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Breves anotaciones sobre ferias del libro

Digamos que hasta la edición número 23, la feria del libro tuvo el mismo patrón de ejecución

La Feria Internacional del Libro de 1998 estableció la edición de un libro de colección cada año del escritor homenajeado. Se adelantaba en el país a lo que hoy se conoce como coffee table book.

Era abril de 1998. Celebrábamos los veinticinco años de fundación de la Feria Nacional del Libro, y nos había tocado dirigir la nueva etapa de este evento después de haber acompañado en la comisión organizadora a don Raymundo Amaro Guzmán, que la condujo por varios años venciendo distintas dificultades, entre ellas la del presupuesto exiguo que el presidente Balaguer le facilitaba de unos 600 mil pesos.

Don Julio Postigo, el pastor evangélico que era dueño de la Librería Dominicana y de la librería Hispaniola, de inolvidable labor con su colección bibliográfica Pensamiento Dominicano, había fundado la primera etapa de las ferias del libro en 1950, realizándola en el parque Colón. Empero, esas ferias no tuvieron continuidad: se celebraban unos años, luego se descontinuaban, hasta que se suspendieron formalmente en 1968. Se reanudan a partir de 1973. Don Rafael Herrera encabezó la comisión que se formó para esos fines, de modo que la feria que debe tomarse como referencia no es la de Postigo sino la de Herrera. Su sede primera fue la Biblioteca Nacional, y luego sirvieron como asientos de la misma el Museo del Hombre, el Palacio de Bellas Artes, el Museo de Historia y Geografía y la Fortaleza de Santo Domingo o Fortaleza Ozama. De modo que la feria celebrada este año no volvió a su sitio original como erradamente se ha dicho, puesto que existieron cinco lugares para el evento antes de que se seleccionara la fortaleza. La Plaza de la Cultura -específicamente en un perímetro estrecho y pequeño que cubría la parte  posterior del Museo del Hombre y la parte posterior (parcial) del Museo de Historia- fue el asiento de la feria anual de la última parte de Herrera y la siguiente de Amaro Guzmán. La feria del libro estuvo celebrándose en ese espacio de la Plaza de la Cultura desde 1983 hasta 1995, porque en 1996 no se realizó ya que Balaguer no entregó el aporte para su celebración.

De manera que los 25 años que se recordaban en 1998 partían de las ferias continuas dirigidas por Herrera desde 1973, y luego por Amaro desde 1985. Y en ese 1998 nos iba corresponder cerrar la etapa de las ferias nacionales, pues desde el año anterior se había tomado la decisión de convertirla en internacional y adecuar el evento a lo que ya sucedía en todos los países del mundo hispano, incluyendo Cuba y Puerto Rico. La Isla del Encanto intentó impulsar la suya pero, luego de unos pocos años, fue descontinuada.

La comisión que presidíamos, designada por el presidente Leonel Fernández, tenía a Virtudes Uribe como secretaria y a don Pepín Corripio, como tesorero, y estaba conformada además por Lourdes Camilo de Cuello, Virgilio Díaz Grullón, Enriquillo Sánchez, Adriano Miguel Tejada, Luisa de Povedano, José Chez Checo, Héctor Lachapelle Díaz, Chiqui Vicioso y Natacha Sánchez. Al cambiarse la filosofía, los objetivos y la sede de las ferias, escogimos las instalaciones del antiguo zoológico que denominamos Plaza del Conservatorio y que hoy se conoce como Parque Iberoamericano.

Digamos que hasta la edición número 23, la Feria Nacional del Libro tuvo el mismo patrón de ejecución, con algunas variantes impuestas siempre por circunstancias económicas y programáticas.  A partir de 1997 pues, la Feria del Libro entra en una etapa de modernización, modificando su esquema organizativo. Como el decreto que designaba la nueva comisión organizadora se produce el 28 de enero de ese año -aunque el presidente Fernández me había comunicado el propósito de la designación diez días después de tomar posesión del gobierno-, mi primera reacción fue cambiar la fecha de celebración, pues no acostumbrado por formación y carácter a las improvisaciones y a la falta de planificación, entendía que en dos meses y medio no íbamos a poder organizar el evento. Adriano Miguel Tejada me convenció de que no debíamos cambiar la fecha y que la feria había que celebrarla en abril, contra viento y marea. Adriano y el general Lachapelle se encargaron de preparar el presupuesto, acompañado de un contable de la empresa donde laboraba entonces el primero. Y ese presupuesto nos sirvió para todas las demás ferias de ese periodo que terminó en el 2000 con el cambio de gobierno, cuando comenzó lo que he llamado la etapa intermedia con el escritor Carlos Esteban Deive al frente, para cuatro años más tarde desarrollar la etapa de consolidación con el académico Alejandro Arvelo como el primer director general de la Feria del Libro.

Volviendo a aquella primera feria que dirigimos en 1997 -la última de carácter nacional-, que concitó un interés inusitado en la prensa de la época, la comunidad cultural y en el público en general, quisimos hacer la primera prueba para feria internacional, que era en verdad el principal objetivo a lograr, con la anuencia y entusiasmo del jefe del Estado, un gran lector, quien nos había propuesto varias embajadas y hasta la dirección de Radio TV Dominicana, que no acepté, hasta que me convenció de que aceptara dirigir la Feria del Libro que él consideraba que debía ser un gran evento y tener mayor influencia pública. “Haga usted la feria que, de seguro, soñó siempre realizar”, me dijo, y aceptamos el reto. Ni yo ni ninguno de los miembros de la comisión tuvimos salarios por esa labor de cuatro años.

En ese 1997 pues, para probarnos en el manejo de una feria internacional, invitamos a 40 editoras de 8 países: España (que sería al año siguiente el primer país invitado), México (que sería el segundo en 1999), Venezuela, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Puerto Rico y Cuba.  Me plantee otro reto: invitar a altas figuras de las letras continentales, como fue, entre otros, el uruguayo Eduardo Galeano, que fue todo un acontecimiento, para aprender a manejar este aspecto clave de una feria internacional. Esa feria honró a Salomé Ureña de Henríquez, con diversas publicaciones sobre su obra, y se dedicó a dos grandes escritores: el puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, que dictó una conferencia memorable en la sala Juan Francisco García del Conservatorio, centro de los actos centrales del evento, y a la dominicana Julia Álvarez, que estaba entonces en la palestra por los éxitos de sus primeros libros.

Esa feria inolvidable de 1997 estableció varios records: fue la mayor en libros de historia dominicana, la que tuvo mayor cantidad de expositores, la de más amplio espacio físico para un evento de este género, la primera con participación internacional de editores y de escritores extranjeros, la primera que instauró el célebre ciclo de coloquios que incorporó a más de 50 escritores dominicanos, la primera que dedicaba cada día a un escritor criollo, la primera que dedicó un espacio exclusivo para niños y jóvenes, la primera que presentaba un coordinado programa de espectáculos artísticos, la primera con un espectáculo inaugural y de clausura especialmente concebido para la feria, la primera con casetas uniformes entregadas con anaqueles y escritorios, y diseñada por un conocido arquitecto, la primera que un presidente de la república  inauguraba y clausuraba, a más de que el presidente Fernández la visitó cuatro veces durante los diez días del evento, y la primera que creó un galardón –que acaba de cumplir 25 años- para el libro del año. A este respecto debo decir que la idea me vino porque sabía que Julio Postigo había intentado en 1950 impulsar un premio al libro del año con el nombre de Pedro Henríquez Ureña, pero el asunto no prosperó. Hice la propuesta en la comisión organizadora para crear este premio que creo fue uno de los principales aciertos de esta etapa. Con el respaldo de Enriquillo Sánchez  logramos que el galardón fuese patrocinado por la firma E. León Jimenes, quien pagaría la dotación del mismo, y la comisión se encargaría de su organización. Así nació el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes, gracias a la rápida aceptación de la propuesta por don José A. León, siempre presente, entonces y después, en las acciones que le proponíamos para obtener su apoyo.

Para realizar la primera feria internacional en 1998, ya con la experiencia vivida en 1997, contamos con la asesoría de la entonces directora ejecutiva de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la mayor de la región latinoamericana. De modo que cero improvisaciones, todo fue calculado y seriamente organizado. Ha de esperarse que, contra lluvias y relámpagos -siempre las ferias han contado con chubascos y aguaceros torrenciales- nuestras ferias internacionales continúen, mejoren, se superen,  pero que nunca fallezca. Debe seguir siendo no solo el mayor evento cultural de la República, sino la mayor y mejor feria del libro de Centroamérica y el Caribe. Que nadie nos quite ese cetro.

TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.