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Fiona

El huracán golpeó duro el Este

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Fiona

No es momento de hablar de otra cosa sino de Fiona, nombre extraño, el ciclón imprevisible que desafió todas las predicciones de los expertos e hizo lo que quiso, de acuerdo con su talante, sin seguir el dictamen de los predictores de trayectorias, ajenos y propios.

La imagen transmitida en la noche del domingo, 18 de septiembre, desde el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), en la que se mostraba al presidente Luis Abinader mientras dirigía una reunión de preparación ante la proximidad del huracán y se ofrecían avisos y recomendaciones, fue reconfortante. Reafirmó el compromiso de dedicación de las más altas autoridades a los asuntos relevantes que inquietan y amenazan a la población.

La afirmación pronunciada en esa reunión por la directora de la Oficina Nacional de Meteorología ante el presidente de la República y los medios de comunicación presentes, alimentada por la predicción previa del Centro de Huracanes de Miami acerca de que el huracán Fiona no tocaría tierra dominicana, sino que iría paralelo a la costa, no se corresponde con lo que ocurrió. Y que me perdone ella porque le tengo respeto y admiración y pondero bien su trabajo.

Contrariando esa afirmación, el huracán entró a tierra dominicana y enrumbó en dirección noroeste desde Boca de Yuma a Samaná, lo cual tomó de sorpresa a todos los habitantes de la región este que esperaban efectos más leves, dada la ubicación pronosticada del ojo del fenómeno atmosférico, que se suponía alejado en alta mar.

El huracán es un fenómeno que no obedece instrucciones ni tiene que ceñirse a lo que otros estimen. Ya temprano en la noche del 18 de septiembre era obvio que tocaría suelo dominicano. Hubiera bastado tan solo con haber observado con sentido crítico su movimiento por las imágenes del satélite, que lo colocaban en dirección oeste hacia tierras cercanas a Punta Cana, como sucedió. Eso demuestra que más que seguir a ciegas opiniones ajenas, por más doctas y sustentadas en tecnología de vanguardia que sean, también hay que usar la reflexión propia.

Es de humanos errar, pero también hay que hacerse el propósito de fijar en el cerebro la convicción de que en meteorología no deben hacerse afirmaciones categóricas: pueden dar una sensación de seguridad falsa. En ese aspecto lo imponderable siempre tiene margen para materializarse.

Es probable que la Oficina Nacional de Meteorología carezca de muchas cosas, requiera de mayor cantidad de recursos materiales y humanos, y necesite de ponderaciones propias. Es ostensible que sus informes rutinarios no se asemejan a los puntuales, aseados y certeros que existen en países desarrollados y en algunos que no lo son.

A pesar de eso hay que reconocer que no estamos en la época en que Freddy Beras Goico bromeaba diciendo “puede que llueva y puede que no llueva”, expresión de predicción del tiempo utilizada en tono de broma. Eso ha sido superado, pero aún debe mejorar. El país lo requiere.

Lo dicho no quita mérito, al contrario, lo realza, a la dedicación y al esfuerzo ostensible y casi sobrehumano, a la evidente buena disposición de que tanto la dirección de meteorología como los integrantes de la defensa civil y del Centro de Operaciones de Emergencia, hacen gala. La población es consciente de ese esfuerzo, lo tiene en alta estima y confía en la solvencia de esas autoridades.

El servicio de predicción meteorológica necesita ser fortalecido, para lo cual es imprescindible que sea dotado de los recursos materiales indispensables, de los medios de alta tecnología que lo soporten y de los recursos humanos que los complementen. No se puede exigir peras al olmo. Agradecemos lo que hacen con sus medios escasos y les damos un voto de confianza junto a la petición a las altas autoridades de que los doten de los instrumentos y recursos que hacen falta.

El huracán, al momento en que escribo no ha causado pérdidas de vidas humanas, en parte debido a las alertas tempranas que se emitieron. Ojalá finalice así. En cambio, sí está causando destrucción en la infraestructura, sobre todo carreteras, caminos vecinales y puentes, así como afectando edificaciones y a la producción en general, con énfasis en la agropecuaria.

Es de esperar que de inmediato se inicie un programa de reparación de daños y de consolidación de la infraestructura. En situaciones como estas se evidencia la fragilidad con que amplios sectores de la población desarrollan sus vidas. Eso no se cambia solo con subsidios, sino con planes más duraderos que modifiquen sus expectativas y condiciones.

Es probable que la Oficina Nacional de Meteorología carezca de muchas cosas, requiera de mayor cantidad de recursos materiales y humanos, y necesite de ponderaciones propias. Es ostensible que sus informes rutinarios no se asemejan a los puntuales, aseados y certeros que existen en países desarrollados y en algunos que no lo son.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.