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Redes Sociales

En política y en economía las rondas no son buenas

El endeudamiento fiscal y cuasi fiscal se ha convertido en un bálsamo fatal

La Semana Santa suele marcar un antes y un después en el calendario de tensiones políticas y sociales.   Casi siempre, desde Semana Santa a otoño se presentan circunstancias conflictivas, aunque la mayoría de las veces no culminan en violencia colectiva. Otras sí. Un ejemplo es la poblada que se produjo tan pronto terminó la semana mayor de 1984. De repente, sin aviso, potente, peligrosa. 

Como si fuera parte de un patrón, luego del feriado santo se desarrolla con más rigor el empeño cotidiano; se exacerban las demandas sociales; se aparca la condescendencia, se desatan los ímpetus y se impone la animadversión al opuesto, a lo distinto. La queja aumenta, la frustración se eleva sin atender explicaciones ni razones, hasta que todo vuelve a atenuarse con la llegada del otoño y la bajada suave de la cuesta que conduce al fin de año.

Alguien podría afirmar, no exento de razón, que tal modo de presentar las cosas obedece a una visión determinista. En la coctelera social entran todos los contenidos y se hacen viables todas las mezclas sin atender a la lógica de las órbitas celestes. Pero, en sentido general, el marco de comportamiento descrito tiende a repetirse. 

A quienes ocupan su mente con el hábito de pensar por sí mismos les preocupa, y mucho, la existencia de fuertes desequilibrios que perturban el desenvolvimiento de la sociedad. El hecho de que vengan de lejos, creados y amamantados por administraciones anteriores, y acumulen presión como los volcanes, apacibles, tranquilos, durmientes, no disminuye su riesgo. Al contrario, incrementa la probabilidad de que puedan terminar en explosión y devastar lo que encuentren a su paso. 

Veamos algunos. 

Hay desequilibrios, y muy fuertes, en la hacienda pública, ahíta de préstamos, volcada en el gasto corriente en desmedro de la inversión. También en la cuenta monetaria inflada de títulos y castrada por el elevado gasto en su rendimiento. Ni la una ni la otra se alivian, más bien empeoran. Desde mucho tiempo atrás se ha esperado a disfrutar de una época de bonanza, pero cuando ha llegado se ha dilapidado por la visión corta de los administradores de la cosa pública. El endeudamiento fiscal y cuasi fiscal se ha convertido en un bálsamo fatal: en vez de curar la herida, profundiza y exacerba la llaga. 

Los hay en el mercado laboral con una parte de la población carente de protección social, sometida al embate de una oferta de trabajo de mano de obra extranjera no documentada que los desaloja de sus puestos y provoca que muchos dominicanos emigren al exterior en busca de oportunidades, con la consecuente erosión de la dominicanidad y de los cimientos de la soberanía. 

También se observan en materia energética, donde es patética y angustiosa la dependencia del exterior.

Existen desequilibrios en la relación consumidor y productor. Se percibe un sesgo favorable hacia el primero y desfavorable para el segundo, con la consecuencia de que es desplazado por el importador en favor del productor extranjero. El liderazgo político suele contemplar al consumidor como un votante al que hay estimular, aunque sea a costa del deterioro del potencial productivo interno, como si fuera poca cosa asegurar la suficiencia alimentaria, el empleo productivo digno, la cohesión social. 

Los hay en el balance de colocación del ahorro financiero en favor del consumo, alentado por ferias, festivales y descuentos, en detrimento de la producción castigada con requisitos regulatorios desbalanceados, tasas y comisiones altas. 

Continúa habiéndolos en el fomento alegre del parasitismo manifestado a través de diversas vías, en detrimento del aliento cálido y necesario para reconocer el trabajo arduo y de calidad y potenciar la virtud del emprendedor. 

Los hay…

Ante la dimensión de espanto que han alcanzado los desequilibrios, lo perverso ha sido posponer sistemáticamente su solución hasta que surgieran condiciones favorables que, cuando llegaron, no fueron aprovechadas por ausencia de visión de Estado. Lo peor es que las vías de solución se estrechan en la medida en que una complicación sucede a la otra (pandemia, inflación, guerra). 

Parecería como si la nación anduviera de ronda sin concretar sus grandes objetivos. Se olvida, al tenor de la canción popular, “que las rondas no son buenas…”. 

Y aunque estos desequilibrios son heredados y acontezcan imponderables que los ensanchan, ya no queda más remedio que empezar a resolverlos y asumir el costo político que acompaña a esas decisiones. Es un reto enorme y, a la vez, el camino expedito para la consagración de un estadista.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.