El procurador independiente a la carga

Si se acerca la cámara, la escena se filma mejor y los gestos se explican por sí mismos y no hay que interpretarlos como ocurriría si fuera a distancia.

Luis –por ejemplo– quiere que el gobierno del cambio cumpla con su promesa de perseguir y someter a los corruptos, dando fin a un largo reinado de impunidad.

Hasta ahí todo bien.

No es difícil pintar una paloma y ponerle pico, pero sí que lo abra y coma. El procurador independiente parece ser esa paloma. Es más, anda volando, y no bajo como en la ranchera, sino alto como las cosas imposibles. Hubo tiempo en que la utopía era la norma, ahora la distopía.

Ese ánimo huidizo no es nuevo, Balaguer jugó póquer en el 1986 sin voltear las cartas: solo se ocupó de recoger las ganancias políticas.

Cuando la hazaña se convirtió en fastidio, se quitó ese peso muerto de encima y atribuyó los procesos contra sus antecesores a ovejas negras que no eran de su manada.

El solo ofreció la tarima, el espectáculo fue montado por otros, y tarde se dio cuenta de que no le convenía llevarse ese Soberano.

Luis no está copiando, pero igual quisiera que otro, en este caso el independiente, haga la limpieza.

Diario Libre

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