La Carta Magna ya tiene su propio altar

La Constitución está sorprendida, cuando también debiera estar regocijada y levantar tarima, contratar músicos y celebrar una gran fiesta con la institucionalidad. De a poco, y sin que nada lo anticipara, deviene en una especie de panacea, un remedio que en la mitología lo curaba todo.

Ahora un auxilio inestimable, el amparo de todas las causas. La llaman para todo, incluyendo pleitos entre marido y mujer, y hasta el conflicto entre Mirabal y las Águilas. El país no avanza según afirman los dominicanos, pero la Constitución sienta sus reales y la persona o sector que viole sus principios, las tendrá agrias. Cómo cambian los tiempos, y solo basta recordar los afanes para conocer y aprobar la vigente, que es la del 2010, pues la del 2015 fue un retozo de cama.

Nadie quiere que se la toque, que se la modifique, y el fenómeno es tan interesante que igual se enaltece la corte responsable de vigilarla.

Los empresarios viejos y también los jóvenes no se resisten a su seducción, y como lo que está de moda no incomoda, comparten romería. Como si fuera una iglesia nueva, van en persona a llevar su ofrenda. A cada Constitución le llega su santidad.

Diario Libre