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Brasil, la tercera América

Las raíces de Brasil parten históricamente de Portugal

Hace casi cuatro décadas aprendí a conocer mejor el espacio geográfico-político que llamamos América Latina. En a­ños más próximos, lo mismo me ha ocurrido con lo que acostumbramos reunir bajo el nombre de El Caribe. La conclusión es que ambas denominaciones constituyen un mito.

Ciertamente, hay necesidades geopolíticas, de estrategia de desarrollo, de facilitación de un mercado común, de  acoplamiento de unidades políticas bajo una sombrilla colectiva, que viabilice sus variados campos de acción. Cuando estudiábamos en la primaria, cada 12 de octubre cantábamos en la escuela un himno, cuyas letras y melodía aún puedo recordar completas, donde Panamá no figuraba como parte de Centroamérica. Era un país individual, sin pertenencia a conglomerado alguno que, en algún momento de su historia, había sido parte de Colombia. Sencillamente, porque la confederación centroamericana sólo incluía a El Salvador, Honduras y Costa Rica. Luego, se insertaron Nicaragua y Guatemala, que entraban y salían de esa federación por diferentes disputas. Finalmente, hoy, aún cuando no exista ningún tratado o documento que avale el nombre de la región y esa unidad de intereses, esas cinco naciones son las propiamente centroamericanas. Se agregó Belice -que los guatemaltecos creen territorio suyo- que es colonia británica. Y sólo en los últimos decenios comenzó a incluirse a Panamá en el grupo, aunque los panameños -historiadores suyos así lo afirman- no se consideran centroamericanos.  El Caribe es otra realidad geopolítica con mucha diversidad y una ausencia de comunión de intereses, habla, tradiciones, costumbres, fuentes étnicas y, lo principal, la falta de identidad común que caracteriza también a Centroamérica.

América Latina corre la misma suerte. Fue Nestor Dos Santos Lima, un importante historiador y ensayista, quien fuese embajador de Brasil en República Dominicana en los inicios de los años ochenta del siglo pasado, quien nos mostró la imagen y la auténtica identidad de su patria como una América distinta. Santos Lima afirmaba que la palabra “americano” se puede aplicar indistintamente a las Américas todas, “pero la mayoría de las veces es dicha exclusivamente como sinónimo de ‘norteamericano’, ya que efectivamente la América que cuenta ante los ojos del mundo es la América del Norte, los Estados Unidos de América”.  Sobre el concepto de “latinoamericano” arguía que “dejaba mucho que desear, cuando es tomado como referencia concreta a una generalización válida de patrones culturales y vivencias latinas que serían comunes a todas las repúblicas corrientemente llamadas así”. El autor nos mostraba una gran verdad: los anglosajones tiene su propio mundo; los hispanoamericanos tienen una comunidad histórica y lingüística que la une necesariamente a España. Pero, ¿y los brasileños? Los luso-brasileños, que forman una comunidad de habla y tradición, encuentran justo en ese punto, su sentido nacional, y continental por demás, porque como creía Santos Lima esa comunidad le ofrece “un horizonte más amplio y más intensamente humano que el que le ofrece el ámbito latinoamericano”.

Las raíces de Brasil parten históricamente de Portugal. Su multiplicidad étnica, con la presencia de diversos grupos indígenas y sus propias tradiciones, lo alejan de la región latinoamericana, aunque la raíz latina -que es la que la ha insertado, casi a la fuerza, en el contexto regional aludido- sea base también de su expresión lingüística. Santos Lima decía que el concepto que se le atribuye de “latinoamericanos” a los brasileños es “cómodo, didáctico” pero “superficial” porque el concepto que engloba a los hispanoamericanos y a los luso-americanos “se muestra cada vez más inadecuado en lo que a Brasil y a su gente se refiere”.  Entonces, como Brasil no pertenece a la América hispánica ni a la América anglosajona, ese gran país conforma lo que Santos Lima, y antes Gilberto Freire, llamaron Tercera América.

La “individualidad continental” de Brasil la excluye de Latinoamérica. Brasil tiene personalidad propia, muy diferenciada de todas y cada una de las naciones latinoamericanas. Brasil siempre ha tendido hacia la individualización dentro de este conglomerado al que nos incorporan a nosotros, los caribeños, de modo que somos “caribes” y “latinoamericanos”, cuando, como isleños, los habitantes de esta subregión estamos apartados geográficamente de la América Latina, a pesar de que,  como en el caso de República Dominicana, tengamos un elemento común con la América Hispana, de raíces históricas y lingüísticas que nos unen indisolublemente. Brasil es otra cosa. Por el peso de su grandeza territorial, por el volumen de  su población, por sus características peculiares, por sus diferencias psicológicas, por su mentalidad portuguesa, por la lengua, “la manifestación más viva de su carácter, el vínculo más enérgico de su cultura común”, (según Johan K. Blunsthchli y su “Teoría general del Estado”), por el elemento étnico heredado del portugués (“el tejido conjuntivo, el cimiento que unió las diferentes piezas de la moderna estructura humana, cultural y política del Brasil”), esta nación tiene muy poco en común con las dos Américas, la hispánica y la anglosajona.

Desde la visión poblacional y demográfica, Brasil tiene 215 millones de habitantes y 8.511.965 kilómetros cuadrados. En la llamada región latinoamericana, le sigue México en población con 126 millones en 1.964.375 millones cuadrados, pero Argentina, aunque con tan solo 47 millones de habitantes, su geografía abarca 2.780.400 km. cuadrados, y Colombia, con mayor población, 52 millones, se establece en 2.070.408; Venezuela tiene 32 millones de habitantes, aunque la ONU ha establecido que en los últimos cinco años han emigrado, a causa de su desconfiguración económica y política, alrededor de 6 millones de venezolanos. El resto mayor de habitantes lo tiene Chile, con 18 millones; y de todos los demás, incluido los caribeños y centroamericanos, República Dominicana y Cuba bordean, entre los dos, con estadísticas de más de diez años cada una, cerca de 25 millones de habitantes en el marco de lo que antes se llamaba Antillas Mayores. (Anotemos, sólo como dato comparativo, que Rusia tiene 148 millones de habitantes; Japón, 126 millones, y que de los 13 países europeos, el mayor es Alemania con 84 millones, y hay seis naciones entre éstas menores en población que República Dominicana y Cuba).

Si lo vemos desde otro ángulo, la capital imperial, Estados Unidos, cabeza del Norte anglosajón, que de latino sólo tiene la población migrante de los pueblos morenos, tiene 333 millones de habitantes en 9.828.675 millones cuadrados; y en Canadá, un territorio casi anexo a EE UU, habitan 38 millones. En la cabeza de la lengua que da origen y forma a la latinidad hispánica, España tiene tan solo 47 millones. Brasil pues no puede ser asimilado en la América Latina, a fuerza de unir colectividades nacionales desiguales bajo el amparo de la diversidad, por su carácter continental que la convierten, seguramente, en una tercera versión de las Américas. Brasil es un continente, poblacional y demográficamente, de carácter  multiétnico, que tal vez, sólo admite semejanzas con la América hispana en sus dilemas políticos, torceduras económicas y medioambientales (ampliadas en la gestión del ex militar ultraconservador Bolsonaro), y en una historia de conflictos sociales que aún siguen activos. Brasil crece de noche cuando los brasileños duermen, dice un dicho popular brasileiro. Ese continente-nación llega en la tercera década de este siglo veintiuno,  fragmentado, dividido a partes iguales entre los dos hombres que lideran su extraordinaria población y en un momento de crisis global que amenaza a la democracia y supedita el presente y el futuro de Brasil como Tercera América a la incertidumbre. Esa tercera América es a la que Luiz Inácio Lula da Silva le tocará dirigir a partir del primer día del 2023, mientras en la otra acera estará al acecho Jair Bolsonaro para intentar aguar la fiesta y lanzar a las calles a esa otra mitad de la población brasileña que le sigue frenéticamente. Lula, gran estratega y negociador político, tiene en sus manos, en la etapa final de su liderazgo y de sus años activos, la más difícil de las encomiendas políticas del mundo actual. Uno aspira a que la tercera América sobreviva y se expanda el estilo democrático, de centroizquierda, de un Lula que ha mostrado creer en la unidad de las fuerzas políticas para encaminar su nación-continente hacia el progreso y la estabilidad. Para Lula, no lo dudemos, hay una piedra en el camino.

“En medio del camino había una piedra / había una piedra en medio del camino / había una piedra / en medio del camino había una piedra. / Nunca me olvidaré del acontecimiento / en la vida de mis retinas tan cansadas./ Nunca me olvidaré que en medio del camino/ había una piedra/ había una piedra en medio del camino/ en medio del camino había una piedra” - Carlos Drumond de Andrade.

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    Nestor Dos Santos Lima Ediciones de Taller, 1984 208 págs. Ensayo sobre la individualidad continental del Brasil. La primera edición en portugués data de 1967.<br>
    LA TERCERA AMÉRICA

    Nestor Dos Santos Lima Ediciones de Taller, 1984 208 págs. Ensayo sobre la individualidad continental del Brasil. La primera edición en portugués data de 1967.

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    Ugo Pipitone Taurus, 2015 551 págs. Una historia de la izquierda en América Latina. La izquierda está obligada a demostrar que aún puede ser una fuente de esperanza y de justicia con libertad.
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    Ugo Pipitone Taurus, 2015 551 págs. Una historia de la izquierda en América Latina. La izquierda está obligada a demostrar que aún puede ser una fuente de esperanza y de justicia con libertad.

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    Héctor Aguilar Camín FCE, 2008 70 págs. Imaginando a una izquierda que gobierne al mundo, un mundo real, para transformarlo.<br>
    PENSANDO EN LA IZQUIERDA

    Héctor Aguilar Camín FCE, 2008 70 págs. Imaginando a una izquierda que gobierne al mundo, un mundo real, para transformarlo.

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    Tzvetan Todorov Galaxia Gutenberg, 2022<br>203 págs. El enemigo de la democracia está en nosotros mismos. Quien decide el destino de la democracia es la suma de nuestras voluntades.<br>
    LOS ENEMIGOS ÍNTIMOS DE LA DEMOCRACIA

    Tzvetan Todorov Galaxia Gutenberg, 2022203 págs. El enemigo de la democracia está en nosotros mismos. Quien decide el destino de la democracia es la suma de nuestras voluntades.

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    Carlos Drummond de Andrade Visor, 1990<br>325 págs. Antología del poeta mayor del siglo XX brasileño. La realidad poética trabajada con las manos puras.<br>
    ITABIRA

    Carlos Drummond de Andrade Visor, 1990325 págs. Antología del poeta mayor del siglo XX brasileño. La realidad poética trabajada con las manos puras.


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José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.