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La trampa del diálogo

Cuando se convoca a un diálogo es porque hay intención de resolver un problema, cuya solución demanda la colaboración de dos o más partes.

Además, hay cuestiones que no son “dialogables”, porque no se pueden reducir. Los derechos fundamentales no son dialogables. No se puede negociar la libertad de prensa, por ejemplo, para solo citar un ejemplo.

La soberanía del país no es “dialogable”, como no lo es la aplicación de la ley. La modificación de la ley es otra cosa, porque pueden existir mejoras convenientes. Se puede dialogar sobre una modificación de la ley, siempre y cuando la parte que pide el diálogo haya actuado de buena fe y no haya boicoteado su aplicación para obtener ventajas ulteriores.

Todo esto viene a cuento porque el Estado dominicano parece haber caído en la “trampa del diálogo” que no es otra cosa que aceptar participar en una encerrona para parecer decente o “justo”.

Si hay que dialogar, se debe partir de que nuestra soberanía y leyes son innegociables. Las leyes se pueden mejorar, pero solamente de acuerdo con el interés nacional.

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