editora Búho, 2021, 300 págs. La historia trascendente y la historia chiquita. Ese es el registro que produce Pimentel Muñoz en este libro.

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    José Pimentel Muñoz, Editorial Argos, 2005, 79 págs. Semblanza que permite conocer mejor a este hombre de historia y de ejercicio profesional memorable.
    ABEL GONZÁLEZ | EGREGIO Y GENIAL URÓLOGO DOMINICANO

    José Pimentel Muñoz, Editorial Argos, 2005, 79 págs. Semblanza que permite conocer mejor a este hombre de historia y de ejercicio profesional memorable.

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    Ramón Puello Báez, Editora Corripio, 2001, 504 págs. Reseñas de acontecimientos notables del siglo XX sancristobalense. Veintiún años después de su publicación sigue siendo un texto imprescindible.
    CRÓNICAS DE SAN CRISTÓBAL

    Ramón Puello Báez, Editora Corripio, 2001, 504 págs. Reseñas de acontecimientos notables del siglo XX sancristobalense. Veintiún años después de su publicación sigue siendo un texto imprescindible.

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    Juan B. Nina, Soto Castillo, 2006, 300 págs. Autor de abundante bibliografía, entre ellos cuatro dedicados a su pueblo nativo. Otra visión y escritura alrededor de San Cristóbal.
    HISTORIA Y FOLKLORE DE SAN CRISTÓBAL

    Juan B. Nina, Soto Castillo, 2006, 300 págs. Autor de abundante bibliografía, entre ellos cuatro dedicados a su pueblo nativo. Otra visión y escritura alrededor de San Cristóbal.

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    Sócrates Barinas Coiscou, Editora Manatí, 2010, 477 págs. Su bibliografía es un estandarte de creatividad, investigación y conocimiento. Vivió 105 años. Este “recorrido sentimental” recoge su vasta producción poética.
    UN PAÍS LLAMADO NOSTALGIA

    Sócrates Barinas Coiscou, Editora Manatí, 2010, 477 págs. Su bibliografía es un estandarte de creatividad, investigación y conocimiento. Vivió 105 años. Este “recorrido sentimental” recoge su vasta producción poética.





TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.