Prudencia es el mensaje
Celebrar con prudencia también es un acto de amor
La Navidad es, por excelencia, tiempo de recogimiento familiar y júbilo compartido. Días en que los hogares se iluminan y los afectos se reencuentran, en los que estrechar manos, abrazar a los ausentes de siempre y celebrar la vida en común adquiere un valor singular. Entre villancicos y luces, la memoria de las tradiciones nos devuelve a lo esencial y nos recuerda quiénes somos.
Pero esta temporada de felicidad no es ajena a la fragilidad. Las tragedias —desastres, accidentes, pérdidas humanas— suelen doler más en estos días porque contrastan con el paisaje festivo. La Navidad es, sobre todo, un compromiso con la compasión y la fraternidad
Ese compromiso exige moderación. Esta es la semana de la Navidad: celebremos, sí, pero con responsabilidad. No convirtamos la alegría en duelo por imprudencias evitables, excesos al volante, consumo irresponsable o conductas que ponen en riesgo a otros. Cuidarnos también es cuidar a los demás.
La prudencia no apaga la fiesta; la preserva. Celebrar con mesura es un acto de amor cívico, una forma de respeto por la vida propia y ajena. Que el espíritu navideño se exprese en decisiones sensatas, en atención al prójimo y en el deseo común de llegar juntos, sanos y salvos, al nuevo año.
