Fidel vive... pero el otro
Lo del Defensor del Pueblo está por verse
Habrá que revisar el plato de María Teresa para ver qué come que adivina –o detecta a tiempo– los acuerdos de aposento que son el diario vivir de la política dominicana.
Lo que todavía no se reparte, está transado desde hace algunos meses, y solo se espera que la circunstancia cree las condiciones.
Todo el que quiso cambio, ahora que el cambio se dio, le entregan su chupeta, con la única diferencia de sabor y color.
El Defensor del Pueblo, cuya utilidad está pendiente de averiguar, lo mismo que el diputado al Parlacen, tiene dueño conocido.
La profesora vino a darse cuenta ahora, pero pudo haberlo sabido antes. Nadie renuncia a la presidencia de un partido, si no es porque tiene algo mejor.
Solo hay que indagar de cuánto es el presupuesto del Defensor y cuánto recibe la pequeña organización que se abandonó.
Un filósofo de la calle lo había dicho mucho antes de que se produjera el trato: por mi mejoría hasta mi casa dejaría. Algún día habrá ajuste de cuentas, y cuatro años son más que suficientes, pero mientras tanto que siga el reparto, pues el empeño valió la pena
Fidel vive, pero el otro.