Volver a Duarte
Volver a Duarte es la proclama de la hora

La mayoría de los padres de las patrias latinoamericanas son poco conocidos, no solo en nuestro país, sino también en las naciones que comparten con nosotros la lengua hispánica y más allá. Los gobiernos de Trujillo y Balaguer, cada uno en su tiempo, honraron a los fundadores de diversas naciones del mundo con designaciones de vías importantes y construcciones de plazas y monumentos. En pocos países he visto tal diversidad de reconocimientos a los grandes próceres de los procesos independentistas de América. Trujillo honró a Washington, a Bolívar, a San Martín, a Joaquim José Da Silva Xavier, a quien se conoce como Tiradentes porque era odontólogo y ese mote portugués significa “sacamuelas”. El dictador honró hasta al político y militar haitiano Fabré Geffrard, seguramente por los aportes que hizo a la guerra restauradora, aunque antes fue comandante de un regimiento de los que dirigió Dessalines, el padre de la patria de Haití, en el acoso a la ciudad de Santo Domingo para vencer a las tropas francesas y a los colaboradores criollos de las mismas, capitaneadas por Ferrand. La avenida Abraham Lincoln, el gran prohombre estadounidense, llevó antes su nombre.
Balaguer llevó al bronce la estatua ecuestre del mexicano Benito Juárez, originalmente colocada en el centro de las avenidas 27 de febrero y Winston Churchill y que desde hace un par de décadas se ubicó entre las avenidas México y Pedro Henríquez Ureña, frente a la parte trasera del Palacio Nacional. Churchill, gran estadista británico, es otro de los que fueron seleccionados por el gobierno de Balaguer para dotar con su nombre una de las principales vías capitalinas. Igual hizo con John F. Kennedy, cuyos aportes a la República Dominicana, como los de Churchill, desconocemos por completo.
Balaguer honró a José Martí. Su enorme escultura, réplica de la colocada en la Plaza de la Revolución de La Habana, está situada en la confluencia de las avenidas Los Próceres con República de Colombia. En un parque próximo a esta estatua sentada de Martí, que han denominado Los Crisantemos, me parece haber visto otras dos de adalides cubanos. Y aquí entraríamos en otro tema que no busco evaluar ahora, y es la necesidad de que los bustos y estatuas de patriotas extranjeros sean trasladados a sus lugares correctos, o sea, en las calles y avenidas donde se les honra con sus nombres. Pedido viejo que hicimos, muchos años atrás, y desde tribunas diferentes, Andrés L. Mateo y quien suscribe con muy escasa recepción, salvo la estatua de Juárez que se hacía obligado buscarle sitio después de eliminarse la rotonda donde originalmente estuvo ubicada.
En el reparto Honduras se colocó en el gobierno de Balaguer un busto del patriota hondureño Francisco Morazán, el único líder político que logró unificar las naciones de Centroamérica, convertirlas en una federación y regirlas durante diez años. Supongo que inspirado en Morazán, Balaguer designó ese ensanche capitalino con el nombre de la patria de origen de esa gran figura. Creo que fue en uno de los gobiernos perredeístas de Guzmán y Jorge Blanco que se le dio el nombre del político venezolano Rómulo Betancourt a la extensión de la avenida Bolívar, desde la Lincoln hasta la Luperón, para honrar la gran contribución de este distinguido político a la causa antitrujillista, afectado para siempre físicamente de las heridas que sufrió con el asalto en Caracas a la caravana presidencial mientras se dirigía hacia el palacio de Miraflores, obra del genio del mal que fue Johnny Abbes García. Ha de recordarse que Balaguer acompañó a Betancourt cuando recorrió parte de nuestro país, mucho antes del régimen del Brigadier, cuando hacía campaña contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, cuyo gobierno se extendió por 27 años. En la avenida que lleva al Faro dedicado al Almirante de la Mar Océana, hay bustos de color blanco de figuras históricas de otros países. Creo que una de ellas, si aún están ahí, honra al argentino Juan Domingo Perón.
Que tengamos bustos, estatuas, calles y avenidas con los nombres de fundadores de naciones, héroes y figuras señeras de la historia latinoamericana, me parece que le otorga a Santo Domingo un halo de generosidad y de acopio de los atributos de esos hombres, que resulta distintivo, aunque tal vez otros consideren exagerado este recurrir a protagonistas relevantes de la vida política extranjera, como si acaso se nos hubiesen agotado los héroes y próceres dominicanos. He de anotar que, también en el segundo Balaguer, el de los diez años, se levantó una plaza en la que creo pocos reparan, entre las avenidas Kennedy y San Martín, antes de tomar la Leopoldo Navarro a la derecha y la Barahona a la izquierda, que reúne a un grupo de civilistas dominicanos de gran talla, un homenaje tardío tal vez, pero válido. Más lejos debieron llegar esos nombres. Anoto otra: en la Plaza de la Cultura figura una imponente estatua del filólogo y político venezolano Andrés Bello, en un rincón abandonado de dicho lugar. Otro que debiera buscársele mejor destino.
Digo todo esto para comentar, a propósito de la conmemoración el próximo lunes de la gesta independentista que nos liberó del yugo haitiano -amenaza activa, desde otras perspectivas, que se mantiene 179 años después del grito febrerista- la necesaria labor que hay que impulsar para dar a conocer a nuestro Padre de la Patria y lograr que tenga presencia en el bronce o en el mármol más allá de nuestras fronteras. Recuerdo a este propósito cuando conversando con el presidente Leonel Fernández, durante el periodo de su gobierno 2004-2012, este nos comentara la urgencia que teníamos como dominicanos de exaltar los símbolos patrios y fomentar el pensamiento duartiano dentro y fuera del país. “Llegará un momento en que si no exaltamos nuestra dominicanidad y mostramos al mundo quién fue y cómo pensaba el fundador de nuestra nacionalidad, podría irse extinguiendo el amor a nuestros valores en las generaciones actuales y por venir, y peor aún, que se intente violentar nuestra soberanía por intereses extraños a los que buscamos como nación independiente”. Más o menos, puesto que no las tengo grabadas más que en mi mente, fue lo que nos dijo el primer mandatario en esa conversación que, de alguna manera, se convirtió en un instructivo para crear un proyecto que enalteciera a la figura cimera de nuestra historia en otras partes de la geografía global.
Fue así que nació el programa de Plazas Duartianas que permitió que, por primera vez, se llevara la efigie de Duarte en bronce a varios países. El primero de estos espacios se levantó en Madrid, en la Plaza de Oriente, casi frente al Palacio Real, escogiéndose un lugar que estaba al lado de los bustos de Martí y del líder independentista puertorriqueño Pedro Albizu Campos. Nunca estuvo Duarte tan bien acompañado fuera de nuestro lar. El presidente Fernández asistió al acto y develizó el busto del patricio acompañado de una delegación de historiadores y de intelectuales dominicanos, así como de jóvenes que estudiaban becados por su gobierno en distintos puntos de España. Pronunció allí un vibrante discurso exaltando la obra y el pensamiento de Duarte. El entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, estuvo presente y dijo algunas palabras, al tiempo que se rindieron honores militares al Padre de la Patria. Fue el inicio de aquel gran programa, nunca antes desarrollado, que permitió instalar otras plazas duartianas en Barcelona, Sevilla, Cádiz y Vejer de la Frontera, este último un pequeño pueblo de unos trece mil habitantes, donde naciera el padre del patricio Juan José Duarte. Fue la primera vez que una delegación del gobierno dominicano visitó esa localidad gaditana, que es parte de la historia dominicana y donde, según comprobamos, se deja constancia en su iglesia central de que ella es la cuna del padre de un hombre que fundó una nación en el Caribe. La plaza se inauguró -para sorpresa de todos los que asistimos- frente a un barrio llamado República Dominicana. En Cádiz, el lugar seleccionado para la plaza duartiana fue frente al puerto desde donde partiera Juan José Duarte en busca de nuevos horizontes, hasta llegar a Santo Domingo. En total, se instalaron 15 plazas duartianas. En Nicaragua se inauguraron cinco, ubicadas en Managua (justo en la avenida que sale desde el aeropuerto y concluye en la capital nicaragüense), también en Granada, León y Masaya; en Ciudad de México, en San José de Costa Rica, y en París. En nuestro país, se instalaron bustos en Santo Domingo, en la Plaza de la Cultura, en Santiago de los Caballeros y en Elías Piña.
El “exégeta y revolucionario cabal” que fue Juan Pablo Duarte, al decir de Juan Daniel Balcácer, es héroe en la historia, porque como afirmara Hugo Tolentino Dipp, él “supo sentir y prever, como un hombre de pie sobre su propio tiempo, el íntimo proceso de las mutaciones sociales que sacudían a nuestro pueblo”. Hoy que los “orcopolitas”, hombres y mujeres, nuestros y foráneos, conspiran contra la salud de la Patria, se hace necesario como escribió el poeta Juan Sánchez Lamouth “volver la cara hacia las hojas verdes de febrero…hoy que hasta las llanuras desean tus palabras subterráneas”. Volver a Duarte es la proclama de la hora.
- EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN EN LA VIDA DE JUAN PABLO DUARTE
Carlos Federico Pérez y Pérez, Sociedad de Bibliófilos, 2007, 278 págs. “Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”.
- LA INDEPENDENCIA DOMINICANA
Juan D. Balcácer y Manuel A. García Arévalo, Editorial Mapfre, Madrid, 243 págs. “La Ley Suprema del pueblo dominicano es y será siempre su existencia política como Nación libre en independiente”.
- PADRES DE LA PATRIA
Roberto Cassá, AGN, 2008, 100 págs. “Entre los dominicanos y los haitianos no es posible una fusión”.
- LA FACETA DINÁMICA DE DUARTE Y EL DECÁLOGO DUARTIANO
Pedro Troncoso Sánchez, Secretaría de Educación, 1994, 121 págs. “Los enemigos de la Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes en destruir la Nacionalidad, aunque sea preciso aniquilar a la Nación entera”.
- DUARTE EN EL IDEAL / HACIA UNA REVALORIZACIÓN DEL IDEAL DUARTIANO
José Rafael Lantigua, CPEP, 1999, 145 págs. “El gobierno debe mostrarse justo y enérgico…o no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”.