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El fallo

Todo el mundo esperaba la condena a treinta años de prisión del autor principal en el caso Emely, pero también se esperaba una decisión similar para la “cómplice” del horrible asesinato.

Para los jueces, el caso del autor principal estaba claro. Sus acciones en el crimen calificaban perfectamente para la condena que se esperaba.

El caso de la “cómplice” era distinto.

El deber de la Justicia es asegurar que a cada cual le toque lo que le corresponda, y de acuerdo con las pruebas presentadas en la audiencia, la “cómplice” no era tal, sino una encubridora que jugó mal su papel y por ello merecía ser condenada.

El cómplice es el que ayuda a cometer un hecho. Ella no ayudó a cometerlo, sino a encubrirlo. Al común, esta diferencia le parecerá sutil, pero es la ley y los jueces están obligados precisamente a aplicar la ley.

Los jueces que emitieron este fallo deben ser felicitados por su valentía, aunque la decisión deje un sabor amargo. Ellos pudieron tomar el camino más fácil: condenar como pedía la gente, pero al hacerlo habrían dejado de ser jueces.

Se hizo justicia en Macorís.

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