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Eso no es justicia

Escudados en una ilusoria independencia y desde sus atalayas moralistas, tipifican a los juzgadores y sus jurisprudencias

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Eso no es justicia
Se han denunciado múltiples violaciones al debido proceso en los casos de supuesta corrupción administrativa. (SHUTTERSTOCK)

Muchos creyeron la fábula que en agosto del veinte aquí se instaló un "ministerio publico independiente" decidido a erradicar el régimen de corrupción e impunidad imperante en el país, a pesar que sus mediáticos expedientes evidencian la intención de destruir un sector político y mal disimulan sus vendettas personales.

La realidad es que se trata de fiscales a quienes poco importan las garantías procesales y los derechos fundamentales de los imputados. Interrogatorios tortuosos, desconsiderados y cargados de amenazas y extorsiones; allanamientos aparatosos a altas horas de la noche y hasta en plena madrugada; solicitudes de prisiones preventivas excesivas y arbitrarias, concedidas cobardemente por jueces complacientes; tratos inhumanos dentro de los recintos carcelarios y ocultamiento de información a las defensas técnicas, son sólo algunas de las múltiples violaciones al debido proceso que han caracterizado estos casos de supuesta corrupción administrativa.

Escudados en una ilusoria independencia y desde sus atalayas moralistas, tipifican a los juzgadores y sus jurisprudencias. Los jueces buenos son aquellos que actúan como sello gomígrafo, accediendo a todo cuanto les solicitan, dictando prolongadas e injustificadas prisiones preventivas, flexibilizando plazos hasta la ilegalidad, amparando abusos y permitiendo toda suerte de insolencias en las audiencias. Mientras los que se apegan a los principios y garantías establecidos en el Código Procesal Penal, actúan como terceros imparciales y respetan el debido proceso, son incapaces, incompetentes e irracionales, que con sus decisiones aportan a la "jurisprudencia de la corrupción".

Unas prácticas que no son nuevas. Al final son los mismo fiscales y adjuntos que acompañaban y apoyaban al anterior procurador cuando este intentaba amedrentar a jueces, comunicadores, abogados, empresarios y políticos, que por alguna razón entendía que podían afectar sus intereses o entorpecer sus descabelladas aspiraciones presidenciales.

En aquel tiempo los jueces que no accedían a las pretensiones del Ministerio Público eran espiados, presionados, difamados y hostigados. La actual procuradora, siendo entonces jueza de la Suprema Corte de Justicia, fue la más pública y notoria víctima de aquellos métodos. Que no la única.

Y ahora andan en lo mismo. Lo acaba de denunciar valientemente la magistrada Ana Lee Florimón, a quien persiguen, insultan y cuestionan su probidad. Vejámenes similares a los que padeció Miriam German, y a los que tienen sometido a muchos miembros de la judicatura dominicana, aunque estos no se atrevan a denunciarlo. Y en esas condiciones, no se puede aplicar justicia. Ni antes ni ahora.

El Poder Judicial y la Procuraduría dicen que investigarán. Pero nada pasará. Los jueces no encuentran protección en sus temerosos superiores, y la procuradora manda muy poco de las puertas de su despacho hacia afuera.

Además, aunque cada vez con menos intensidad, todavía las gradas aplauden estos atropellos.

Todavía. Porque todo pasa. Pregúntenle a Jean Alain.

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