A los Reyes Magos
.Les ruego que preserven la paz, la armonía social tan necesaria para la convivencia
En unos días llegarán los Reyes Magos. Aspiro a que me encuentren al pie de las montañas enhiestas de la cordillera central en actitud de contemplar sus pendientes, bosques, sinuosidades, hilos de agua cristalina, senderos interminables, nieblas y de reflexionar sobre los misterios inescrutables que desde milenios atormentan a la humanidad.
Quiero esperarlos con mi carta de buenos deseos y mi modesto equipaje de renovados propósitos, dando gracias por el milagro de la propia vida, por la oportunidad de vivirla acompañado de mi maravillosa familia, de mis amigos fraternales, y junto a mi pueblo.
El camino ha sido duro, labrado con sacrificios, estudios, trabajo esforzado, salpicado con espinas que dignifican y elevan; en el fondo, me considero un ser privilegiado en comparación con tantos otros golpeados por la llama cegadora de la ignorancia y de la pobreza.
Me hallarán en disposición de acercar mi silueta a la infinitud celestial, al misterio insondable que perturba a la humanidad en busca del porqué de las cosas, la razón del yo, en meditación, con el alma atribulada por la impotencia y limitaciones para ayudar, resolver, reparar, y con el espíritu abierto para predicar en el árido desierto de la convivencia.
No hay lugar más propicio que estas elevaciones para poner las yemas de los dedos en la sesera de Dios, sentirlo con el tacto, escrutarlo con la vista, escuchar su pisar leve a modo de susurro, percibir su olor a resina de pino potente, saborear la miel que destila su sabiduría, en medio del imponente silencio de la montaña, de su brisa fresca que acaricia como bálsamo, de su majestuosidad, de su perspectiva infinita.
Y, aunque la ciencia especule acerca de las casualidades incontables que han tenido que coincidir dentro de la alineación del universo para que seres vivos pueblen la tierra, y de seguro otros lugares distintos, nada podrá arrojar de mi mente la imagen de un Dios omnipotente, fruto del azar cósmico, o quizás al revés, ¡quién sabe!
En pocos días arribarán los Reyes Magos y recibirán el convoy de ilusiones de tantos niños inspirados en su aurora mágica, esperanzados en su generosidad. Lástima que por más que quisieran solo podrán colmar los sueños de aquellos a quienes la fortuna les sonríe, al tiempo que quedarán tronchados los de quienes apenas tienen un mendrugo para saciar su hambre, harapos para cubrir su desnudez o vergüenza para esconder su atraso.
En estas fechas, más que en las del resto del año, duele contemplar la huella triste de la desigualdad. Duele, y mucho, comprobar que habrá regalos ostentosos para quienes no echan en falta nada material, si acaso amor familiar. Y habrá ausencia para aquellos que necesitan de todo para calmar su hambre, aliviar su sed, o cambiar su injusto destino.
Para los primeros se creará un vacío que la acumulación de bienes jamás podrá remediar; para los últimos quedará el anhelo frustrado, la mirada huidiza en busca de una explicación, la realidad lacerante que moldeará su adolescencia y se convertirá en semilla del resentimiento social.
Oh, Reyes Magos, representantes de la inocencia bendita, ¡quizás el más sutil y sublime invento de la humanidad!, consciente como estoy de lo que me condiciona, quiero expresarles mi deseo.
Les ruego que preserven la paz, la armonía social tan necesaria para la convivencia.
Les suplico que auxilien a mi pueblo para que haga del trabajo honrado un culto; destierre el ruido y la chercha inagotable; despeje y allane su capacidad de pensar para utilizarla en su propio crecimiento espiritual e intelectual.
Les imploro que intercedan para que en este año 2023 nuestro país trabaje sin desmayo en la reducción de los desequilibrios sociales, en particular de aquellos cuyas raíces se sumergen en las deficiencias del sistema educativo, de salud y de pensiones.
Les pido con fervor, Reyes excelsos, que doten al liderazgo nacional del buen sentido para aquilatar y afrontar con tino y firmeza las transformaciones que se necesitan.
Les solicito que abran el entendimiento de quienes nos conducen en medio de las adversidades para que afronten con lucidez las medidas tan necesarias de reforzamiento de la institucionalidad.
En la soledad inspiradora de estas alturas me inclino reverente ante ustedes, majestades, y hago votos para que este pequeño país, cuna de un pueblo grande, se aferre a los valores universales y acometa con vigor y denuedo la tarea de su propio desarrollo.
En cuanto a mí, permítanme la dicha de poder soñar, albergar quimeras, crear, hacer. Gracias.
Eduardo García Michel