Las elecciones bien; la realidad mal...
Las prácticas dañinas siguen igualitas...
Las pasadas elecciones fueron tan buenas que mejor se dañan, pero solo si se mira el bosque y desde lejos. De cerca, árbol por árbol, se tienen el tronco seco y la rama pelada de antaño.
La OEA felicita, pero al mismo tiempo regaña: los perros hueveros de siempre y que no aparece quien les queme la boca.
Los males que se denuncian como culpas de otros y que ninguna entidad corrige, como si fuera imposible poner cascabel al gato. Disponer miles de observadores en todo el territorio para comprobar lo que se conoce por anticipado: la compra de votos. Un delito que se comete delante de todos y por todos, sin que nadie llame a la autoridad para que proceda. Al parecer conviene más que figure en un informe que apresar o matar al perro con rabia.
Los irresponsables de siempre atribuyen descuido a la Policía Electoral, pero sucede que el negocio se realiza fuera del recinto, por los alrededores.
Que esa sería una, la otra, la alcahuetería, y por igual la complicidad. Si se actuara manu militari y se agarrara alguno con la masa en la mano, habría que soltarlo.
En la fila se protestaría: ¿por qué a este y a los otros no?