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A 25 años del Plan Decenal de Educación

Y después de 25 años de gran activismo, los avances son notables. Pero en la evaluación de los aprendizajes, el país aparece como sembrado en la cola de la cola.

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Infografía

Se cumplieron ya 25 años del lanzamiento del Primer Plan Decenal de Educación. Que mas que un plan fue un movimiento social que integró a gente muy distinta con el propósito de enfrentar los grandes atrasos de la educación dominicana.

Durante ese cuarto de siglo, el número de iniciativas impulsada es impresionante. Se revirtió la caída de la población estudiantil, y se restableció el crecimiento de la cobertura. Se introdujo la evaluación estandarizada, que con el nombre de pruebas nacionales, permanece ahí, como un testigo de excepción. Se enviaron a docenas de miles de maestros a las universidades, revitalizando las escuelas de educación y transformando un profesorado mayoritariamente integrado por bachilleres, en otro, donde la mayoría de los docentes han obtenido una licenciatura. Se iniciaron programas de apoyo a los estudiantes de menor ingreso, y hoy millones de estudiantes reciben desayuno, almuerzo y merienda, uniformes, zapatos. Se crearon programas de textos y materiales educativos y en estos años se han distribuidos millones de textos y montañas de materiales. Se elaboró un nuevo currículo, cuya primera revisión ahora se completa. Se aprobó una nueva estructura escolar que hace pocos años fue nuevamente modificada. Se elaboró y aprobó una nueva Ley de Educación. Se comenzó a mejorar una infraestructura que estaba en condiciones deplorables, y a diferentes ritmos se ha ido construyendo una de la plantas escolares más modernas de la región. Se mejoró el salario de los maestros, el cual ha pasado de un promedio de US$120 mensual a más de US$800, convirtiendo al docente de la escuela pública en uno de los profesionales mejor pagado de la nación. Se puso en marcha la aplicación del concurso como medio de ingreso a la carrera docente. Se introdujo la jornada escolar de ocho horas, para disponer del tiempo necesario para el pleno desarrollo de los contenidos del currículo oficial. Y se logró el 4%, el cual daría un mayor sustento financiero a todo lo anterior.

La economía y la sociedad dominicana han cambiado mucho en esos últimos 25 años, sin embargo, a pesar de todas aquellas iniciativas, no se ha logrado cumplir el calendario y el horario escolar, de medio día o de día completo, ni acrecentar significativamente el dominio que tienen los profesores de los contenidos curriculares que enseñan. Ni elevar los conocimientos, destrezas, habilidades, actitudes, valores y creencias de los estudiantes. Ni sacar la educación dominicana de la cola en que las evaluaciones comparadas la colocan.

El cumplimiento del calendario y el horario escolar y los aprendizajes de profesores y estudiantes no caen del cielo. Son el fruto del trabajo duro, la disciplina, la solidaridad, el sacrificio. Y de largas o cortas batallas para reivindicar los aprendizajes como el propósito de la escuela. Pero habiendo crecido en medio de grandes precariedades, en el sistema educativo se generó una cultura donde las batallas son continuas. No por más y mejores aprendizajes sino por más insumos y beneficios. Atrapado por esa cultura y por los intereses económicos y políticos que giran alrededor del presupuesto, se han llegado a presentar los logros en materia de aulas, textos, raciones alimenticias, uniformes, personal, salarios como si los aprendizajes fuesen el fruto tardío pero cierto de los insumos que se envían a la escuela.

Curiosamente, las acciones que suelen conducir a la conquista de más insumos y beneficios terminan impidiendo que la escuela opere como es debido. Los incentivos salariales que debían promover la mejoría del sistema, no hacen referencia a los aprendizajes, y terminan premiando a muchos que por su pobre desempeño debían ser separados del servicio. Y toda medida orientada a poner la casa en orden, termina vulnerada en nombre de “una paz escolar” que no garantiza docencia.

La educación dominicana ha sido evaluada, no por discursos, documentos, presupuesto, salarios, aulas o alimentación, sino por unos aprendizajes que son el resultado de los aportes coordinados de mucha gente y de muchas cosas. Y después de 25 años de gran activismo, los avances son notables. Pero en la evaluación de los aprendizajes, el país aparece como sembrado en la cola de la cola. Porque cargados de buenas intenciones, se procuró hacer tantas cosas, que se olvidó que los aprendizajes son el propósito.

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