No todos son iguales
La vicepresidenta Raquel Peña es una política decente
En un país donde la política suele mirarse con desconfianza -a veces con razón- conviene detenerse en los matices y subrayar las excepciones que confirman que el servicio público puede ejercerse con decencia. La vicepresidenta Raquel Peña, formada en el sector privado y llegada a la función pública sin estridencias, es una de ellas.
Su paso del ámbito empresarial al Estado fue una decisión que implicó asumir riesgos, exponerse al escrutinio y aceptar que la vocación de servicio se mide, sobre todo, en los momentos difíciles. Desde esa transición ha mostrado sensibilidad social, capacidad de gestión y una eficiencia poco frecuente en un entorno donde la improvisación suele imponerse al método.
Peña encarna una idea que el país necesita reivindicar con más fuerza: la importancia de que ciudadanos honorables, con trayectorias construidas fuera del aparato político, asuman responsabilidades públicas con la misma disciplina, rigor y ética con que actuaron en su vida privada.
Su entereza ha sido puesta a prueba por la calumnia fácil y el lodo digital, ese ruido tóxico que confunde crítica con linchamiento. Ha resistido con serenidad institucional y apego a la ley, la respuesta más eficaz frente a la desinformación.
Recordarlo es un deber cívico: no todos son iguales en el ejercicio de la política dominicana.
