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El mentor, crítico y erudito olvidado

Después del Renacimiento, cada siglo ha tenido intelectuales que han logrado imponer su genio en la cultura occidental, pensadores y escritores que han destacado en Francia, Alemania, España e Inglaterra.

Después del Renacimiento, cada siglo ha tenido intelectuales que han logrado imponer su genio en la cultura occidental, pensadores y escritores que han destacado en Francia, Alemania, España e Inglaterra.

Es indiscutible que tanto El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha del español Miguel de Cervantes como la poesía y el teatro del inglés William Shakespeare revolucionaron la literatura de su tiempo y desde entonces se leen como si hubieran sido publicados apenas un mes atrás. Y, para los que llevan anotaciones, como dicen en béisbol, Cervantes murió en Madrid el 22 de abril de 1616 y Shakespeare al día siguiente en Stratford, Inglaterra.

El siglo XVIII fue el de Las Luces, el de los enciclopedistas franceses, de los filósofos alemanes y de los Derechos humanos; también el del nacimiento de Goethe, cuyo genio fue tal que los historiadores de la literatura alemana hablan de la literatura antes y después de Goethe.

Desde la Ilustración en Francia se califica a científicos, filósofos y escritores que ejercen una notable influencia en sus contemporáneos de maître à penser [en buen romance mentor, guía]. Influencia que puede incluso superar las fronteras del país y, gracias a la traducción, vencer las barreras del idioma y, con el tiempo,  perder influencia.

Un ejemplo se impone, en Francia hubo el caso del escritor y novelista André Gide que dominó la literatura francesa desde finales del siglo XIX hasta la Segunda Guerra mundial, fue el fundador de la Nouvelle Revue Française que más tarde se convertiría en la prestigiosa editorial Gallimard que, bajo su influencia, rechazó en 1913 Du côté de chez Swann, primer volumen de À la recherche du temps perdu de Marcel Proust bajo el argumento de que “no era una novela”.

Gide se arrepentiría el resto de su vida de esa mala decisión; pero su influencia sin embargo no perdió actualidad y, en 1947, recibió el Premio Nobel de Literatura, aunque a finales del pasado siglo XX, era prácticamente desconocido en Francia a pesar de que sus obras se reeditan regularmente y se mantienen en los programas del bachillerato y de las oposiciones para ser profesor de francés, de literatura.

A Gide la poética literaria le debe la noción de construcción en abismo: “Me gusta que en una obra de arte se encuentre transpuesto, a la escala de los personajes, el tema de esa obra”, escribe en 1893 en su diario y agrega: “Nada la aclara ni establece con mayor seguridad las proporciones del conjunto. En algunos cuadros de Memling o de Quentin Metsys, un pequeño espejo convexo y oscuro refleja, a su vez, el interior de la escena pintada; también en Las Meninas de Velázquez (pero un poco diferente). Por último, en literatura, en Hamlet [de Shakespeare], la escena de la comedia”.

La literatura nacional también ha tenido, respetando las proporciones, sus maître-à-penser o mentores, como lo fue el desaparecido poeta y ensayista Ramón Francisco (1929-2004), para la promoción de escritores que destacó después de la caída de la dictadura de Trujillo en  1961, me refiero en particular a  Literatura dominicana 60, la primera de las tres obras de Ramón Francisco que la Sociedad Dominicana de Bibliófilos (SDB) pondrá en circulación el próximo martes 13 de diciembre en la Capilla de los Remedios en la Zona colonial de Santo Domingo. Completan el volumen: Critic-a-demás y Sobre arte y literatura que pasaron desapercibidas en el ambiente literario nacional.

En Literatura dominicana 60, Ramón Francisco da cuenta del anquilosamiento de que fueron objeto la literatura y el lector dominicanos durante la dictadura de Trujillo. Esos ensayos son una puesta al día, especie de manual para leer a los escritores que destacaron después del 30 de mayo de1961 introduciendo, como Bosch a su llegada en 1961, términos específicos del análisis literario, de la poética de la narración, del punto de vista en el relato y la indivisibilidad del signo, al explicar con ejemplos que fondo y forma son inseparables, que el famoso capítulo 68 de Rayuela, de Cortázar, no es más que una sucesión de significantes. Experimento literario al que los escritores dominicanos de entonces eran sensibles. “Este trabajo”, escribe Ramón Francisco en Literatura dominicana 60, “tiene solo la intención de presentar un punto de reflexión para los lectores de la obra de arte literaria que se produce en nuestro país por estos tiempos [1960-69] Esperamos que con ello hayamos contribuido a la comprensión de ésta. De vez en vez se escuchan quejas en añoranzas de tesitura, la laxitud de la antigua obra de arte literaria. Quienes así gritan se olvidan del desarrollo del hombre dominicano, física y mentalmente; se olvidan de las grandes zancadas cumplidas por este desarrollo de 1961 hasta hoy”.

Creo, como escribe el propio Ramón Francisco a propósito de De literatura dominicana siglo XX, de Héctor Incháustegui Cabral que obras tan importantes para los escritores dominicanos como estos ensayos de Ramón Francisco tendrán mejor recepción entre los escritores dominicanos de hoy y que este erudito, como todo mentor digno de esa función, ocupe el lugar que se merece en la Literatura dominicana.

La literatura nacional también ha tenido, respetando las proporciones, su maître-à-penser o mentor, como lo fue el desaparecido poeta y ensayista Ramón Francisco para la promoción de escritores que destacó después de la caída de la dictadura de Trujillo en 1961, me refiero en particular a Literatura dominicana 60, la primera de las tres obras de Ramón Francisco que la Sociedad Dominicana de Bibliófilos (SDB) pondrá en circulación el próximo martes 13 de diciembre en la Capilla de los Remedios.


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  • Mentor

Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.