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Dos instantáneas de la historia dominicana

A los esbirros de Trujillo no parecía satisfacerles contemplar el sufrimiento humano; querían dejar constancia de lo que hacían

La historia dominicana reciente, al menos la que corresponde a la dictadura de Trujillo y la de los años inmediatamente posteriores, puede ilustrarse con dos instantáneas, dos fotografías que atraparon una realidad de la República Dominicana y que se convirtieron en símbolos de los finales del pasado siglo XX. La primera atrapa el horror de la dictadura en el rostro de un torturado de la mal recordada silla eléctrica; la segunda, el coraje del pueblo dominicano en el rostro y los puños de un dominicano cuya identificación es débil frente a lo que su gesto representa ante el ocupante extranjero en 1965.

La primera fotografía es anónima, pero el personaje no. Se trata de José Masón, un ex guardiamarina que había tenido el coraje de desembarcar con los expedicionarios del 14 de junio de 1959. El sabía la crueldad de Trujillo contra los que, para él, “traicionaban”. Masón, como el capitán Juan de Dios Ventura Simó, habían “traicionado” en la óptica del dictador y sus secuaces. La saña de la dictadura se concentró en ambos disidentes.

A Ventura Simó trataron de presentarlo como un agente infiltrado, le chantajearon y torturaron sicológicamente hasta que, finalmente, le dieron una muerte horrenda. Además de militar era el yerno del ministro Víctor Garrido Puello, uno de los hombres de confianza de Trujillo a tal grado que no le tomó en cuenta que el marido de su hija Yolanda se enrolara en el ejército de liberación dominicana que lideraba, entre otros Enrique Jimenes Moya ni que fuera el piloto del avión que aterrizó en Constanza el 14 de junio de 1959 con un contingente de expedicionarios.

Masón fue asesinado en la cárcel clandestina e ilegal de la calle 40. Los vejámenes que sufrió durante los pocos meses que permaneció allí, antes de que finalmente le asesinaran, se reflejan en esa fotografía que le ha dado la vuelta al mundo para denunciar el horror de la tortura. Sólo ver la angustia y el horror en el rostro del torturado, le pone los pelos de punta al espectador más indiferente. El fotógrafo era evidentemente uno de los torturadores que posteriormente prefirió el anonimato cuando la dictadura se desmoronó con la cobarde fuga de Ramfis Trujillo el 19 de noviembre de 1961.

A los esbirros de Trujillo, como a los de Hitler en la Alemania nazi, no parecía satisfacerles contemplar el sufrimiento humano; querían dejar constancia de lo que hacían, porque según Hitler, el Reich debía durar mil años; los esbirros trujillistas sabían que no permanecerían tantos años en el poder, aunque como los nazis también fotografiaban el horror.

Se supone que esas fotografías se le mostraban al dictador, sino ¿qué sentido tenía plasmar un acto tan abyecto? No hay explicación posible, como no la tiene el totalitarismo en sí y mucho menos que todo un pueblo, con contadas excepciones, fuera indiferente a los horrores a que los opositores se exponían hasta que la masacre de los expedicionarios de junio del 59 y la represión contra los dirigentes de la organización clandestina 14 de Junio en enero de 1960, el asesinato de las Mirabal en noviembre de ese año se convirtió en la gota que rebosó la copa de la paciencia del grupo de valientes que dio al traste con la vida del dictador y, unos meses después, con su régimen.

La segunda fotografía es de Juan Pérez Terrero y el personaje es anónimo. Se trata del enfrentamiento entre invasor e invadido. Una secuencia de tres fotografías en la que un soldado invasor norteamericano, fusil en mano, trata de someter a la obediencia a un joven dominicano que se niega a recibir la orden del militar extranjero de recoger basura en las inmediaciones del parque Independencia de Santo Domingo un día del otoño de 1965, El joven desconocido reacciona cerrando los puños y crispando el rostro. Las icónicas instantáneas de Pérez Terrero traducen el valor de un pueblo frente al poderoso invasor. Una escena que debe estar reproduciéndose en estos días en la Ucrania invadida por el ejército ruso.

El dominicano de la secuencia fotográfica de Pérez Terrero sólo tiene las armas de sus puños: el soldado estadounidense, su fusil. Lo que sigue a esta secuencia de imágenes lo deja claro la actitud del rebelde anónimo. Su valor ha dado la vuelta al mundo y su autor ha sido objeto de reconocimiento internacional. Se le atribuye el Premio Pulitzer de fotografía y, la secuencia gráfica, según el imaginario dominicano fue seleccionada como una de las mejores fotografías del siglo XX. Puede que nada de esto haya sido cierto ni verificado, pero ambas fotografías han dado la vuelta al mundo. Las dos mantienen hoy su vigencia. En la República Dominicana, cuando se hable de Trujillo habría que responder con esa foto, porque ella resume el horror de la dictadura. La de Pérez Terrero, plasma el valor del pueblo dominicano y de cualquier país invadido por un poderoso ejército. Ambas instantáneas resumen dos momentos de la historia dominicana. 

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.