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Preservar los premios Soberano, un desafío

El arte popular es, entre todas las expresiones artísticas, el que más necesita de los concursos y de las premiaciones

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Preservar los premios Soberano, un desafío

Los concursos en el campo de la cultura, constituyen un elemento cardinal en la proyección de los protagonistas del suceso literario o artístico y en la valoración histórica de los ejercicios en esos campos.

Muchas veces no se alcanza a comprender la relevancia que tienen los certámenes culturales de cualquier tipo, ya sea en las letras, en las artes visuales, en el arte clásico y popular.  Y es que sin la existencia de estos torneos no podríamos determinar el crecimiento de cada rama, construir la historia literaria o artística, y sembrar la semilla de los valores de la literatura y el arte desde sus diversas manifestaciones y ejercicios.

El deportista entrena constantemente para competir. Esa es su naturaleza. Los griegos, que eran cultores del cuerpo y no propiamente deportistas como se cree erróneamente (lo que hoy sería el fisiculturismo o el gimnasio, que fue invento suyo),  fundamentaron el surgimiento de los atletas de campo y pista, y la práctica del pentatlón. Las Olimpíadas surgieron en Grecia por esa práctica no propiamente deportiva.  Lo que sí no cabe duda es que la competencia entre los que ejercitaban sus cuerpos fue lo que dio origen a los torneos deportivos. Roma es, en verdad, la cuna del deporte, con las demostraciones de fiereza,  violencia y crueldad de los gladiadores romanos, la carrera de los cuadrigas -que retrató magistralmente William Wyler, dirigiendo a Charlton Heston y Jack Hawkins en el célebre film “Ben Hur”-, las luchas de atletas fornidos con animales salvajes, las celebraciones atléticas que heredaban los romanos de los etruscos y que armonizaban con las competencias artísticas en teatro, danza, canto. La esencia pues del deporte, ayer y hoy, es la competencia.

En la literatura y el arte no ocurre exactamente lo mismo. Se escribe, se dibuja, se interpreta, se baila, se canta, por vocación (obviamente, el deporte también es un acto vocacional como cualquier otro oficio o ejercicio profesional), pero no, necesariamente, se realizan esas labores artísticas para destinar sus producciones a un torneo. Grandes escritores y

artistas dejaron sus nombres grabados en la historia humana sin haber participado nunca en una competición en los géneros donde ejercitaron sus saberes y dones. Produjeron la atención de lectores y amantes del arte de modo directo, a través de sus obras literarias, de sus pinturas, de sus ejercicios danzarios o teatrales, de sus canciones. Creo que Isadora Duncan,  Nureyev,  Margot Fonteyn o Alicia Alonso no necesitaron participar en competencias danzarias para construir su historia. A lo sumo, tal vez, audiciones en sus épocas primeras.  O Miguel Ángel, Donatello, Picasso, Dalí. O Tebaldi, Carusso, Pavarotti, Montserrat Caballé. O Neruda, García Márquez, Tolstói, Faulkner, Whitman, Wilde. Pero, los certámenes  literarios y artísticos existen, han existido siempre, como formato de proyección en los respectivos campos del arte, otorgando mayor visibilidad a los protagonistas laureados.

El escritor, como el artista clásico o popular, necesitará siempre de esos impulsores que son los concursos. He dicho otras veces que, por ejemplo, el cuento dominicano contemporáneo nació en los concursos de La Máscara, a finales de 1965, y posteriormente de su continuador directo Casa de Teatro, que ha sido el lauro de mayor permanencia y donde surgieron las grandes voces narrativas de los setenta hasta hoy. Agreguemos las contribuciones de los concursos provinciales de la Alianza Cibaeña, de Santiago, la Sociedad Cultural Renovación, de Puerto Plata, y de Radio Santa María, de La Vega. Y un premio que permitió inscribir obras y nombres imborrables en el quehacer de la literatura, como el Siboney. Juan Bosch, por ejemplo, no necesitó de concursos para ser el padre de la cuentística dominicana, pero la mayoría de los nombres bien asentados en nuestra historia literaria surgieron gracias a los concursos mencionados, sin olvidar los premios oficiales de literatura que también han cumplido su rol histórico. Decimos cuento, pero podemos decir por igual, poesía, novela, que creemos son los géneros que más han favorecido el desarrollo de nuestra cultura literaria. En las artes visuales ya sabemos lo que significan las Bienales o los concursos de E. León Jimenes para la valoración de obras y nombres de los artistas galardonados.

El arte popular es, empero, entre todas las expresiones artísticas, el que más necesita de los concursos y de las premiaciones, porque es en este campo donde la competitividad llega a su grado máximo, a causa de una razón fundamental: la comercialización que se manifiesta en producciones disqueras, espectáculos, contrataciones, ventas, y en la popularidad de sus intérpretes. Esta comercialización es parte intrínseca de este sector y premiar a los artistas es casi parte de su razón de ser. Un escritor puede pensar en certámenes cuando escribe y publica. Un pintor o escultor puede aspirar a llevar sus creaciones a bienales y concursos. Pero, ambos no necesitan de torneos para mostrar lo que escriben, pintan  o esculpen. Necesitan de editoras que les publiquen sus libros o de mecenas y de marchan d’art que los acojan para llevarlos al mercado.

El artista popular exige recompensar su labor en premiaciones que valoren, impulsen y encaminen su proyección. El artista clásico se favorece por igual, sobre todo cuando no tenemos concursos especiales para quienes ejercen en este sector. Esa fue la labor pionera de Máximo Polanco Estrella cuando creó los premios El Dorado, continuada a partir de 1984 por la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte). Y con Acroarte llegaron los premios Casandra, teniendo como escenarios al extinto teatro Olimpia, en la calle Palo Hincado, y luego  al Palacio de Bellas Artes, al hotel Jaragua, y a la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito. De 1985 a 2021 se han realizado 36 premiaciones y colocando piedra sobre piedra se ha levantado un galardón de prestigio nacional e internacional, con audiencias que han crecido con los años y producciones glamorosas como difícilmente se conozcan en países de nuestra región y más allá.

Los premios Soberano, como antes el Casandra, constituyen una institución del patrimonio cultural de la República Dominicana. El artista necesita alimentarse de esa premiación. El popular y el clásico. Pero, además, y es lo que más deseo enfatizar, la historia del arte nacional no se puede escribir sin ese lauro. En tiempos grises como los actuales en el ámbito artístico, donde los cambios operados por la dinámica de los tiempos han modificado formatos y especificidades en el campo del arte popular, a más de la revolución producida por nuevas formas de expresión artística que no pueden soslayarse, los premios Soberano son una necesidad prioritaria. Acroarte tiene por delante un desafío inmenso para que el certamen no se diluya y termine evaporándose del escenario nacional el único premio que resalta a nuestros valores artísticos, no importa rama, estilo, modalidad o género.

Este año no se ha celebrado el galardón que ya fue afectado en 2020 por la pandemia. Los patrocinadores deberían comprender que más que una presencia económica invaluable y beneficios de mercado, ellos forman parte de la historia del arte nacional junto a los protagonistas de ese suceso anual. Ese desafío implica tolerancia, entender el valor histórico del lauro y, sobre todo, inteligencia proactiva comercial y gremial.  Habría que ajustar costos, resolver dilemas, crear una fuerza unitaria alrededor del premio, pero relanzarlo en el 2023 con la seguridad de que los dueños del premio que son los acroartistas, y los patrocinadores que son su sustento, tomen conciencia de que levantan el patrimonio cultural dominicano con esta premiación camino a celebrar cuatro décadas, contra viento y marea.  Estos nuevos tiempos exigen de esta competencia para que el arte popular no se nos marchite y las precariedades múltiples que padecemos no borren del mapa de nuestra historia cultural a los premios Soberano.

LIBROS
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    Máximo Jiménez <i>et al</i>. Acroarte, 2022, 469 págs. Los premios Soberano y Acroarte. Valiosa recopilación de documentos de prensa que construyen la historia de este gran galardón y de su matriz.
    TRES DÉCADAS DE HISTORIA

    Máximo Jiménez et al. Acroarte, 2022, 469 págs. Los premios Soberano y Acroarte. Valiosa recopilación de documentos de prensa que construyen la historia de este gran galardón y de su matriz.

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    Arístides Incháustegui y Blanca Delgado Malagón, Primer tomo: 1940-1965, Segundo tomo: 1966-1996, Banco de Reservas: 1998, 1999, 1,090 págs. El más extraordinario trabajo de recopilación documental para rescatar el pasado musical dominicano.
    VIDA MUSICAL EN SANTO DOMINGO

    Arístides Incháustegui y Blanca Delgado Malagón, Primer tomo: 1940-1965, Segundo tomo: 1966-1996, Banco de Reservas: 1998, 1999, 1,090 págs. El más extraordinario trabajo de recopilación documental para rescatar el pasado musical dominicano.

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    <i>Siglos XIX-XX</i>, Bernarda Jorge, Ediciones de Cultura, 2011, 346 págs. Un estudio completo, erudito, con rigor académico y lenguaje ameno sobre nuestra expresión como pueblo creativo y musical.
    LA MÚSICA DOMINICANA

    Siglos XIX-XX, Bernarda Jorge, Ediciones de Cultura, 2011, 346 págs. Un estudio completo, erudito, con rigor académico y lenguaje ameno sobre nuestra expresión como pueblo creativo y musical.

  • Expandir imagen
    Fernando Casado, AGN, 2018, 389 págs. Su voz creó una trayectoria magistral. Como escritor, afinó el instrumento para mostrarnos los pormenores de su experiencia humana y musical.
    PALABRA, CANTO Y TESTIMONIO

    Fernando Casado, AGN, 2018, 389 págs. Su voz creó una trayectoria magistral. Como escritor, afinó el instrumento para mostrarnos los pormenores de su experiencia humana y musical.

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    Pedro Carreras Aguilera, Editora Nacional, 2014, 134 págs. La obra de uno de los mejores ensayistas de tiempos recientes. Un repaso por la vida del acordeón y sus intérpretes. Por dónde comenzó todo.
    UNA CENTURIA TOCANDO ACORDEÓN: DE ÑICO LORA A TATICO HENRÍQUEZ

    Pedro Carreras Aguilera, Editora Nacional, 2014, 134 págs. La obra de uno de los mejores ensayistas de tiempos recientes. Un repaso por la vida del acordeón y sus intérpretes. Por dónde comenzó todo.


TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.