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Redes Sociales

El panfleto de las nalgas

Hoy, la forma más fácil y rápida de conseguir seguidores en las redes es a través de los "belfis", es decir, los selfis de las nalgas (del inglés bum -nalga- y selfi)

Andrés Neuman es un escritor argentino residente en España que ha ganado premiaciones importantes como el Premio Alfaguara, el Hiperión y el Firecracker Award, entre otros.  Como noble obsequio de un amigo cordobés, acabo de leer su breve "Anatomía sensible", una abstracción casi poética sobre las regiones de la anatomía humana. 

A través de su trabajo, Neuman recorre en letras las líneas del cuerpo, con paradas gráficas en sus contornos más prominentes. Cada capítulo es un relato de esa experiencia perceptiva. 

La exploración senso-narrativa va desde "La magnitud de la cabeza" hasta el "Matiz del ano", atravesando por "La barriga soberana", "Las ocupaciones del ombligo", "Los autosabotajes de la espalda", "El pene sin atributos" y la "Nariz como utopía", entre otros relatos corporales.

De esta circunnavegación anatómica me sedujo su crónica sobre las nalgas. A ellas le dedica un "panfleto". Neuman clasifica así sus movimientos y morfología. Sobre este último criterio, el escritor distingue arbitrariamente las nalgas "académicas" como las perfectas, esas que incurren en el tedio de la simetría; "las respingosas", que tienen rasgos cubistas y "dan la impresión de erguirse y agacharse al mismo tiempo"; "las planas", que renuncian a cualquier afectación; "las separadas", que "dejan entrever un atento testigo", y "las caídas", sobre las que dice que tienen una pizca de jalea y que dan ganas de acercar un pan al muslo. 

El trasero femenino vive hoy el éxtasis como símbolo de los tiempos, elevado, en algunos casos, a categoría de mito.  No pocos reconocen que el decadente Occidente ha entrado en la "Era del Culo" (el vocablo no necesariamente alude al ano, sino a las nalgas en su conjunto). Y va más allá del esnobismo; se trata de una erotización intencional que explota su exhibición mercadológica y, a través de ella, logra lo que busca el capitalismo: consumo. Emerge así una generación pigófila (de pigofilia: obsesión erótica por las nalgas ajenas) que ha hecho de las pompis un culto fetichista. Así, no hay video musical urbano en el que el harem de mujeres sometidas al reino de lujos del macho no rivalice en la contorsión más ruda de las nalgas

Hoy, la forma más fácil y rápida de conseguir seguidores en las redes es a través de los "belfis", es decir, los selfis de las nalgas (del inglés bum -nalga- y selfi). Los hombres también han sido arrastrados por esta fantasía y no han perdido tiempo para bajarse los pantalones en anuncios, publicaciones y redes sociales.

El trasero es también la bandera del "panmachismo" que soporta la cultura urbana y que ya no distingue género. Y es que, para poder ganar la visibilidad del macho (en tanto dueño de la simbología urbana), la mujer ha tenido que asimilar y reproducir sus torcidos patrones de dominación.  La rendición a este "sistema" ha sido tal que la hembra ha hecho suyos sus códigos expresivos, acentuados por el éxito en el lujo, el hedonismo, las drogas, la vida fácil, la violencia, el dinero y el sexo duro, todos impuestos por el machismo sexual y de consumo que promueve la cultura urbana.

En ese contexto, es natural que la hembra ejerza los mismos patrones de dominación que le impone el macho a ella.  Exige sexo fuerte, penetrante y animal: "Yo no quiero bulto/y, sin insulto, ya yo estoy mojada/así que ven, dame con gusto/como sangrijuela (sic) chúpame toa/sácame la leche y tómatela con cocoa/sácame la leche, sácame la leche, sácame la leche y toma/sácame la leche y toma" (Chuléame, La Materialista). El mando de la hembra viene refrendado entonces por unas nalgas soberanas cuyas vibraciones avasallan la fantasía fetichista del macho más macho. La imagen que le da marca al Tik-Tok es el bamboleo de un culo torneado y macizo que, al ritmo de un dembow, plagia un coito en el que la hembra tiene el mando.

La misma Materialista destaca la sumisión del hombre al dominio de las "chapas": "Tú estás fustrao con esta mamasota/No te hagas, que en la bemba se te nota/Te gusta cuando muevo mi chapota/Perdón, dile a tu jefa que cuidao si se sofoca/Papi ¿te gustan las chapas que vibran? /Papi ¿te gustan las chapas que vibran?" (Las Chapas que vibran).

En el artículo "El trasero no es el rostro" (En  Violencia/s, Ed. Paidós), Silvia Ons se refiere al valor mediático del trasero en una cultura que, seducida por la notoriedad, abandona la privacidad como valor de acato. 

La autora destaca que el gran goce de la época "consiste en develar todo aquello que está por detrás. Ese gusto incluye la fascinación por los backstages, la impulsión por dar a ver fotos con procacidades sexuales, los chismes artísticos y todo aquello que muestre lo que hay detrás de bambalinas. Lo mismo se revela en el deleite por sondear qué hay detrás de la vida de un gran hombre, qué secreto lleva en las espaldas, cuáles son sus aventuras libidinales. Al pretendido lema de hacer aparecer los aspectos más humanos de las figuras relevantes subyace el placer mórbido de rebajar la imagen, metafóricamente ´mostrar su trasero´, igualarlo con el de todos. No es casual que esa parte del cuerpo sea aquella en la que los sexos no se diferencian; el ´imperio del culo´ es así, el imperio de la igualdad, donde las diferencias que sí importan se reducen a tener un buen culo o no". 

Vivimos entonces en un mundo que convierte en facha su trasero y hace de sus encantos un medio para ganar visibilidad y éxito. Creo que antes, cuando nos contábamos como humanos y no como masa de consumo, las condiciones que convocaban las grandes admiraciones eran otras y no anatómicas. Si eso es avanzar, el camino parece regresarnos a las cavernas, allí donde los instintos imponen los patrones.

TEMAS -

Abogado, ensayista, académico, editor.