A las encuestas las buscaron y pagaron
Y viven de que todos reaccionan a ellas...
Las encuestas no entraron a la política por la puerta del patio ni por el frente haciéndose acompañar de un comando élite.
Fueron llamadas, vinieron y la política las acreditó como el evangelio de este tiempo y no conforme, creó las condiciones para que fueran buen negocio, toda una industria.
El problema se originó después cuando el business se salió del tiesto, tomó el pulso a la situación y ahora domina el juego.
Para bien y para mal.
Un partido tiene pecho apretado, una encuesta se lo cura. Un candidato no prende, pone fósforo en sus manos o sencillamente lo empuja.
Solo que a veces el malestar repite o se agrava por la humareda del vertedero más cercano, o el vehículo arranca o se acelera de reversa.
Juan Luis Guerra y su guagua en el mejor de los momentos.
Las encuestas, de tanto dar en la piedra, hicieron su propio hoyo, y se esconden como la cotorrita, de manera que se crea que no se encuentran.
Incluso viven de dos cosas, y ambas fastuosas: mala fama y reacción contraria. Generan pasión y no pasan desapercibidas, aun cuando bateen poco y no sean grandes ligas.
Compruébese pues en estos días.