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Itinerario de la guerra restauradora (y 3)

Historia de la Guerra restauradora

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Itinerario de la guerra restauradora (y 3)

En Guayubín, el general Hungría, Furcy Fondeur y otros, intentan dialogar con los rebeldes, pero Benito Monción y Manuel Frías (El Chivo), al mando de sus “negros feroces” de Dajabón y Sabaneta, se negaron a un arreglo manifestando  que continuarían en la lucha.

Algunos restauradores, como los generales Lucas Evangelista de Peña y Santiago Rodríguez, se refugian en Haití al conocer que sus compañeros habían sido vencidos en Santiago.

El 2 de marzo de 1863, el general Hungría arremete contra Guayubín, defendida por el general Benito Monción. Luego de ocupar el poblado, Hungría y sus tropas enfilan hacia Sabaneta donde la rebelión ardía.

En el fuerte de Mangá se libra una tremenda batalla donde toma parte activa el general Gaspar Polanco, quien era el jefe de la caballería española. Los dominicanos no logran detener el acoso y, en medio de la refriega, cuenta Pedro M. Archambault que “los dominicanos al ver caer al suelo una imagen de la Virgen del Rosario con un balazo en la cara, se desmoralizaron y huyeron a la desbandada”.

En Montecristi, los rebeldes también abandonan y el general Campillo ocupa esa ciudad. Benito Monción y Santiago Rodríguez rivalizan entre sí y no volverán a verse hasta que huyen a Haití, al ser vencidos en Sabaneta y en Mangá.

Santiago Rodríguez acusa frente a sus tropas a Lucas Evangelista de Peña de la derrota de los patriotas, declarando: “Nosotros somos casi todos los victoriosos de mil combates contra los haitianos y no nos arredran sacrificios ni reveses. He decidido ir a Haití a buscar elementos de guerra para encender otra vez la hoguera de la protesta, pues todo el país ruge de indignación contra Santana y contra España”.

Después de esa reunión en Los Almácigos, Rodríguez salió hacia Loma de Cabrera donde se encontró con su amigo José Cabrera, otro guerrero restaurador. Cabrera le prometió a Rodríguez mantener la desestabilización en la frontera, mientras él viajaba a Haití por pertrechos, para mantener viva la llama de la rebelión. Así lo hizo, moviéndose junto a Pablo Reyes y otros patriotas, hostilizando a los españoles, apareciendo un día en los Cerros de David, otras en Capotillo, a veces en Gurabo o en La Loma. Cabrera se unió luego a Benito Monción, al perderse Sabaneta, y con 200 hombres deciden resistir el ataque de los españoles que habían ocupado a Dajabón.

El 7 de marzo de 1863 Hungría informó a los patriotas que volvieran a sus casas y ofreció el perdón a todos, menos a los jefes de los rebeldes. Los revolucionarios vuelven a desbandarse. Ramón Matías Mella figura entre los que se ocultaron en Haití. También huyeron a Haití o se escondieron en territorio dominicano: Lucas de Peña, Santiago Rodríguez, Ignacio Reyes, Pepillo Salcedo, Pedro Pimentel, Benito Monción, Manuel Rodríguez (El Chivo), y entre los civiles, Ulises Francisco Espaillat, Pablo Pujals, Pedro Francisco Bonó, Máximo Grullón y Juan Antonio Alix.

El 10 de marzo llega Pedro Santana al Cibao para respaldar al tribunal que condenó a los patriotas que se levantaron en armas el 24 de febrero en Santiago. Empero, ya Santana no metía miedo. Por el contrario, era totalmente impopular, por lo cual se mantuvo pasivo, debiendo el general español Rivero solicitarle que regresara a Santo Domingo.

Son condenados a muerte en Santiago los patriotas Pedro Ignacio Espaillat, Juan Francisco Espaillat, Alfredo Deetjen, el poeta Eugenio Perdomo, Luis Bidó, Antonio Batista, Belisario Curiel, Vidal Pichardo, Carlos Lora y Ambrosio de Jesús. Desde la fortaleza San Luis fueron llevados por la calle 30 de marzo hasta el cementerio donde fueron fusilados el 17 de abril de 1863. En ningún momento de la ejecución -asegura Manuel Ubaldo Gómez- los sentenciados “mostraron debilidad ni desfallecimiento”. Según una tradición militar española, los sentenciados a muerte debían ser trasladados en burros. A cada uno se le ofreció un asno para montarse. Pero, el poeta Eugenio Perdomo pronunció allí su célebre frase: “¡No necesitamos eso…los dominicanos cuando van a la gloria, van a pie”.  Fue un día triste para Santiago de los Caballeros. Todas las viviendas mantuvieron sus ventanas cerradas durante esa enlutada mañana.

Los españoles y anexionistas, con Hungría al mando, mantienen conversaciones con las autoridades de Haití para frenar el apoyo a los rebeldes. En el diálogo participa el general haitiano Philantrope Noel, nuevo jefe de la frontera haitiana, nombrado por el presidente Fabre Geffrard. Este general haitiano engaña a los comisionados españoles y mantiene su respaldo a los revolucionarios dominicanos.

El futuro generalísimo Máximo Gómez figuró entre los partidarios de España, siendo designado desde marzo de 1861 secretario de la tenencia de gobierno de Baní, al servicio de otro general, Manuel de Regla Mota. En esa posición estuvo hasta que fue enviado en abril de 1863 al servicio del coronel Gerónimo de Castro, al mando de 50 hombres, para enfrentar a los patriotas en San José de Ocoa.

El 8 de junio de 1863, el general Rivero pide a la corona española anular la anexión, por considerar que era una carga económica muy pesada para España a más de observar que la de los dominicanos era “una raza aguerrida y valerosa que jamás deseó la anexión”, según refiere Archambault. Rivero comunicó a la Reina, a través de un emisario enviado a Madrid, que las nuevas batallas serían terribles, que se avecinaba una gran revolución  y en lo que la Gándara llama “un angustioso grito de alarma”, Rivero consideraba urgente el abandonar la isla.

Se reconcilian en Haití los generales Benito Monción y Santiago Rodríguez. El primero recibió del general haitiano Sylvain Salnave -quien años después sería presidente de Haití- armas y pertrechos. Rodríguez,  junto a Monción sale hacia Cabo Haitiano donde Humberto Marsán les regala la primera bandera dominicana que llevaron los revolucionarios dominicanos. Ambos regresan al territorio dominicano acompañados de Eugenio Belliard, Segundo Rivas, Pablo Reyes, entre otros. A medida que pasaban por las poblaciones se les incorporaban muchos hombres dispuestos a continuar la guerra contra la anexión.

El 3 de agosto de 1863, el poeta popular Juan Antonio Alix traiciona a sus compañeros y a la revolución restauradora, informando a los españoles todos los detalles de la acción que se gestaba en Capotillo: que se habían distribuido más de mil fusiles al pueblo, que estaban llegando gente del interior para enrolarse en la revolución y que en 20 días estallaría la revuelta. El celebrado decimero fue un vulgar delator contra la causa dominicana.

El general Buceta moviliza tropas hacia la frontera noroestana, al recibir informes de los movimientos que se estaban suscitando en Montecristi, Dajabón y Guayubín. Buceta recibe el apoyo de hacendados de Gurabo y Sabana Iglesia, así como de un grupo de generales para defender a Santiago y enfrentar a los patriotas. Las maquinaciones de siempre de los malos dominicanos.

En la primera semana de agosto de 1863, reaparece Gregorio Luperón, en ese momento perseguido por los españoles pero también por los patriotas que llegaron a considerarlo “persona funesta y peligrosa”. Había cruzado desde La Vega hacia la línea noroeste y Puerto Plata, se había internado por bosques y llanuras huyendo de sus perseguidores. Fue apresado en Los Llanos de Pérez por los españoles pero logró ser liberado al decir que trabajaba a las órdenes del general Juan Suero. En Puerto Plata logra reunirse con el general Gregorio de Lora y en Jamao con Ramón Matías Mella. Cuando regresó a La Vega comenzó a propagar la revolución, bajo la estrategia de la “guerra pequeña”, dispersando campesinos patriotas por bosques y desfiladeros, a modo de táctica guerrillera.

El 9 de agosto, el general Buceta parte hacia la frontera. Se ofrece para acompañarlo el general Gaspar Polanco. Se produce una discusión entre ambos. Buceta le dice que no le tiene confianza y lo amenaza. Inmediatamente, Polanco se retira y sale a encontrarse con los patriotas, a quienes ofrece su concurso para pelear en el bando restaurador. Los patriotas le piden que se mantenga al lado de Buceta para conocer sus planes. El 12 de agosto, Polanco vuelve donde el general español. Buceta para halagar a Polanco comete el error de nombrarlo comandante de Guayubín.

El 16 de agosto, en una mañana calurosa, se reúnen en La Visite, cerca de Ounaminthe, en Haití, 14 patriotas que durante la noche cruzan la frontera, mientras en territorio dominicano los esperaba un pequeño grupo, bien armado, de compañeros. Los 14 patriotas que van a iniciar el levantamiento al mando del general Santiago Rodríguez, fueron: Benito Monción, el capitán Eugenio Belliard, Segundo Rivas, Alejandro Bueno, Pablo Reyes, Juan de Mata Monción, Tomás Aquino Rodríguez, José Cabrera, Sotero Blan,  Juan de la Cruz Álvarez (un español que se aplatanó con los patriotas), el corneta Angulo San Mezquita o Amézquita, y dos soldados cuyos nombres no registra la historia. No hubo combate. Tomaron posesión del Cerro de Capotillo e izaron la bandera dominicana que les había regalado en Cabo Haitiano, Huberto Marsán. Y esperaron que saliera el sol por oriente.

Se iniciaba la última etapa de la guerra restauradora que finalizaría, dos años después, el 11 de julio de 1865, con la derrota definitiva de las tropas españolas, y donde se llenarían de gloria los generales Gregorio Luperón y Gaspar Polanco. En Capotillo comenzó la guerra definitiva, porque en guerra se mantuvieron los patriotas dominicanos desde el año de la anexión, en 1861. La auténtica trilogía restauradora, que inició el levantamiento de Capotillo para restablecer la República, está formada por Santiago Rodríguez, Benito Monción y José Cabrera.

Sugerimos la lectura de “Cronología militar de la Restauración” de Ramiro Matos González, Ministerio de Defensa, 2021.

TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.