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¡Una amenaza!

El peligro de la estupidez humana sin límites en la era digital

Hay aprendizajes que son útiles toda la vida. Especialmente aquellos que tienen que ver con lo que constituye la médula para que un ser humano actúe positivamente y sirva a su familia y a la sociedad en el esfuerzo colectivo de construir una nación viable. Tiene que ver con los valores que nos guían desde la niñez: trabajo, disciplina, solidaridad, honestidad, respeto, responsabilidad, justicia, tolerancia, prudencia y lealtad. 

Son valores universales adquiridos en el hogar, en la familia, en la prédica oral aprendiendo del comportamiento de los padres en su quehacer diario. Los demás conocimientos se adquieren en el proceso de educación en las aulas. En la casa es que se enseñan esos valores.

Trato el tema a propósito de la reflexión hecha por el presidente del grupo Diario Libre, Aníbal De Castro, del pasado día primero, titulada "Hay otra República Dominicana". 

Con su aguda visión, Aníbal da en la diana cuando señala que cuando millones de personas se reúnen a consumir contenido para celebrar lo más estridente, ruidoso, fácil y banal, la pregunta que todos nos hacemos es si, "¿eso es lo que somos?

La respuesta a la interrogante de Aníbal no pudo ser más sentenciosa:

"Hay una mayoría que encuentra diversión en el escándalo, en la disputa sin filtro, en la exhibición constante de lo morboso. Sintonizan porque ese tipo de entretenimiento responde a carencias, frustraciones, deseos de evasión o simple costumbre. No hay que vestirlo de tragedia sociológica, porque la gente sigue lo que la entretiene".

Aníbal refiere que "...Existen minorías que entienden la cultura como un espacio distinto, un lugar de elevación, de complejidad, de belleza, de esa conversación más alta y más lenta que exige atención y recompensa con profundidad. Somos menos, sí. Nos sentimos extranjeros en nuestro propio país, cercados por un ruido que no compartimos ni celebramos".

El exdiplomático remarca diciendo que pertenecer a esa minoría no es una derrota, es una forma de resistencia. 

 "Resistir es seguir creyendo en la lectura, en la música que no grita, en el pensamiento que cuestiona, en la conversación que construye. Resistir es crear, proponer, sostener valores que parecen anacrónicos pero que siguen siendo indispensables para cualquier sociedad que aspire a algo más que un aplauso fácil".

Esa minoría armada de los valores a los que hice alusión en el introito de este artículo es -junto al conocimiento- la que ha guiado las transformaciones de todas las sociedades, desde el feudalismo hasta nuestra época. La Ilustración, como movimiento cultural e intelectual de los siglos XVll y XVlll, fue impulsado por una élite de pensadores de las sociedades europeas, y fuera de ese continente, para avanzar a un estadio de desarrollo más promisorio. Sostener lo contrario, sería darle aquiescencia a la estupidez.

La estupidez humana no significa falta de conocimiento, porque a esto último le nombramos ignorancia. La ignorancia se cura leyendo, pero la estupidez humana es aquella que se siente orgullosa de serlo, es peligrosa, permea los cerebros aprovechando cualquier rendija, inundando las redes sociales y todas las plataformas digitales. La estupidez humana no tiene que ver con raza, color, sexo, ni clases sociales, religión, rango o ideología. 

Es afrentosa, exhibicionista, bullanguera y se cree todopoderosa. Es más, hace alardes de que todo lo puede, no conoce de valores ni de principios. A diferencia de la inteligencia, la estupidez humana no tiene límites. Por eso, este momento histórico que vive la humanidad, de innovaciones tecnológicas profundas, coincide con la mayor ausencia de ideas y de liderazgo. Por estas dos ausencias, la estupidez humana se convierte en una amenaza real. 

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