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Redes Sociales

El monopolio del corazón

La izquierda ha perdido el carácter de única representante de los intereses de los trabajadores

Todavía hoy se recuerda, al menos en los círculos donde se toma en cuenta la historia política de finales del pasado siglo XX, el debate entre Valéry Giscard d’Estaing y François Mitterrand en mayo de 1974, poco antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia. Durante ese encuentro, el candidato de las derechas, Giscard d’Estaing, puso en jaque al socialdemócrata Mitterrand, al lanzarle, como un reproche, que la izquierda no tenía el monopolio del corazón.

Acertada réplica que se reflejaría en la mayoría que lo eligió presidente de Francia. Ese debate es tal vez el último gran enfrentamiento de ideas de la Vª República como la pensó Charles de Gaulle en 1958 entonces presidente del Consejo que regía los destinos de la milenaria nación europea que tantos aportes ha hecho al mundo de las ideas desde los tiempos de la Revolución de 1789. Verbigracia la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano cuyo artículo primero establece: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.”

Palabras que resumían el pensamiento de Rousseau, Diderot, Descartes, d’Alambert y otros de los reconocidos enciclopedistas franceses que marcaron su época y El Siglo de las Luces. la Declaración de 1789, se llevó de encuentro, al menos en principio, siglos de desigualdad social e hizo de Francia el país que dominó, durante décadas, el debate de ideas del mundo moderno e inspiró las luchas independentistas del continente hispánico en el siglo XIX.

El expresidente Giscard d’Estaing logró entonces hacer aceptar que la derecha tenía sensibilidad social y también buscaba el bienestar económico de los trabajadores, que, con el tiempo y lo que sucedía entonces en los países socialistas, la izquierda había comenzado a perder el privilegio que se venía atribuyendo desde los tiempos remotos de la Revolución de 1789 y que, los millones de soviéticos víctimas de la agresión nazi durante la Segunda Guerra mundial, le restituyeron íntegramente sin que los crímenes de Stalin, denunciados por Kruschev en 1955, le afectaran.

Considerarse propietarios de la defensa de los trabajadores permitía a la izquierda negar a la derecha e izquierda liberal y al sistema capitalista en general toda sensibilidad social. La izquierda llegó al poder con la Revolución rusa de 1917 y, después de la Segunda Guerra mundial en 1945, los países del Este de Europa (Yugoslavia, Hungría, Rumania, Polonia. Checoslovaquia, Alemania Oriental y Albania); China en 1949 y Corea del Norte en 1953. Esta división del mundo dio origen a la Guerra fría que se agudizó con la Revolución cubana en 1959 y la guerra de Vietnam en los inicios de los 60.

La Guerra Fría fue la gran prueba que no lograron superar los países con el “monopolio del corazón”. Si admitimos que en los países socialistas existía cierto bienestar social para los trabajadores; también hay que aceptar que en los países capitalistas las clases trabajadoras habían obtenido la reducción de la jornada de trabajo que actualmente oscila entre 6 y 7 horas, según el país.

Gracias al vertiginoso desarrollo de las ciencias de la Información (la Internet, por ejemplo) y la COVID-19 se ha logrado trabajar desde el hogar, sin desplazarse. Un ensayo que parece ya ha hecho nido en los usos y costumbres del conglomerado social del nuevo milenio.

La seguridad social y la educación gratuita de la Francia capitalista no tenían nada que envidiarle a las de la URSS. Y con relación a la libre empresa, los pocos países que aparentemente conservan aún una economía de tipo socialista (China y Cuba), han tenido que ceder con la esperanza de poder asociar totalitarismo y economía de mercados. El totalitarismo es el común denominador de los países socialistas sobrevivientes: Cuba, China y Corea del Norte. Cómo se puede tener el monopolio del corazón si se coarta la libertad de expresión y la libre circulación del ciudadano. Por estas y otras razones no menos importantes la izquierda perdió el monopolio del corazón.

Mitterrand (PS) fue elegido en 1981 al derrotar a Giscard y reelegido en 1988 al imponerse a Jacques Chirac. El último presidente de izquierda en Francia fue el socialista François Hollande (2012-2017). Las presidenciales de abril de este año, carecen de debates a la altura de aquel que escenificaron en 1974 Giscard y Mitterrand.

Lo dramático de estos comicios es que, la izquierda, además de perder el monopolio del corazón, no incide en el debate de ideas y el PS no supera hoy el 5% de intención de votos; los otrora poderosos comunistas ni figuran en los sondeos. La izquierda ha desaparecido del espectro político galo; ha tenido que asumir los errores de Stalin, de Mao, de Fidel y de un sistema que considera necesaria la coacción del individuo para lograr ese “hombre nuevo” de que tanto hablaba el Che Guevara y que, más que humano, sería un robot administrado por el Estado. El hombre del siglo XXI les ha retirado a las izquierdas, al menos en Francia, el monopolio del corazón.

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Mitterrand (PS) fue elegido en 1981 al derrotar a Giscard y reelegido en 1988 al imponerse a Jacques Chirac. El último presidente de izquierda fue el socialista François Hollande (2012-2017). Las presidenciales de abril de este año, carecen de debates a la altura de aquel que escenificaron en 1974 Giscard y Mitterrand.

 

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.