El Bestiario de Tovar, historia de un libro-objeto
Sin necesidad de jugar el juego me sumergí en el mundo de Iván Tovar durante los casi 60 minutos que dura la proyección
Merced a la prolongación de la exposición inmersiva Tovar, surrealismo vivo tuve la oportunidad de apreciar esta nueva manera, acorde con los avances de la era digital, de exponer la obra de Iván Tovar en sincronía con su mundo interior: “Crecí en el miedo”, escribe Tovar en Antológica [el hermoso libro publicado por el Museo Fundación Eugenio Fernández Granell en ocasión de la exposición Tovar en Santiago de Compostela, 2014], y agrega “pero sin rencor […]. He cometido crímenes hermosos, que guardo cuidadosamente en mi almohada. No sueño, hace tiempo que maté mi sombra.” Y repite: “No tengo rencor”.
Con esas palabras Tovar sintetiza la mejor explicación de su mundo interior y la manera como esas imágenes surrealistas eran esos sueños que no era capaz de recordar y que su inconsciente transformaba en puntiagudas figuras cónicas, redondas y ovoidales que flotan en el universo inefable y oscuro del inconsciente. Sin necesidad de jugar el juego me sumergí en el mundo de Iván Tovar durante los casi 60 minutos que dura la proyección que de igual manera trajo a mi recuerdo cuando, a principio de los 80, Silvano Lora me lo presentó en París, poco antes de que decidiera regresar a Santo Domingo, luego del éxito que tuviera su exposición en la galería Auffant en 1979. Después lo perdí de vista hasta que en el otoño del 89 Silvano Lora, de nuevo, me llamó para que nos juntáramos con Iván que estaba de visita en París.
Visitas otoñales que se convirtieron en una rutina para Iván reencontrarse con sus amigos del París de su juventud que fui conociendo de otoño en otoño. Fue entonces cuando realmente comencé a estrechar mi amistad con Tovar y me atreví a solicitarle que ilustrara la portada de mi novela Fantasma de una lejana fantasía que se iba a publicar en asociación con la Fundación Cultural Dominicana, las ediciones Antoine Soriano. Una edición en español y otra en francés (traducida por Françoise Mironneau), con la particularidad de que se tirarían, de cada versión, 100 ejemplares numerados con una serigrafía original de Iván Tovar para la española y de Silvano Lora para la francesa.
Como suponía, Tovar exigió leer la novela. Todavía conservo las diferentes versiones que realizó e incluso una coloreada; Silvano Lora también hizo diferentes versiones de su apreciación de la novela. Si Tovar ilustra la edición en español y Silvano Lora la francesa fue por decisión del editor. A partir de esa publicación nuestra amistad tomó un carácter más artístico-literario. Recuerdo que Claude Couffon tuvo a su cargo la presentación de Fantasma de una lejana fantasía en un acto organizado por la editorial Antoine Soriano que también publicaba la edición bilingüe de Hay un país en el mundo de Pedro Mir (con collages de Silvano Lora; traducido y presentado por Claude Couffon) en la entonces prestigiosa Maison de la Poésie de París.
En el acto, Claude Couffon presentó Hay un país en el mundo y María Castillo declamó el poema. Cuando se le pidió unas palabras a Iván, que detestaba hablar en público, se limitó a decir: ¿Ça va ou ça va pas? Así era Tovar.
De esta primera asociación artístico-literaria surgió la idea de hacer un libro-objeto con los dibujos y los textos de su Bestiario que conservaba su primo Héctor José Risek. Creo que fue por los finales de 1995, cuando Iván me entregó los 6 dibujos y los textos del Bestiario. Soriano, el editor, amante de libros-objeto accedió a financiar la edición de 30 ejemplares numerados incluido 5 no venales y la intervención de Tovar quien, como había hecho con el Alfabeto, colorearía, numeraría y firmaría los 180 grabados.
Lograr ese hermoso libro-objeto nos tomó varios Santo Domingo-París París-Santo Domingo. En los meses de la primavera de 1996 Soriano conoció a un joven pintor chileno que tenía una prensa de grabados y trabajaba en el sótano de la Iglesia Saint-Méry de Les Halles, el lugar que sirvió de escenario a Émile Zola para su novela El vientre de París y, allí, de noche hasta la madrugada, Ramiro Leal, como se llama el joven pintor, imprimió los grabados en papel velin d’Arche. Ese verano al viajar a Santo Domingo, entregué a Iván los 130 grabados quien con esa paciencia que caracteriza a los artistas de alto nivel coloreó todos los animales imaginarios que constituyen ese magnífico libro-objeto bilingüe cuyos textos fueron traducidos al francés por Françoise Mironneau y presentados por el escritor y crítico José Pierre.
Había entonces que fabricar las cajas para el Bestiario. Corto de tiempo me aventuré a diseñarlas y las realicé con ayuda de Antoine Soriano. Las placas con los grabados se repartieron en partes iguales; dos para Tovar, las demás para quien suscribe y el editor. Creo que Iván, según me dijo en cierta ocasión, obsequió las suyas a Héctor José Rizek. La caja, naturalmente, no está firmada. Iván me reprochó que no lo hiciera. Presentamos el Bestiario de Tovar en el local de la emblemática Librairie espagnole de la rue de Seine con la presencia del escritor José Pierre, del crítico Jean-Michel Goutier y del pintor Yvon Prevel entre otros amigos de los años parisienses de Iván Tovar.