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El destino de los libros subvencionados

En República Dominicana no hay librerías para acoger la cantidad de libros que publica el AGN

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El destino de los libros subvencionados
Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. (CC)

Es encomiable la labor que hacen el Archivo general de la Nación (AGN), los bancos Central (BC), de Reservas (BR), Popular Dominicano (BPD) e Hipotecario Dominicano (BHD), subvencionando obras perdidas en bibliotecas privadas a causa de la indiferencia e irrespeto, tanto de autores como de casas editoriales [imprentas, en realidad], al legalmente obligatorio “depósito legal” cuyo origen se remonta al famoso y eufemístico “privilegio del rey”, que no era más que una manera de autorizar una publicación y despejar de “sospechas política” una obra y, al mismo tiempo, asegurar el pago de un impuesto del editor.

Digamos que ese era el primer filtro, luego venía el de la que, sin contrariar al “privilegio del rey”, podía condenar la obra a que fuera inaccesible en las bibliotecas y se colocara en un lugar que los bibliotecarios convenían en llamar “el infierno”; en otras palabras, censuradas. Después de la Revolución francesa el “privilegio”, que iba de par con la invención de la imprenta, desapareció, aunque la censura se ha disimulado, desde los tiempos más remotos, bajo múltiples eufemismos.

Con el éxito de Gutenberg y la profusa reproducción de libros, se creó entonces el “depósito legar” cuya vocación, además de tener cuenta de todo cuanto salía de las imprentas, era conservar en la biblioteca principal de un país varios ejemplares de un mismo libro.

La Biblioteca Nacional de París, por ejemplo, reemplazó en 1792 la Biblioteca del Rey; la Nacional de España, comenzó en los albores del siglo XIX con la misma vocación que la de París: reunir, catalogar y conservar fondos bibliográficos. Con igual vocación, pero buscando igualarse a aquella de Alejandría, que, recodemos, al califa Omar I se le atribuye, luego de su conversión al islam, en el 640, haber dicho: “si esos libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos; y si se oponen al Corán, destrúyelos” y quemó toda la “memoria de la Antigüedad”.

Ilustremos lo que significaba la desaparecida Biblioteca de Alejandría en la Antigüedad con lo que es hoy día la del Congreso de Estados Unidos que es la mayor biblioteca del mundo, con más de 158 millones de documentos. La colección de la Biblioteca del Congreso incluye, como cuenta en su página Web, más de 36,8 millones de libros en 470 idiomas, más de 68 millones de manuscritos y la colección más grande de libros raros y valiosos, incluyendo una de las únicas cuatro copias en perfecto estado de la Biblia de Gutenberg e igualmente conserva más de un millón de números de periódicos de diferentes partes del mundo, de los últimos tres siglos, 500 000 rollos de microfilm, 6000 títulos de comics, la colección más grande de documentos legales, películas, cerca de 5 millones de mapas, partituras, 2,7 millones de grabaciones sonoras, canciones y más de 13,7 millones de grabados y copias fotográficas. El documento más antiguo de su reserva es una tablilla de piedra del año 2040 a. C. También conserva obras de arte, dibujos arquitectónicos, y valiosos instrumentos como el Stradivarius Betts y el Stradivarius Cassavetti. En una palabra, es, como tituló Alain Resnais sobre la BN de París: Toda la memoria del mundo

Es como obras destinada al “depósito legal” como veo la profusión de publicaciones subvencionadas por las referidas instituciones públicas y privadas que encabezan estas líneas, porque tanto el BC como el Reservas y los demás, depositan, supongo, en nuestra Biblioteca Nacional el número de ejemplares que requiere el Depósito legal. Al menos esos ejemplares alguien los leerá en un futuro. Recordemos que la labor de rescate que ha hecho en los últimos años el AGN es encomiable. Autores de los albores de la República e inicios del siglo XX están al alcance de los estudiosos de hoy, pero como nada ni nadie es perfecto, el AGN camina en el terreno de la Editora Nacional publicando libros de “escritores” que a juzgar por trabajos anteriores y el manejo de nuestro idioma son incapaces de escribir una narración coherente. Semejante profusión editorial da pie a que se piense que no existe un comité de lectura que juzgue apta para la publicación la obra de ficción de un autor contemporáneo.

El Banco Central, en cambio, esgrime, cuando un escritor presenta un proyecto de publicación, una lista de requisitos que disuaden al autor más entusiasmado, comenzando por un comité de lectura y, al ser aceptada la obra, la firma de un documento en que el autor asegura que la misma es de su autoría. Esto puede parecer absurdo y exagerado, pero, como dicen, ¡de cualquier yagua vieja sale tremendo alacrán!

El libró subvencionado no le duele ni al que lo subvenciona ni al autor. Me parece que publicar libros para que unos días después de la puesta en circulación los encontremos en las “librerías de viejos” rozagantes de juventud es una pena. Lo es porque en República Dominicana no hay librerías para acoger la cantidad de libros que publica el AGN ni fabrica papel y los pocos distribuidores en la plaza no sobresalen como necesitan los autores y algunos no retribuyen al escritor que es mucho peor. Por suerte, como dije antes, de esos libros hay cinco ejemplares que irán a parar al depósito legal y, si tiene suerte algún ejemplar irá a parar a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Ilustremos lo que significaba la desaparecida Biblioteca de Alejandría en la Antigüedad con lo que es hoy día la del Congreso de Estados Unidos que es la mayor biblioteca del mundo, con más de 158 millones de documentos. La colección de la Biblioteca del Congreso incluye, como cuenta en su página Web, más de 36,8 millones de libros en 470 idiomas, más de 68 millones de manuscritos y la colección más grande de libros raros y valiosos, incluyendo una de las únicas cuatro copias en perfecto estado de la Biblia de Gutenberg e igualmente conserva más de un millón de números de periódicos de diferentes partes del mundo, de los últimos tres siglos.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.