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La amenaza recurrente de la extrema derecha en Francia

En Francia la extrema derecha es una amenaza constante

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La amenaza recurrente de la extrema derecha en Francia

Uno de los dramas más terribles de la historia de la Francia contemporánea es la Segunda Guerra Mundial. No sólo desde el punto de vista militar sino también del político y social. Durante esos años el país vivió uno de los momentos más nefastos de su historia: el colaboracionismo con las fuerzas de ocupación alemanas. El gobierno de Vichy, como se recuerda al que presidía el mariscal Philippe Pétain, cometió exageraciones del orden de las de Hitler en Alemania: deportación de judíos y exclusión de extranjeros de la vida artística, intelectual, política, económica y social de la Francia ocupada, por ejemplo. Esos años repercuten en la actualidad, pero no tienen la importancia que ameritan.

El 24 de mayo de 1989 fue apresado en un convento del sur de Francia Paul Touvier, uno de los responsables de la deportación de judíos a Alemania durante los años del colaboracionismo. Su larga clandestinidad fue posible gracias a la ayuda que le prestaron sacerdotes franceses, no la Iglesia católica —la aclaración es pertinente. Sin embargo, este hecho no tuvo importancia. Tampoco la condena por crimen contra la humanidad, en marzo de 1998, de Maurice Papon, responsable de la muerte de decenas de judíos deportados en 1943. 

También, en el pasado reciente, un profesor de la Universidad de Lyon, tuvo el descaro de poner en duda la existencia de las cámaras de gas de los campos de concentración nazis. Su acto fue reprimido por una parte de la opinión pública y por los tribunales, pero no fue excluido definitivamente de la Universidad. Ese profesor, de cuyo nombre no quiero acordarme, representa desgraciadamente un sector importante de la población francesa, sobre todo a aquel que no quiere recordar a lo que condujo el ultranacionalismo de los años 30 en Europa.

Es como si la historia estuviera repitiéndose. Un gobierno de izquierda y una extrema derecha que se afianza cada vez más en la mentalidad francesa desde el inicio del nuevo siglo. El discurso del neonazi Frente Nacional no tenía nada que envidiarle al de Hitler antes de tomar el poder, ni a los fascistas franceses de los años treinta. El chauvinismo, la xenofobia, el descrédito a los políticos y partidos tradicionales, así como otros temas sin fundamento propios de la extrema derecha han vuelto a tener éxito en un importante sector del electorado francés. Y ese es el peligro. En 2002, el neofascista Jean-Marie Le Pen superó al socialista Lionel Jospin y fue el contrincante de Jacques Chirac en la presidenciales de ese año. Felizmente fue derrotado y sólo obtuvo 18% de los sufragios. 

La memoria colectiva francesa no quiere que las épocas se relacionen. Pero el alto porcentaje de Jean-Marie Le Pen en esas elecciones presidenciales da cuenta de que esos años han entrado en una fase de inexorable olvido. Como si no fuera suficiente, el Frente Nacional ha cambiado de nombre para desdiabolizar su imagen. Ahora se llama Unión Nacional y Le Pen fue reemplazado por su hija Marine que ha moderado el discurso de su padre y logró ser la finalista en las presidenciales de 2017, pero derrotada por Emmanuel Macron que obtuvo 55% contra 45% de la joven candidata de la Unión Nacional. Un porcentaje más digno que el de su padre en 2002.

En los últimos 20 meses ha surgido un outsider, Eric Zemmour, que ha adoptado el discurso radical de Jean-Marie Le Pen y creado un partido, Reconquista, que como su nombre lo indica busca reconquistar Francia del dominio de los inmigrantes islamistas. Su radicalismo se vio rechazado en las urnas y no alcanzó ni un 10% de los sufragios. En cambio, Marine Le Pen con un discurso más moderado que el de 2017 ha alcanzado de nuevo ser la contrincante de Macron en la segunda vuelta del próximo domingo 24 de abril. 

El análisis político de Reconquista, como el del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, es vacío. Se basa únicamente en el principio de la exclusión. Considera que la causa del desempleo en Francia se debe a los inmigrantes, no a la crisis económica mundial. Eric Zemmour explota todo cuanto pueda exacerbar el nacionalismo. Se sirve del discurso de la extrema derecha francesa, alemana e italiana de los años treinta. Y los que lo siguen no asimilan la experiencia de esos años. Olvidan que el proyecto de Hitler de convertir a Alemania en una súper potencia sin parangón en la Historia, de convertirla en un país de raza pura, sin extranjeros, la llevó a su destrucción. La súper potencia de los nazis se convirtió, por más de 40 años, en dos naciones para su propia vergüenza.

El discurso de Zemmour no tiene nada que envidiarle al de los nazis. Desarrolla el racismo y el nacionalismo como teoría política. Hoy día, la Unión Nacional ha superado los límites de la amenaza y se ha convertido en un peligro para la democracia francesa. Poco importa que el izquierdista Jean-Luc Melenchon, candidato de La Francia Insumisa, haya logrado 21,95% de los sufragios. Es pues una realidad que la extrema derecha ha echado raíces en el electorado francés. Por lo que he podido observar, el espíritu de la Revolución de 1789 y de la Declaración Universal de la igualdad entre los Hombres dominará la mentalidad democrática del elector francés el próximo domingo, aunque la espada de la extrema derecha siga pendiendo sobre Francia y Europa.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.