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Israel y Palestina, guerra y paz

La declaración de independencia de Israel y sus ramificaciones

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Israel y Palestina, guerra y paz

Era, exactamente, las tres de la tarde, del viernes 14 de mayo de 1948, cuando David Ben Gurión se puso de pie y dando tres veces con el mallete sobre la mesa anunció la fundación del Estado de Israel. El acto fue sencillo: se realizó en solo 32 minutos. La convocatoria, en el Museo de Tel Aviv, se hizo en secreto para evitar que los árabes bombardearan el lugar. Al momento de la proclamación, la orquesta filarmónica que se encontraba escondida en el segundo piso, interpretó el himno nacional judío. Prontamente, los presentes se dispersaron. Las tropas británicas de ocupación se retiraron a la medianoche del día siguiente.

Poco más de cuatro meses antes, el 29 de noviembre de 1947, la ONU había aprobado el Plan de Partición de Palestina. Israel ocuparía Haifa, Tel Aviv, Jaffa, Beerseba y toda la parte del Néguev, a más de un trozo junto al lago Tiberíades. Los palestinos, la parte fronteriza frente al Líbano, Yenín, Naplusa, Belén, Hebrón y Gaza. Jerusalén quedaba como tierra de nadie. No estaba mal, pero los palestinos no aceptaron y poco a poco, en guerras inmediatas, Israel fue ocupando otros territorios, incluyendo Jerusalén oriental.

¿Cómo se funda un Estado, se preguntarán muchos, sin población activa, sin recursos, sin agrupamientos militares para su defensa?  En el caso de Israel, la migración estimulada y, en algunos casos, financiada, de los judíos dispersos por el mundo que afluyeron a Palestina. Esta población fue asentada en proyectos agrícolas, base del sustento y la economía de los inicios. Los kibutz, establecimientos donde se vivía en comunidad, y que no eran creación del momento pues los primeros se abrieron en 1909 con una oleada migratoria de judíos a Palestina desde Rusia. La formación temprana, antes del nacimiento del estado judío, de milicias armadas, que en el momento fundacional ya contaba con 85,000 hombres y mujeres. La Haganá, tal su nombre en hebreo, era una milicia clandestina que, incluso, realizó actos terroristas contra enclaves árabes para imponer los objetivos del sionismo, luego convertido en ejército oficial listo para la pelea, pues sus principales activos eran veteranos de la II Guerra Mundial. Debemos agregar una realidad favorable a la dación de un "hogar nacional": los judíos venían de sufrir la desgracia del Holocausto y la aún vigencia del  antisemitismo favorecía esta instalación.

La resolución de la ONU que abrió las puertas al nacimiento del Estado-Nación de Israel fue aprobada por 33 países, incluyendo República Dominicana, gobernada entonces por Rafael L. Trujillo, y 19 votaron en contra, la casi totalidad de los países árabes y musulmanes, y entre los latinoamericanos,  Cuba, cuyo gobierno lo encabezaba Ramón Grau San Martín. Hubo 10 abstenciones, entre ellos Argentina (asiento de una gran colonia judía), Colombia, México, Chile, El Salvador y Honduras. Y un detalle poco recordado: la primera en reconocer el nuevo Estado de Israel, tres días después, fue la Unión Soviética, proveyendo además las primeras armas para consolidar al ejército israelí, con el envío de ametralladoras, fusiles y municiones. La URSS incentivó a Checoslovaquia a vender a buen precio a los israelitas aviones de combate, tanques de guerra, artillería pesada, armas de alto calibre, obuses y millones de cartuchos que fueron piezas decisivas en la guerra contra los países árabes que se desarrollaría días después del acto fundacional. Stalin, que recién había tomado el poder, devolvía un favor al recordar seguramente que los principales líderes bolcheviques eran de origen judío.

Vale decir que en el origen de Israel como Estado, fue muy activa la presencia de la ideología marxista. Un segmento judío abogaba por un estado socialista. Los kibutz se crearon bajo el esquema de compartimiento que pregonaban los seguidores del judío Carlos Marx. Posterior a la fundación, y hasta hoy, Israel tiene partidos políticos de todas las especies, incluyendo un partido árabe, un partido comunista y otro más cuya base es un estado socialista. El tema religioso no formó parte original de la fundación de Israel. Se pretendía un estado laico. Cuando el proceso de fundación estaba en marcha, los miembros del sector religioso, los ultra ortodoxos, amenazaron con no apoyar el establecimiento de la nación israelita, por lo que Ben Gurión, el gran líder y fundador de Israel, buscó acercamiento con este grupo tan relevante y ambos acordaron incluir en la declaración de independencia y en las posteriores leyes básicas festividades religiosas como el Sabbat, el Pesaj, Yom Kippur, Januká, entre otras. La kipá, gorra ritual, es de uso obligado incluso para los mandatarios en las ocasiones que se amerite; la estrella de David es símbolo religioso que es emblema nacional; y en ninguna casa falta la menorá, el candelabro de nueve brazos, sobre la mesa, o la mezuzá con los versículos de la Torá, en los dinteles. Israel es, por tanto, un estado semiteocrático, a la vez que una democracia constitucional donde se respetan la libertad religiosa y los derechos humanos. Es una sociedad muy dividida, donde los pareceres son múltiples y los liderazgos se desvanecen por cualquier mala práctica. Ben Gurión perdió más de una vez su primacía, debiendo refugiarse en su kibutz, donde volvía a renacer cuando su experiencia y don de mando resultaban imprescindibles. Golda Meir hubo de renunciar por no darse cuenta a tiempo de la planificación árabe de la guerra en la festividad del Yom Kippur.

Por su parte, los palestinos han conocido la violencia en sus antiguos y actuales territorios durante más de un siglo. En los últimos setenta y cinco años, con la existencia del Estado de Israel, la paz ha sido siempre un concepto que nunca termina de consolidarse. Han sufrido guerras civiles, acosos imperiales, inestabilidad social, inseguridad, terror, hambre. Millares de palestinos se fueron, como los judíos, a establecerse en otras tierras. Y apenas instalado el nuevo Estado de Israel, unas 100,000 familias tuvieron que tomar el camino del exilio. Iniciaba entonces, en 1948, un conflicto que no cesa. Si Israel sufre de lo que algunos especialistas llaman "terror primigenio", el palestino padece el síndrome del terror inapelable y perenne, propio y ajeno. Las "operaciones" israelitas han sido innumerables. El desgarro existencial palestino es inenarrable. En la lucha por la sobrevivencia Israel ha cometido acciones ilegales. Hamás, por ejemplo, fue una organización creada por Israel para combatir a la OLP de Arafat, así como Estados Unidos formó y armó a los talibanes para combatir la presencia de la URSS en los territorios árabes. Los palestinos tienen que enfrentar a diario la posibilidad de abrir caminos a sus horizontes desmedrados. Las sorpresas guerreras, las lluvias de misiles, los asaltos inesperados, no son cosa de hoy. El del 7 de octubre de este año no es el primero. Ha ocurrido muchas veces. La constante apelación a la muerte es un desafío cotidiano. El palestino teme su exterminio y vive en el gueto de la franja de Gaza, salvo los protegidos por la cada vez más desajustada e inservible Autoridad Nacional Palestina en la zona de Belén y sus alrededores. Israel se siente perseguido aún por las batallas que iniciaron apenas fundada su nación y aquellas proclamas egipcias y sirias de que los judíos debían ser lanzados al mar. Los mismos ataques sorpresa del 2023 ocurrieron treinta años atrás, en 1993, cuando Hamás y Jihad Islami lanzaron una ofensiva brutal en Israel. A los cuatro años de haber sido fundado, Israel ya era una potencia militar y científica. Se sostenía sobre una escuela de liderazgo social y político. Salvo Yasir Arafat en su momento, los palestinos carecen de un líder sólido desde hace décadas. Mientras Israel es un país rico, con una creciente economía de startups y políticamente avanza en sus negociaciones con los países árabes en el Oriente Medio, los palestinos no tienen la Nación-Estado que necesitan y los habitantes de la Franja de Gaza no tienen agua ni combustible ni recursos naturales ni esperanza. Viven hacinados, sin empleos ni buenos servicios de salud, alimentados apenas con la ayuda de la ONU, encerradas dos millones de personas en una enorme habitación de 360 kilómetros cuadrados, con las puertas sin salida que domina Israel y una puerta, la de Rafah, que controla Egipto. Una vez Israel logró normalizar sus relaciones con varios estados árabes, el tema de Palestina desapareció  de la agenda global. En otras palabras,  los palestinos sienten que han sido abandonados a su suerte hasta por sus pares.

¿Existen posibilidades de paz y de creación de un Estado Palestino? Israel siempre ha tenido voces que propugnan por la constitución de un estado palestino. Los grandes intelectuales judíos Amos Oz y Uri Avnery encabezaron una gran lucha por la paz entre Israel y Palestina. El director en los años noventa del Mossad, la agencia israelí de inteligencia, Danny Yatom, nunca favoreció el gobierno de los territorios, calificándolo de un "peligro existencial", a la vez que advertía que un estado israelí con una Palestina sojuzgada se convertiría en un Estado de apartheid. Uno de los más brillantes intelectuales palestinos, Rashid Khalidi,  ha propuesto fórmulas para la paz, resumidas así: crear un liderazgo unificador; apelar a los pueblos árabes de forma directa y no a sus gobiernos (la mayoría son dictaduras opresivas); y no buscar intermediarios que siempre asumen sus propios intereses, estableciendo un diálogo directo entre las partes. Nosotros agregaríamos: volver a incluir a Palestina en la agenda global. No se puede seguir hablando de un nuevo Oriente Medio ignorando la existencia de esta población. Terminar con la humillación que sufren los palestinos en Gaza y Cisjordania, y con la desilusión que los abate cuando ningún acuerdo logra prosperar. Es la guerra la que lleva a la paz. Bibi Netanyahu ha sido advertido. Sólo lucha por no perder el poder al descuidarse y permitir la afrenta de Hamás. El exterminio no es la solución final a que debe aspirar un judío que sufrió la Shoá.

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Escritor y gestor cultural. Escribe poesía, crónica literaria y ensayo. Le apasiona la lectura, la política, la música, el deporte y el estudio de la historia dominicana y universal.