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Dos años de gobierno

Nunca faltan voces que susurran al oído de los mandatarios que eviten desgastar su popularidad e incumplan sus promesas de transformación de la sociedad y de cambio, y que adopten medidas simpáticas preñadas de intrascendencia que terminan convirtiéndose en parte del problema a ser solucionado.

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Dos años de gobierno

Nadie está situado por encima de las circunstancias ni escapa a su influjo; más bien depende de ellas y se amolda a su devenir.

Dentro de las limitaciones impuestas por el entorno mundial hay que reconocer que la República Dominicana se ha manejado con prudencia y tino, logrado reanudar el latido vital con timbres de normalidad e impulsado cambios en el desenvolvimiento del sistema judicial.

En estos dos primeros dos años de gobierno las autoridades han puesto el énfasis en recuperar la autoestima de la nación, deteriorada por años de socavamiento en lo institucional y en impulsar la lucha contra la corrupción y la impunidad. Los pasos dados para apuntalar la independencia del poder judicial comienzan a rendir sus frutos, aunque para consolidarlos se requiere profundizar la armadura regulatoria.

Merece ser destacado el acierto en el manejo de la pandemia, tanto en el aspecto sanitario como en el de las políticas públicas puestas en ejecución y el buen sentido mostrado para morigerar los trastornos asociados con la crisis mundial.

Ante episodios de tanta magnitud ha resultado clave mantener un clima de confianza que ha facilitado recuperar el ritmo de actividad económica; captar nuevos flujos de turismo y de inversión extranjera directa; reconducir las exportaciones.

En las circunstancias señaladas es más que entendible que haya habido que afincarse en muletas poderosas: el endeudamiento y las remesas. No había ninguna otra salida disponible porque lo que debió acumularse en época de vacas gordas se consumió en derroche y en más endeudamiento.

Lo anterior no es óbice para reconocer que el uso extensivo de ambas muletas, sin introducir correctivos para ir aminorándolas, acarrea serios problemas (carga financiera muy pesada y remesas afincadas en un proceso continuo de desnacionalización). Pero tampoco es obstáculo para poner el énfasis en que el espejismo engaña.

La prioridad tiene que ser desinflar la carga de la deuda, recortar o eliminar el déficit fiscal y cuasi fiscal. Y, en paralelo, frenar el proceso de desnacionalización causado por la irrupción inmigratoria ilegal masiva.

En el ínterin hay asuntos que han tenido que ser postergados, entre ellos el de dar un mayor peso y calidad a la inversión pública. O el de resolver el problema interminable de la ineficiencia y costo sin fin para el Estado de la operación del sistema eléctrico. O el de reencauzar el proceso educativo hacia el aprendizaje; o el de centralizar los subsidios hacia los componentes de salud y pensiones de la seguridad social; o el de …

Las soluciones a los problemas más agudos implican incurrir en costos políticos y en el riesgo de pérdida de popularidad, tan temido por la dirigencia nacional. Sin embargo, si a la población se le explicara con sinceridad las razones que subyacen para adoptar medidas contundentes que resuelvan los problemas fundamentales, bien podría ocurrir que el barómetro de aceptación se elevara al infinito.

Nunca faltan voces que susurran al oído de los mandatarios que eviten desgastar su popularidad e incumplan sus promesas de transformación de la sociedad y de cambio y que, en vez de eso, adopten medidas simpáticas preñadas de intrascendencia que terminan convirtiéndose en parte del problema a ser solucionado.

Presiento que ese va a ser el dilema que se le va a presentar al presidente Luis Abinader Corona para completar su período de gobierno. Habrá muchas voces que lo incitarán (ya lo vienen haciendo desde el principio) a alcanzar la cima de la popularidad mediante actuaciones efectistas, de maquillaje y de apariencia. A quedarse con los funcionarios que aplaudan y asientan, no con los que señalen errores y sugieran enfrentar problemas. Ojalá que no sucumba ante ese elixir.

Ese veneno entregado en envolturas relucientes ha empañado el historial de algunos mandatarios que quedaron obnubilados por el espejismo de la reelección y sucumbieron al encanto de convertir al Estado en una caja de resonancia clientelista.

Bien se sabe que no se trata de obrar milagros, ni de que todo pueda lograrse al mismo tiempo. El esfuerzo debe ser administrado, pero no pospuesto sin fecha de cumplimiento.

Hay otro aspecto que parece de menor envergadura. No lo es. El Estado es un elefante gigantesco con pies de barro. Adolece de capacidad de ejecución. Necesita de gerencia y de ser achicado. Las ideas están; fallan las ejecutorias. Se requiere de seguimiento escrupuloso de cada cosa, día a día. Insistir en los detalles. Exigir resultados.

Son muchos los grandes problemas que se resolverían si tan solo cada cual hiciera bien lo que debería hacer.


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Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.