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La leyenda enmienda la derrota

Reflexiones sobre la Revolución de 1965

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La leyenda enmienda la derrota

En los meses posteriores al 40 aniversario de la guerra de abril de 1965, fui invitado a exponer en un panel que debía tener lugar en uno de los salones de la Unesco (Paris), sobre la Revolución de 1965. En ese panel iban a participar además del héroe Manuel Ramón Montes Arache, Arlette Fernández viuda de Rafael Fernández Domínguez y María Paula Acevedo (Chichita) viuda de Francisco Caamaño Deñó, entre otras importantes personalidades estrechamente relacionadas con la Revolución del 24 abril de 1965.

En esa ocasión me arriesgué a decir, sin ánimo de provocar, que muchos de los que no entendieron que habían perdido la guerra habían sido desgraciadamente asesinados en las calles de Santo Domingo y en intentos armados para derrocar a Joaquín Balaguer que había resultado elegido, antes de que las fuerzas de intervención abandonan el país, en las elecciones de julio de 1966.

Por delicadeza y respeto a la viuda de Caamaño no puse, como manda el método de la disertación, ejemplos para ilustrar lo que acababa de decir. Y me parece que hice bien, aunque lo que había dicho no pareció ofender al contralmirante Montes Arache, a Arlette Fernández ni la viuda de Caamaño; sin embargo, mi opinión fue objeto de críticas por algunos de los asistentes que habían tomado acción durante la guerra de abril y que, desde hacía décadas residían en Europa convertidos en “revolucionarios de bistrots” ilustrando perfectamente que mis palabras les iban, a mis rabiosos críticos, como un traje a la medida. Ninguno de los que no aceptaban lo que había dicho se atrevió a tomar la palabra ni a rebatirme.

He recordado ese momento porque el pasado lunes 24 de abril fue el 58 aniversario de una derrota que para el imaginario de los que participaron en la Revolución de Abril, los constitucionalistas, como se les conoce, y que tuvieron el valor de enfrentarse a la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), camuflaje utilizado por Estados Unidos para invadir República Dominicana y al mismo tiempo desprestigiar a la Organización de Estados Americanos.

Es cierto que la valentía y arrojo de los que se enfrentaron, armas en las manos, al poderoso invasor para defender, sin escatimar los riesgos, la soberanía “obligaron” a las fuerzas de intervención a negociar con Francisco Caamaño y demás líderes constitucionalistas. Fue entonces cuando las partes en conflicto acordaron firmar el Acta institucional en septiembre de 1965. Al firmar, Caamaño y su gobierno aceptaron la designación de García-Godoy como presidente provisional hasta las elecciones del 1 de junio de 1966 y concluiría cuando el candidato elegido tomara posesión como presidente de la República el 1 de julio.

Ese enfrentamiento entre David y Goliat en las aguas del Caribe tenía todo lo que se le exige a un acontecimiento para entrar en la leyenda. Y lo lograron. De alimentarla se ha encargado el imaginario dominicano. En 2065 cuando se conmemore el centenario de la Revolución del 24 de abril será difícil separar la leyenda de la realidad. Ya hubo una literatura, tal vez la más importante de la segunda mitad del pasado siglo XX, pero algunos de sus autores más conspicuos al olvidar que la literatura muestra, no demuestra, cayeron en lo panfletario; pero eso era lo que exigía el momento a raíz de la firma entre Caamaño e Imbert Barreras para poner fin al conflicto. El laureado cuento de Marcallé Abreu “Satanás suele ser puntual”, es la mejor Ilustración de lo que sucedió tras la firma del histórico documento.

La firma del Acta institucional no era más que una manera honorable de que Caamaño y su gobierno admitieran que habían sido derrotados. Un eufemismo, digamos. No deja de sorprenderme cuando veo a excomandantes o combatientes constitucionalistas comparecer en televisión expresándose con términos de vencedores, contar cómo derrotaron a los marines en sus intentos de tomar la Zona colonial en donde el invasor había logrado acantonar a Caamaño, militares y civiles que defendían la soberanía dominicana.

No pasaron, cierto, pero a partir de entonces comenzó a debilitarse la moral constitucionalista y Caamaño y su estado mayor lo entendieron y, luego de varios encuentros y condiciones aceptadas, firmaron el Acta que les abrió las puertas de la leyenda.

¡Qué no se ha contado de las proezas de Ramón Mejía Pichirilo que había sido el piloto del Granma, la goleta que transportó a Fidel Castro y sus guerrilleros a Cuba en 1956! ¡Qué no se dijo de los extraordinarios hombres rana, el cuerpo especializado de la Marina que comandaba Montes Arache o del instructor italiano Illio Capocci! caído durante el asalto al Palacio nacional el 19 de mayo de ese año junto a Fernández Domínguez y Juan Miguel Román; o de André Rivière aquel exmilitar francés que había combatido en la guerra de Argelia caído unos días más tarde durante los combates del 15 y 16 de junio del 65; y de una pléyade de héroes derrotados que, como los defensores de Troya, entraron por la puerta grande en la Ilíada el famoso poema épico de la literatura griega clásica en donde los valientes troyanos tras una resistencia de 10 años fueron derrotados. Esa derrota no fue óbice para que el aeda Homero diera categoría de héroes legendarios a Príamo y su hijo Héctor, entre otros, en su poema. Pues, como hemos visto desde las épocas más remotas, la leyenda es el más eficaz de los recursos que enmiendan la derrota.

Ese enfrentamiento entre David y Goliat en las aguas del Caribe tenía todo lo que se le exige a un acontecimiento para entrar en la leyenda. Y lo lograron. De alimentarla se ha encargado el imaginario dominicano. En 2065 cuando se conmemore el centenario de la Revolución del 24 de abril será difícil separar la leyenda de la realidad. Ya hubo una literatura, tal vez la más importante de la segunda mitad del pasado siglo XX, que algunos de sus autores más conspicuos olvidaron que la literatura muestra, no demuestra y cayeron en lo panfletario; pero eso era lo que exigía el momento a raíz tras la firma del Acta institucional el 3 de septiembre de 1965 como quería la FIP. El laureado cuento de Marcallé Abreu “Satanás suele ser puntual”, es la mejor Ilustración de lo que sucedió tras la firma del Acta del septiembre del 65.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.