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Al “dire” y a la “dire”

Al fin y al cabo, hacer lo que siempre quisimos concretar, no tiene espera; es la prioridad mayor en el recorrido de cada cual. Por eso y mucho más, gracias “dire” Adriano Miguel.

Respeto y admiro el oficio de escritor, aunque lo siento inalcanzable para mis escasas luces. Escribir es una vocación que me acompaña desde los años briosos y de arrebatos de la adolescencia. En aquella época solía embardunar cuartillas con ínfulas poéticas, junto a proclamas incendiarias, a tono con la explosión de libertades que vivía nuestro pueblo. Luego el sosiego y la reflexión acompañaron mis notas.

En mí ha sido tan marcada la obstinación por escribir que, desde muy joven, empecé a enviar, de cuando en vez, artículos a los periódicos, porque creía que tenía algo que transmitir y compartir. Después, desde la Fundación Siglo 21, en compañía del pequeño grupo que la conformaba, participé por años en la elaboración de una demandante página semanal sabatina de la Fundación publicada en el Listín Diario. Y en otra preparada bajo el sello del Conep.

Más tarde empecé a enviar artículos esporádicos a Diario Libre, calzados con mi nombre.

Eso fue así hasta que el director, “el dire”, Adriano Miguel Tejada, entendió mis inquietudes, confió en mis modestas habilidades y me abrió las puertas del periódico para que ocupara la columna En Directo, en lo que fue convirtiéndose en “los martes de Eduardo”. De eso han transcurrido alrededor de 10 años, tiempo en que me he mantenido enviando mi colaboración, semana a semana, sin mancar ninguna. Reto formidable.

Al ya exdirector de Diario Libre, “el dire”, Adriano Miguel Tejada, tengo mucho que agradecerle. Hijo de maestra, ha sabido ser un profesor en el transcurso de la vida.

Somos compueblanos y contemporáneos. Compartimos valores. Admiro su brillante carrera. Su bonhomía, talante, sentido del humor, buen trato, filosofía de vida, bagaje intelectual, penetrante raciocinio, vertiente conciliadora, inteligencia, valores, humanismo.

El “dire”, Adriano Miguel, me ha apoyado sin reservas en todo lo que he inventado; eso sí, advirtiéndome sobre lo que pudiera haber tenido de locura.

Hasta se atrevió, cuando fui presidente de la Asociación de Mocanos Residentes en Santo Domingo, a ejercer de presentador, junto a José Rafael Lantigua, en la espectacular, grandiosa y sublime Gala de la Música Mocana, escenificada en el Teatro de Bellas Artes. ¡Qué alto honor me confirieron ambos!

Y se ha atrevido a presentar algunos de mis libros, sin llenarse de rubor por la modestia de mis aportes.

Al “dire” le debo haberme mantenido por tiempo tan prolongado en esta columna y confiado en mí cuando ni yo mismo estaba seguro de poder llevar a buen puerto esa inmensa encomienda.

Lo último que me ha enseñado (nos ha enseñado), es una fantástica lección de vida: aceptar que el tiempo pasa sin que nadie resulte imprescindible en lo que hace, por más brillante que haya sido su desempeño.

Y que siendo la vida apenas un soplo, en la edad madura se necesita concentrar la atención en uno mismo y dedicarse con mayor ahínco a la familia, a recorrer el suelo propio y el ajeno con visión escrutadora, cálida, preñada de nostalgia, en espera de aquel minuto inevitable para el cual todos estamos convocados.

Al fin y al cabo, hacer lo que siempre quisimos concretar, no tiene espera; es la prioridad mayor en el recorrido de cada cual.

Por eso y mucho más, gracias “dire” Adriano Miguel. Sé que afrontarás nuevos retos y los culminarás a plena satisfacción, pues eres amalgama de perseverancia, talento y consagración.

Sale uno, insustituible; entra otra, única, la “dire”.

La nueva “dire” es Inés Aizpún, aquella jovencísima periodista que ayudaba al grupo de la Fundación Siglo 21 a preparar las notas de prensa que con tanta angustia se enviaban a los periódicos cuando creíamos que teníamos capacidad para poner patas arriba al país, cambiar las cosas y la sociedad.

A ella, de quien aprendimos la forma correcta de escribir las notas de prensa, le auguramos éxitos en sus funciones de directora de Diario Libre. Condiciones las tiene de sobra, carácter también.

Si todas las transiciones fueran como esa, de director a directora, qué bien andaríamos.

A muchos embarga la preocupación de que la transición política, empresarial, sindical, parecería carecer de la solidez que tuvo en el pasado, cuando coincidió con el discurrir desde la tiranía hacia la democracia. Es como si la mediocridad y levedad quisiera apoderarse de todo.

En aquel entonces existía un proyecto de nación democrática, libre, justa, ilusionante y compartido. Ahora los intereses particulares desdibujan los colectivos, una nebulosa envuelve el sentido de futuro y aquel proyecto corre el riesgo de agrietarse y romperse.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.