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El discurso

El discurso fue pronunciado con soltura, timbres de pasión y complacencia con los alentadores resultados de la gestión emprendida

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El discurso
Abinader durante su discurso de rendición de cuentas (ARCHIVO)

El discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader del pasado 27 de febrero fue notable, esclarecedor, prolijo y largo. Abarcó una gran variedad de temas tratados en sus detalles, explicados con naturalidad y sencillez en forma gestual cálida, con acento convincente y creíble. 

Destacó el enorme esfuerzo y positivos resultados del plan de vacunación contra el coronavirus que ha permitido tener una de las tasas de letalidad más bajas del mundo y reemprender el camino de la normalidad. 

Aludió a los logros en materia económica y social y destacó la fuerte tasa de crecimiento alcanzada en 2021, a pesar de los obstáculos creados por la pandemia, las alzas de los hidrocarburos y productos básicos, las tensiones geopolíticas. Mostró preocupación por las repercusiones de la inflación mundial.

Hizo un recuento sobre el repunte de la inversión pública sobretodo en infraestructuras y viviendas. Y los planes de instalación mediante licitación pública de capacidad energética instalada suficiente para asegurar el normal funcionamiento del sistema eléctrico. 

Dedicó parte de su intervención a destacar el papel de los subsidios en las circunstancias excepcionales en que se desenvuelve la economía mundial con la vista puesta en la protección a las familias más vulnerables. En este punto habrá que visualizar la canalización de tales ayudas por vías más institucionales, como podría ser el sistema de seguridad social, y la transición hacia un gasto más orientado a la creación de oportunidades de trabajo formal con protección social. 

La ausencia más destacable hay que anotarla en los aspectos culturales, tal vez porque les tiene reservado un espacio especial en futuras intervenciones. 

El discurso fue pronunciado con soltura, timbres de pasión y complacencia con los alentadores resultados de la gestión emprendida. 

La parte más intensa de su intervención fue la dedicada a las reformas institucionales. Ahí subió el tono y aceleró la pronunciación para despertar mayor interés en su predicamento. 

Al presidente Luis Abinader nadie podrá negarle su persistente empeño por promover y aprobar las reformas institucionales. Sus colaboradores más íntimos deberían cuidar pequeños detalles para que los hechos, por pequeños que fuesen, no desmientan las palabras. 

El presidente expresó, con sobradas razones: “La independencia judicial es el cambio más trascendente acometido por nuestro gobierno en este año y medio. Ya nadie se va a atrever a revertir el modelo de un ministerio público independiente. Esta es una conquista colectiva. No hay ya República de la impunidad. No hay país para corruptos”. 

En cuanto a la lucha contra la corrupción pidió a los legisladores que aprobaran la ley de extinción de dominio que permitiría al Estado recuperar caudales robados. Solo faltaría que ese proyecto de ley sea objeto de los retoques necesarios para asegurar que sirva al propósito de combatir la alta delincuencia y disuadir la corrupción de gran calado. 

El presidente elevó su mira para inspirar a los ciudadanos. Con contundencia declaró: “No elegimos los tiempos, y tampoco las circunstancias, pero sí podemos escoger la conducta por la que seremos evaluados cuando descendamos las escalinatas del palacio nacional”.

Y eso es capital, pues la conducta no puede ser otra que la del servidor público incansable al servicio de los intereses de la sociedad, libre de sospecha de uso mal habido del erario. Tal mención y propósito es reconfortante. 

Y es que Luis Abinader sabe bien que “para alcanzar los logros que beneficien a los ciudadanos existe un requisito imprescindible: la confianza. Sin esta, un país camina a la deriva, sin Norte, sobrevive en el día a día con una venda en los ojos”. Ese es el camino que se ha trazado y ojalá pueda culminarlo manteniendo ese mismo espíritu. 

Al revisar discursos de rendición de cuentas del pasado se observa que eran cortos, se limitaban a destacar los asuntos de mayor relevancia, o a solicitar al Congreso Nacional su colaboración en asuntos primordiales. Los detalles se dejaban para las memorias de cada ministerio entregadas en ese mismo acto. No tenían tanta resonancia porque no existían los medios de comunicación de hoy. 

Ahora, en cualquier lugar del mundo, es la ocasión de gala a disposición de los altos mandatarios para destacar sus logros, consolidar su liderazgo, invocar la colaboración ciudadana, destacar los planes, destrabar la oposición a determinados proyectos, alertar sobre los retos. Mantener a la nación al tanto de sus latidos vitales. 

La pieza cumplió con largueza su cometido. De cara al futuro convendría ajustar su duración al tiempo de resistencia de la audiencia para asegurar mayor eficacia y mejor comprensión ciudadana.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.