No vale crianza con el muchacho...

La democracia dominicana ha hecho todo lo que hacen otras para ser la mejor. No perfecta, pues nada es perfecto, pero sí la mejor.

El contribuyente dominicano, sin darse cuenta, financia sus correcciones, sus cambios, sus excelencias, creyendo que quien quiere moño bonito aguanta jalones. El problema es que a pesar de los jalones, en salones de lujo y caros, nunca logra el moño bonito. La democracia dominicana siempre tiene caco de loco.

El Tribunal Superior Electoral, por ejemplo. Ahora que le sacan cuentas se descubre que cuesta más que la República, o los otros poderes del Estado y demás altas cortes.

500 millones de pesos al año. ¡Dios mío, qué irrespeto al dinero!

Eso es malo, pero no lo peor. Lo peor es que se gastan todos esos recursos y lo único que se tiene al principio y al final del período es frustración. Frustración de los candidatos, de los partidos, del organismo y de la población, pues en vez de ser un espacio de solución, replica y reproduce los conflictos. Si la matriz no es el consenso ¿cómo puede esperarse aprecio colectivo? A la nueva le están levantando –desde ya– un cadalso.

Diario Libre