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Gausachs y la brigada republicana

Nacido en 1889 en cuna burguesa en el suburbio barcelonés de Sarriá, los biógrafos de Josep Gausachs Armengol consignan que tuvo que sobreponerse a ciertas adversidades en su desarrollo personal

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Gausachs y la brigada republicana

Josep Gausachs (1889, Barcelona-1959, Cd. Trujillo) fue uno de esos seres humanos fabricantes de huellas cuyo trayecto marca rutas, dando apertura a nuevos mundos. Dotado de un ojo clínico penetrante, capaz de auscultar los pasillos del alma y escudriñar los estados de ánimo para descubrir sus misterios. Habituado a mirar más allá de lo superfluo, acicateado por esa necesidad vital de aprehender las cosas cual esponja que se nutre. Estudioso de la anatomía, los volúmenes y las formas que moldean a la gente, sus rasgos fenotípicos característicos. Diestro en el manejo de la técnica, evidente en sus trazos seguros y en el dominio polifacético de su alquimia.

Acertado en la paleta cromática, ya empleada en el ambiente de su Europa natal que vive el juego de las estaciones mutantes o en el entorno de verde follaje, encendida luminosidad y mar mordiente que destaca a esta isla enclavada “en el mismo trayecto del sol”. Como poetizara, nostálgico de patria, un exiliado Pedro Mir Valentín, aposentado en la Isla Fascinante cuna de su padre guantanamero, un mecánico industrial azucarero. El mismo poeta, fruto mulato del encaste de cubano y boricua, fraguado en vecindad de tachos meladores, vaporosos y olorosos. Concebido entre el ruido de las enginas industriosas de los ingenios azucareros, en su amado Macorís del Mar.

Nacido en 1889 en cuna burguesa en el suburbio barcelonés de Sarriá, los biógrafos de Josep Gausachs Armengol consignan que tuvo que sobreponerse a ciertas adversidades en su desarrollo personal, como fuera una seria intervención quirúrgica y la pérdida de visión en un ojo ocasionada por el disparo de una chispa. Es evidente que el ojo bueno fue suficiente para ver lo que había que ver y perfilar su apasionada vocación por las artes plásticas. Chispa vital que le enrolaría en una esmerada formación académica y le pondría en contacto con las vanguardias catalana y parisina, encarnadas por Gaudí, Picasso, Juan Gris, Tzara, Braque, Marc Chagall, con su impronta de cubismo y surrealismo. Conoce la obra de Modigliani, con sus estilizados retratos y desnudos. Su persistencia en este ambiente de la bohemia artística le ganará entonces el sobrenombre del “Caballero de Montparnasse”, en referencia al barrio que en los inicios del siglo XX nucleaba en París a una vibrante comunidad de poetas, músicos, escritores, intelectuales y pintores.

Uno de sus maestros lo describe como alumno “inteligente y hábil, (que) atemperaba su academicismo con una discreta dosis de credo impresionista”. En su fase parisina, Gausachs expondría con frecuencia, recibiendo buena crítica de reputadas publicaciones especializadas, colgando igual sus cuadros en galerías de Bruselas y Ámsterdam. De regreso a Barcelona ingresa como docente en la Academia de Bellas Artes, donde por 16 años enseñaría la técnica del repujado en cuero.

Junto a su labor profesoral –que sería una seña de identidad durante sus 20 años en nuestro país, en el que fraguó pródigo discipulado- la candelita creativa prosiguió su curso. Gausachs expuso a lo largo de los años 30 en salas de arte de la Ciudad Condal, destacándose sus paisajes bien logrados y los retratos de trazos firmes. Se le identificó al pintor como exponente de neo fauvismo, calificando la crítica su pintura como una "superación del fauvismo enriquecida, además, por una visión personal”.

Como se refiere en un texto consagrado a perfilar su vida y obra, “en 1934 y 1935 Guasachs expuso paisajes de Ibiza y Mallorca, donde estuvo pintando y trabajando el arte del vitral. La fuerte luminosidad del paisaje mediterráneo, que, sin gradaciones ni matices, como afirmó un crítico (A. Plana de La Vanguardia), pone en primer plano todos los objetos, sin ‘medias tintas’, ‘brutalmente’, es asumida con la misma exactitud perceptual que las nieblas y variaciones infinitesimales que en sus paisajes anteriores lo definen como un virtuoso de la valoración tonal”.

La guerra civil española, que estalla en 1936 y culmina en 1939 con el triunfo del bando nacional encabezado por Francisco Franco, empujará a los derrotados a buscar nuevos horizontes. Tras una estancia en Francia en campos de refugiados, muchos españoles identificados con la causa republicana emigrarán a América. Sólo unos cuantos países abrirán sus puertas al talento y la laboriosidad de los iberos transterrados. Entre ellos Chile, México, Cuba y República Dominicana.

Aquí Gausachs encontrará terreno fértil para estampar su huella fecunda. Le acompañarán en la hornada iluminada el escultor y dibujante Manolo Pascual (1902, Bilbao-1983, New York), primer director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, ENBA. Por igual el violinista de la Orquesta Sinfónica y pintor surrealista Eugenio Fernández Granell (1912, La Coruña-2001, Madrid), clave en el movimiento de la Poesía Sorprendida y su revista, quien estudiaría Sociología en The New School de New York.

Participaría un verdadero portento, José Vela Zanetti (1913, Milagros-1999, Burgos), el muralista burgalés que plasmará multifacético la patria grande dominicana y los rostros duros de su gente. Becario Guggenheim registrado como dominicano, su obra mural monumental registra en las paredes de la sede de la ONU en New York la lucha por la paz de la humanidad.

También otros integrarán esta brigada de las artes plásticas que remozaría el “pequeño universo” de nuestra cultura insular, como gustaba decir locuaz nuestro Pedro Mir en la Facultad de Humanidades de la UASD.

Estarán entre ellos el pintor vanguardista catalán Joan Junyer (1904, Barcelona-1994, Barcelona), cuyos óleos enriquecerían las colecciones del Museum of Modern Art (MOMA) de New York con secciones dedicadas a su aporte al teatro y la danza, quien ya en 1929 habría obtenido el 2do lugar del prestigioso premio del Carnegie Institute Museum of Art de Pittsburgh con sus figuras festivas mallorquinas y residiera unos 15 años en París. Allí, un inspirado Rafael Alberti poetizaría en 1935: “Junyer de un azul/que sale/que sale y entra/por el blanco de una vela/que sale al verde de un pino/que vuelve a una mar sin pena/que sale y entra/al verde gris de un olivo/que en la uva verde se queda/Junyer sale de un azul/El viento es el que lo lleva.

Un más joven Ángel Botello Barros (1913, Pontevedra-1986, San Juan Puerto Rico) formado en Burdeos en las artes plásticas, engrosaría el exilio junto a su familia a los 26 años recalando en Ciudad Trujillo y luego en Puerto Príncipe, deslumbrado por la belleza morena de las hembras de la isla que llevaría al lienzo con fervor. Casado con dama haitiana, a ambos los conocí en San Juan de Puerto Rico donde Botello abrió en 1953 una exitosa galería con sus óleos y esculturas bien logrados que aún opera en manos de la familia en el Viejo San Juan.

La tropa artística republicana contó entre sus filas con el escultor gallego Francisco Vázquez Díaz “Compostela” (1898, Santiago de Compostela-1988, San Juan de Puerto Rico), también radicado en Borinquen tras su estancia dominicana, donde sembró huella pedagógica en el Instituto de Cultura Puertorriqueña y esculpió bustos señeros del poeta José de Diego y del estadista Luis Muñoz Rivera.

José Alloza Villagrasa (1905, Zaragoza-1990, Caracas), formado en Barcelona en la Escuela Industrial de Tarrasa, combinó sus estudios con clases de grabado, acuarela, óleo y dibujo, consagrándose ilustrador dotado de agudo sentido del humor que cultivó desde joven como caricaturista en Cataluña. En nuestro país ilustró la Historia Gráfica de la República Dominicana de José Ramón Estella y otras publicaciones. En Venezuela se graduó en periodismo en la UCV, colaborando en El Nacional, Elite, Venezuela Gráfica, El Gallo Pelón. Y con el Ministerio de Educación.

Alfonso Vila “Shum” (1897, Lleida-1967, Cuernavaca), “pintor, humorista gráfico y dibujante autodidacta anarquista y catalanista, de temperamento despierto, inconformista, jovial”. Así es descrito este polifacético personaje que merece texto aparte, unido en 1932 a Montserrat Ventós, madre de Antonio y Ramón Prats Ventós, ambos notables artistas plásticos.

Suman Antonio Bernard (Toni), Víctor García (Ximpa), Francisco Rivero Gil, el austríaco George Hausdorf. El húngaro Joseph Fulop y la alemana Mounia André, amigos de Silvano. Estuvo el impulso de Rafael Díaz Niese, médico psiquiatra formado en París, director fundador de Bellas Artes en 1940 y la acogida entusiasta del rector Ortega Frier. El empalme con el arquitecto Caro Álvarez y poetas como Mieses Burgos. La fraternidad con artistas: Jaime Colson, Yoryi Morel, Celeste Woss y Gil, Darío Suro.

Encontrará Gausachs el alumnado esmerado de la ENBA, ávido de saberes, con sus primeros egresados, entre los que destacan Hernández Ortega, Marianela Jiménez, Clara Ledesma, Nidia Serra, Martínez Richiez, Tony Prats Ventós. Seguidos por la generación de los 50: Eligio Pichardo, Paul Giudicelli, Domingo Liz, Peña Defilló, Silvano Lora, Gaspar Mario Cruz, Antonio Toribio, Ada Balcácer y Guillo Pérez.

Como resalta en uno de sus pulcros ensayos la historiadora y crítica de arte, nuestra laureada escritora y bien querida Jeannette Miller: “Todos ellos forman una promoción de pintores, dibujantes y escultores que logran una síntesis al plasmar los temas de su cultura con lenguajes contemporáneos. Vendedoras de hojas, brujos, negros y mulatos exorbitados, cimbreantes, deformados por los lenguajes expresionistas, neorrealistas, surrealistas. Estos artistas se sirven de la modernidad para canalizar su visión de la vida, una visión mágica y atemorizada ante un momento cultural que esplendía bajo la mordaza de la dictadura”.

Esta será la marca Gausachs y de otros artistas que alumbraron esa lumbre. Que iluminó esos desnudos que nos descubre la geografía negra y mulata de la patria plena de sensualidad fresca. Que nos levantan el ánimo e incitan al amor carnal. Que enternecen el espíritu y vigorizan el endiablado cruce de colores. Esas ricas maceraciones criollas que hacen mágica la humanidad en esta yola insular que nos ha tocado como morada.

Gausachs expuso a lo largo de los años 30 en salas de arte de la Ciudad Condal, destacándose sus paisajes bien logrados y los retratos de trazos firmes. Se le identificó al pintor como exponente de neo fauvismo, calificando la crítica su pintura como una “superación del fauvismo enriquecida, además, por una visión personal”.



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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.