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El inalcanzable final del arcoíris

Un accidente en Chiapas, México, dejó 11 víctimas dominicanas

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El inalcanzable final del arcoíris

Es recurrente la tragedia de los migrantes dominicanos en busca del final del arcoíris en donde, según la leyenda, está el tesoro. El 9 de diciembre, poco antes de que finalice este segundo año de pandemia, un grupo de dominicanos tras un “tesoro”, una ilusión, fueron víctimas de un accidente de tránsito en el sur de México. El tráiler que los transportaba truncó inesperadamente sus esperanzas al volcarse en el tramo Puebla-México en el estado que honra la memoria del arzobispo de Chiapas, Bartolomé de las Casas. Las víctimas no eran sólo dominicanas, había otras de diversas nacionalidades latinoamericanas que, como ellos, iban tras la inalcanzable punta del arcoíris. 

Cinco dominicanos se cuentan entre las 56 víctimas del accidente. Conscientes de que sólo tienen frontera terrestre con Haití, los dominicanos tuvieron conciencia, no hace años, de que no sólo el mar les unía a otros territorios en donde la vida parece “mejor”. El avión, a pesar del obstáculo de una visa, podía darle una tregua al peligroso y letal Canal de la Mona. Los vendedores de sueños anotaron con letras capitales que los dominicanos estaban exentos de visa para Honduras y Guatemala desde enero de 2017. A sólo unos miles de kilómetros de Estados Unidos. Burlar la frontera sur de México no era un problema. México, se dice, “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, del inalcanzable extremo de la hermosa refracción del sol en el agua. 

Más cerca por América Central, por la Guatemala, exenta de visado, los organizadores de viajes ilegales, como todos los estafadores, son muy hábiles en vender sueños e ilusiones. 

El accidente de Chiapas recuerda la tragedia del Regina Express que Aglisberto Meléndez escenificó en su laureado filme Un pasaje de ida (1988), cuando el cine dominicano comenzaba a dar sus primeros pasos firmes en el maravilloso arte del siglo XX. En la migración ilegal la muerte golpea de manera recurrente, pero no es disuasiva.

Los naufragios del Canal de la Mona, la muerte de polizones, de los que han muerto de frío o han caído del tren de aterrizaje de un avión se cuentan por docenas en lo que va de siglo. Uno de los difuntos del accidente de Chiapas era hijo de una víctima del Canal que separa Miches de Puerto Rico que, como su padre poco tiempo ha, también buscaba el final del arcoíris y, casi lográndolo, encontró la muerte.

Durante años vivimos de espaldas al mar. Hoy no.

En efecto, el mar rodea República Dominicana por tres costados; pero no incide como debiera en la mentalidad dominicana. Al hablar del mar siempre se recuerda aquel maremoto que arremetió contra la comunidad de Matanzas en agosto de 1946; que los ciclones por lo general nos llegan por el mar del sureste. Unos exageradamente devastadores y otros clementes; pero ¡siempre ciclones!. En República Dominicana se vive de espaldas al mar, pero no se le teme. A pesar de las tragedias que nos han venido por el océano, a pesar de los numerosos y fatales naufragios de migrantes en busca de la otra orilla del canal que nos separa de Puerto Rico. Se desafía con arrogancia.

Lo enfrentamos desde los tiempos remotos del descubrimiento de América. Esa tradición la comenzó el cacique Hatuey. Se fue en canoa a Cuba huyéndole a los españoles y no siguió navegando porque los conquistadores al cabo terminaron con su vida. Al menos eso cuenta la leyenda. De su proeza sólo tomamos en cuenta su valor. No cómo terminaron sus días. Si la historia, salvo en la tragedia al decir de un conocido filósofo, no se repite, desde hace años repetimos, con algunas variantes, la misma tragedia de enfrentar las corrientes marinas y los tiburones del mar Caribe en busca del final del arcoíris.

Las primeras décadas del nuevo milenio se han ilustrado por naufragios con importante saldo de víctimas y desaparecidos. ¿Cómo tienen el valor de repetir el riesgo que significa lanzarse a lo desconocido contando únicamente con la suerte? ¿Quién o qué alimenta entonces la mentalidad de los que emigran? La explicación más aceptada y la que los migrantes regularmente proporcionan es la crisis económica.

En gran medida es cierto. Otra es la inherente trashumancia humana. Verbigracia los europeos que se instalaron en América desde los albores del siglo XV y hoy, más de cinco siglos después, sus descendientes no recuerdan que sus ancestros también emigraron a un continente que ocupaban taínos y caribes, mayas y aztecas, incas y araucanos, así como otros pueblos que hoy se pierden en los recovecos de la historia.

Muy pocos han comprendido que el paraíso siempre estará un poco más allá. Los indios de la Isla española lo sabían y lograron engañar a Colón cuando le dijeron que el oro estaba más allá, más al sur. El ilustre navegante, como sus acompañantes, ingenuamente cayó en la trampa y así se inició la búsqueda del oro, del mítico El Dorado, que no se detiene ni detendrá nunca. El paraíso estará siempre en la otra esquina, como tituló acertadamente Mario Vargas Llosa una de sus novelas. 

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.